jueves, 19 de diciembre de 2013


Publicidad del  "Revigator"
 

Beba usted agua radiactiva

 
Lejos de ser una práctica moderna, la costumbre de aprovechar los descubrimientos científicos  para tratar de venderle a la gente remedios o cosméticos más o menos milagrosos es tan vieja como la propia ciencia. Aunque hay muchos ejemplos de ello, quizás el caso más extravagante fue la distribución industrial de productos radiactivos supuestamente beneficiosos para la salud durante las primeras décadas del siglo XX
Al poco tiempo de descubrirse el fenómeno de la radiactividad, comenzaron las especulaciones acerca de sus supuestos efectos beneficiosos para todo tipo de dolencias e inconvenientes. De esta forma, y sin esperar a que la actividad investigadora esclareciese cuales eran los verdaderos efectos de la radiación sobre el cuerpo humano, comenzó a desarrollarse una floreciente industria de productos radiactivos “milagrosos”, sobre todo en los Estados Unidos. Esta línea de productos incluía desde pastas de dientes, cremas de belleza, jabón, servilletas, pendientes o pisapapeles, hasta chocolate y botellas de agua irradiada. En este último caso, la idea era que el agua normal que bebemos estaría “desnaturalizada”, faltándole un componente esencial que no era otro que la radiación natural. Al asociar esta idea con la muy arraigada creencia en los beneficios para la salud asociados al consumo de agua procedente de determinados manantiales, los vendedores de humo consiguieron arrasar en el mercado.
Los anunciados beneficios de la radiactividad  parecían incontables: Podría curar la gota y el  reumatismo,  la diarrea y el dolor de estómago o la impotencia, la artritis y las lesiones de la piel. Según la carta que un tal Dr.Davis envió al “American Journal of Clinical Medicine”,  "la radioactividad previene la locura, despierta nobles emociones, retrasa el envejecimiento y da lugar a una vida espléndida, juvenil y dichosa."  Las marcas de productos radiactivos comenzaron a extenderse, con componentes tan peligrosos como las sales de uranio, de radio o de torio. Un producto llamado “Radioendocrinator”, con el equivalente a 250 microcurios de radiactividad, estaba diseñado nada menos que para ser colocado sobre el cuerpo, en la vecindad de diversas glándulas endocrinas. Otro, denominado “Revigator”, consistía en un carísimo dispensador  de agua irradiada del que se vendieron miles de ejemplares en las décadas de los 20 y los 30. La compañía propietaria de la patente, “Radium Ore Revigator Company”, abrió sucursales a lo largo y ancho de los Estados Unidos mientras las instrucciones del producto recomendaban el beberse un promedio de 6 o más vasos diarios y su publicidad aseguraba que “…la familia dispone de dos galones de auténtica, saludable agua radiactiva… la vía natural hacia la salud.”

Aunque estudios recientes han demostrado que el agua del “Revigator” era más peligrosa por su contenido de metales tóxicos (arsénico y plomo, sobre todo) que por su nivel de radiactividad, no puede decirse lo mismo de alguno de sus competidores. En concreto, el agua de cada una de las botellas de otro producto llamado “Radithor”, del que se vendieron  cientos de miles de unidades entre la clase pudiente norteamericana, contenía como mínimo un microcurio de radio 226 y otro de radio 228. Anunciado como “una cura para los muertos vivientes” y para la impotencia masculina,  el producto sacudió a la opinión pública en la primavera de 1932 al provocar la espantosa muerte de Eben Byers, un famoso millonario y deportista que consumía varias botellas de “Radithor” al día y que, en contraste con la publicidad, se convirtió en un auténtico muerto en vida antes de fallecer con los huesos destrozados por la radiación.
A partir de dicho incidente, la administración norteamericana se tomó en serio el asunto, prohibiendo el consumo incontrolado de productos radiactivos. Una decisión de lo más juiciosa pues, tal y como tituló el Wall Street Journal su artículo sobre el incidente Byers, "The Radium Water Worked Fine Until His Jaw Came Off" (*)
(*) “El agua de radio funcionó bien hasta que se le cayó la mandíbula”.
¡Hasta la semana que viene!

No hay comentarios:

Publicar un comentario