viernes, 19 de junio de 2015

El día que la NASA hizo el ridículo

Concepción artística de la Mars Climate Orbiter
 

El día que la NASA hizo el ridículo

 
El 11 de Diciembre de 1998 despegaba de Cabo Cañaveral un cohete Delta II 7425 que transportaba la Mars Climate Orbiter (MCO), la última y flamante sonda de la NASA destinada a la exploración de Marte antes del fin de siglo. La MCO formaba parte del programa Mars Surveyor 98, cuyo objeto era el estudio del clima en el planeta rojo, y estaba destinada, entre otras cosas, a analizar la dinámica en la atmósfera marciana del agua y el dióxido de carbono.
 
Al poco tiempo de despegar, los técnicos de control que hacían el seguimiento de la nave comenzaron a detectar frecuentes desviaciones en la trayectoria de la sonda, que requerían correcciones muy por encima de lo habitual. Se trataba de un comportamiento anómalo que los controladores pusieron en conocimiento de los responsables del proyecto, los cuales, sin embargo, no llegaron a ordenar una investigación. Como consecuencia de ello, cuando tras nueve meses y medio de viaje la nave se acercó a su destino, el error acumulado en la trayectoria se vio empeorado por el efecto de la gravedad marciana, la sonda entró en órbita a tan solo 57 Km de la superficie, en lugar de los 140-150 previstos, y quedó destrozada por la fricción con la atmósfera del planeta.
 
Para la NASA, el desastre de la Mars Climate Orbiter fue un golpe muy duro que se vio agravado por las embarazosas conclusiones que se derivaron de la posterior investigación. En efecto, no solamente los gestores del proyecto habían hecho caso omiso del aviso de los controladores (alegando que nadie había efectuado una solicitud formal de investigación), sino que se descubrió que la anomalía tenía su origen en un increíble error de colegial basado en los sistemas de medida utilizados. Como venía siendo habitual, el Jet Propulsion Laboratory de Pasadena había programado los sistemas de navegación de la sonda utilizando el sistema métrico decimal, y los controladores pensaban que estaban enviando los datos a la nave en ese formato. Sin embargo, la empresa fabricante de la MCO, la Lockheed Martin, era una compañía norteamericana que empleaba el sistema de medidas inglés (el de las millas, yardas, pies y pulgadas). Por extraño que pueda parecer, durante los meses que los equipos de la NASA y la Lockheed estuvieron trabajando juntos en el diseño de la sonda nadie se dio cuenta de que estaban empleando software programado con dos sistemas de unidades diferentes, de modo que la infortunada Mars Climate Orbiter recibía las señales de impulso en libras x segundo y las interpretaba como newtons x segundo, lo cual resultó decisivo para que una nave espacial de 125 millones de dólares se transformase en un montón de chatarra.
 
Como es lógico, la NASA intentó responsabilizar del bochornoso incidente a la Lockheed Martin, alegando que la poderosa compañía privada estaba obligada mediante contrato a convertir sus medidas al sistema métrico decimal, pero nada podía disipar la sensación de ridículo generalizado, pues resultaba difícil de entender como semejante error había pasado desapercibido durante meses a los ingenieros de la NASA y a sus ordenadores.
 
Como dijo Edward Weiler, director adjunto de la agencia estadounidense "La gente a veces comete errores", aunque a veces estos errores resulten difíciles de explicar. En cualquier caso, la década de los noventa del pasado siglo no fue una de las épocas más afortunadas de los norteamericanos en materia de patinazos, como lo demuestra el hecho de que la embajada China en Belgrado fuese bombardeada por la OTAN  por causa de que la CIA utilizaba mapas obsoletos de la capital. En el caso de la Mars Climate Orbiter, los americanos pagaron la resistencia de su industria a abandonar sus peculiares unidades de medida, sufriendo lo que podría considerarse como la “venganza” del sistema métrico decimal.

¡Hasta pronto!

jueves, 4 de junio de 2015

Geólogos en la Gran Esfinge


La Gran Esfinge de Guiza. A sus pies, la célebre "Estela del Sueño"
 
 

Geólogos en la Gran Esfinge


En el año 1991, el geólogo estadounidense Robert M. Schoch hizo pública su teoría de que el desgaste que presenta la Gran Esfinge de Guiza no es compatible con la erosión causada por el viento o por la la arena, sino únicamente por el efecto de una lluvia persistente. Dado que, según sus datos, el último período lluvioso registrado en Egipto sería muy anterior a la IV dinastía, Schoch concluía que la célebre estatua habría sido esculpida en una época tan temprana como el 5º o el 6º milenio a.C., es decir, mucho antes de que la civilización egipcia entrase en escena.
Con el tiempo, el heterodoxo geólogo ha apoyado su hipótesis en estudios sísmicos de la zona que mostrarían una erosión diferencial, demostrativa de que los egipcios de la IV Dinastía trabajaron sobre algo construido con anterioridad, así como en el hecho de que los bloques de caliza utilizados para construir los vecinos templos “del Valle” y “de la Esfinge”, que fueron extraídos del mismo lecho de roca a partir del cual se labró la Esfinge, presentan un tipo de erosión similar al de la gran escultura. Para Schoch, el revestimiento de granito que cubre ambos templos fue colocado posteriormente, en la época del faraón Kefrén, que es la generalmente admitida como fecha de construcción de la Esfinge. De igual modo, los egipcios habrían convertido la cabeza de la escultura, que originalmente habría representado a un león, en un retrato del faraón, lo cual explicaría su evidente desproporción con respecto al resto del cuerpo. Por su parte, el geólogo británico Colin Reader presentó una hipótesis alternativa a la de Schoch, admitiendo que la Esfinge es anterior a Keops o Kefrén, pero que probablemente procede de las primeras dinastías, mientras que la destacada erosión observada en el lado meridional de la pared que rodea la escultura se debería a la escorrentía del agua provocada por la topografía de la explanada de Guiza, más que a la lluvia en sí misma. La presencia de las canteras de Keops y Kefrén demostraría la mayor antigüedad de la estructura ya que, una vez quedasen establecidas, el camino del agua se vería bloqueado, no pudiendo seguir adelante con la erosión.
A pesar del atractivo de las teorías de Schoch y Reader, la mayoría de los geólogos y arqueólogos no están, sin embargo, nada de acuerdo con ellas, en especial con la primera. En primer lugar, no se ha encontrado nada en Egipto que apunte a la existencia de una cultura sofisticada anterior a unos 5.000 años, y es evidente que la Esfinge se encuentra plenamente integrada en el complejo funerario de Kefrén. Aunque eso por sí mismo no prueba que fuese esculpida entonces, el estudio de la secuencia de construcción de los dos templos parece mostrar, más allá de toda duda, que el del Valle precede al de la Esfinge, mientras que los bloques de caliza con los que está hecho este último proceden del mismo estrato que los de la gran estatua, lo cual implica que ésta también se construyó con posterioridad al templo del Valle. Estos templos tienen una estructura similar a la de muchos otros de la IV Dinastía, lo que avala la idea de que son contemporáneos. Los geólogos, por su parte, apuntan entre otras razones a la formación de cristales de sal para explicar parte del proceso de erosión, aunque tanto Schoch como Reader replican que ninguna de las alternativas propuestas permite explicar el tipo de erosión observada en la parte posterior de la esfinge, así como en algunas zonas del cuerpo. Asimismo, indican que las superficies de otros monumentos tanto contemporáneos como posteriores nunca muestran un aspecto similar. Por otro lado, la mayoría de los geólogos consideran que las conclusiones de Schoch acerca de los estudios de sismología llevados a cabo son precipitadas y muy cuestionables, dado que la supuesta erosión diferencial puede ser achacada simplemente a la distinta consistencia de las zonas de la roca.
Para echar más leña a la disputa, los últimos estudios climatológicos demuestran que la transición de un clima húmedo a otro mucho más seco se produjo en realidad mucho después de lo que opina Schoch, por lo que cierta erosión debida a la lluvia pudo muy bien tener lugar durante la IV Dinastía(*). En cuanto al pequeño tamaño de la cabeza, la mayoría de los arqueólogos piensan que, simplemente, los egipcios aprovecharon una protuberancia natural en la roca, sin preocuparse demasiado por las proporciones. Por supuesto, la total ausencia de inscripciones y documentos en los monumentos de la época no ayuda a arrojar luz sobre la polémica.
A día de hoy, el debate continúa, alimentado por la enorme popularidad que la hipótesis de Schoch tiene entre los creyentes en supuestas civilizaciones desaparecidas. Sin embargo, la integración de la Gran Esfinge dentro del complejo de Kefrén, los análisis que avalan la secuencia de su construcción, el resto de las pruebas arqueológicas y el estudio comparativo de la célebre cabeza con otras efigies del hijo de Keops, apuntan a que la estatua fue tallada durante la IV Dinastía, por no hablar de que no existe el menor rastro de una cultura en la zona que fuese anterior a la egipcia y que tuviese los medios y la tecnología necesarias para acometer semejante obra.
Queda por aclarar el espinoso asunto de la erosión del muro, un enigma rodeado de incógnitas que podría avalar la hipótesis de Reader, lo que, sin embargo, retrasaría la cronología de las primeras fases de la construcción de la escultura más famosa del planeta como mucho unos cientos de años, pero que en modo alguno nos llevaría, como les gustaría a los partidarios de Schoch, a una fecha anterior en miles de años al Egipto de los faraones.
¡Hasta pronto!

(*) Aún hoy en día el clima de Egipto se caracteriza por lluvias escasas, pero torrenciales.