jueves, 22 de mayo de 2014


Estela de Necao II, en el museo del Louvre
 
 

El extraño viaje de los fenicios del faraón


Necao II fue un notable faraón de la dinastía XXVI que gobernó en el antiguo Egipto durante unos 15 años, hacia el 600 a.c. Tomó partido por los asirios en su guerra contra Babilonia, y cuando sus aliados fueron aplastados se las vio y se las deseó para evitar la invasión de su país. Finalmente, salió victorioso y consiguió asegurar la zona de influencia de Egipto sobre las provincias fenicias al menos durante algún tiempo. Era un hombre emprendedor, que ordenó construir un canal para comunicar el brazo oriental del rio Nilo con el mar Rojo  y que creó una gran flota utilizando para ello los servicios de artesanos griegos.
Pero si se recuerda a Necao no es tanto por las vicisitudes de su reinado como por el extraño viaje que, a decir del célebre historiador Heródoto, fue ordenado por el faraón con el fin de conectar el mar Rojo con occidente. Al parecer, las obras para construir el canal fracasaron, ya que hay evidencias de que fue terminado más tarde por los persas. Entonces, según Heródoto, al faraón se le ocurrió la idea de conectar el mar Rojo con el Mediterráneo recorriendo la costa africana y regresando a través de las Columnas de Hércules, para lo que utilizó naves y tripulaciones fenicias bajo el mando de oficiales egipcios.
De acuerdo con el relato del padre de la historia, varias naves fenicias salieron por el Mar de Eritrea y circunnavegaron el continente africano tras un penoso viaje de casi tres años en el que tuvieron que desembarcar al menos en dos ocasiones para hacerse con provisiones a través de la siembra y la cosecha. El relato de Heródoto no menciona si el faraón le dio continuidad al viaje o qué otras consecuencias tuvo, pero el autor insiste en su relato en que este fue el momento en que se descubrió que África (entonces llamada Libia) estaba rodeada por el mar.
La supuesta hazaña de los fenicios de Necao ha sido cuestionada durante siglos, sobre la base de la gran dificultad de la empresa y de que no existen documentos contemporáneos que la mencionen. Cuando Heródoto describió el viaje en Los nueve libros de la Historia, habían transcurrido unos 150 años desde los hechos que se relatan, y es bien sabido que las fuentes del historiador de Halicarnaso no siempre eran fiables. De hecho, el propio escritor deja entrever sus dudas de que semejante hazaña sea cierta. Sin embargo, Heródoto menciona algo verdaderamente insólito que le da credibilidad a la historia. Según el escritor griego, los fenicios “referían lo que a mí no se me hará creíble, aunque acaso lo sea para algún otro, a saber, que navegando alrededor de la Libia tenían el sol a mano derecha”, lo que puede interpretarse como que al cruzar el cabo de Buena Esperanza veían el sol del mediodía al norte, tal y como sucede en realidad.
Aunque muchos filósofos griegos creían que la tierra era redonda, e incluso algunos, como Aristarco de Samos, estaban convencidos de que giraba alrededor del sol, la mayoría de ellos vivieron siglos después de Heródoto, de forma que en su época es difícil de imaginar que alguien interpretase de forma correcta la posición aparente del sol en el hemisferio austral. Tampoco parece verosímil que el escritor acertase por casualidad. Por otro lado, recorrer los 26,000 kmts de costa del enorme continente negro en menos de tres años y asumiendo dos largas paradas de varios meses requiere cubrir unos 50 kmts de media diaria, eso sin contar con los efectos del viento, las corrientes y las tormentas que dificultan enormemente la circunnavegación, tal y como los portugueses tuvieron la ocasión de comprobar 2,000 años después. A modo de ejemplo, los vientos alisios que soplan en sentido contrario al de la supuesta expedición probablemente impedirían que los fenicios pudiesen llegar más allá del cabo Bojador, casi a la altura de las Canarias, aunque se ha propuesto como alternativa que los expedicionarios podrían haber continuado desde allí por tierra, a través de las rutas comerciales saharianas que llegaban hasta las colonias fenicias del norte de África.
¿Circunnavegaron África los navegantes fenicios seiscientos años antes de nuestra era? ¿Fué la insólita expedición del faraón Necao la primera exploración a gran escala del globo terrestre? Hay argumentos a favor y en contra. A pesar de la enorme dificultad de acometer semejante empresa con la tecnología disponible a mediados del primer milenio antes de Cristo, la referencia al “sol a la derecha” en el viejo texto de Heródoto permanece como uno de esos enigmas de la historia de la ciencia que carecen totalmente de respuesta.
¡Hasta pronto!

jueves, 8 de mayo de 2014


Retrato de Robert Grosseteste
 

Profetas del mañana en la Inglaterra medieval


«Las máquinas para navegar pueden ser hechas sin remeros, de manera que los grandes barcos serán movidos por un solo hombre con mayor velocidad que si estuvieran llenos de hombres. También se pueden fabricar carros de modo que, sin animales, puedan moverse con increíble rapidez…; también pueden construirse máquinas voladoras de forma que un hombre sentado en la mitad de la máquina maneje algún motor que accione alas artificiales que batan el aire como un pájaro volador. También una máquina de tamaño pequeño para levantar o bajar pesos enormes…También se pueden hacer máquinas para pasear por el mar y los ríos, incluso por el fondo, sin ningún peligro…Y tales cosas pueden ser fabricadas casi sin límites, por ejemplo, puentes sobre los ríos sin columnas o soportes, y mecanismos y máquinas inauditas».

El autor de esta extraña profecía, en la que se deja entrever el advenimiento del automóvil, del avión, de las grúas modernas, del submarino y del puente colgante, no es otro que Roger Bacon, el enigmático filósofo y teólogo de la orden franciscana que vivió en el siglo XIII y que rechazó la corriente principal escolástica, proponiendo el uso de las matemáticas y el empirismo como las mejores formas de acceder al conocimiento. Bacon, que trasteó con la pólvora y con la óptica y de quién se dice que fabricaba autómatas, se enfrentó al establishment de la época, siendo acusado varias veces de herejía y de brujería. Según él, «la matemática es la puerta y la llave de toda ciencia».

Unos años antes, el erudito inglés Robert Grosseteste, amigo y protector de Bacon, había escrito en su obra De Luce que el universo se originó a partir de un solo punto de luz, y que «Al principio, la materia y la luz estaban vinculados entre sí. Pero la rápida expansión llevó finalmente a un 'estado perfecto', con la cristalización de la luz-materia y la formación de la esfera exterior -el llamado 'firmamento'- del cosmos», lo que resulta ser una descripción asombrosamente aproximada de lo que los científicos creen que sucedió inmediatamente después del  Big Bang. Grosseteste, obispo de Lincoln de la orden franciscana, no dudaba en considerar a las matemáticas como el código con el que Dios había escrito el universo pues, en palabras suyas, «es muy importante la utilidad de considerar el estudio de las líneas, de los ángulos y de las figuras, porque es imposible conocer la filosofía natural sin ellas: valen absolutamente para todo el universo y sus partes».

¿Fue la Inglaterra del siglo XIII el momento y el lugar en los que despertó el método científico, de la mano de grandes visionarios que, cual viajeros del tiempo, fueron capaces de vislumbrar el futuro? ¿Estuvieron algunas escuelas inglesas de la orden franciscana detrás de la corriente de pensamiento que con el tiempo desembocó en la llamada Revolución científica? Quizás se trate de una simplificación. Sin duda hubo otros personajes dentro y fuera de Inglaterra ajenos a la orden que tuvieron un papel relevante en el desarrollo del empirismo y del dominio de las matemáticas sobre el estudio de la naturaleza, pero la lectura de estos fragmentos no deja de sorprender por la completa ausencia, en textos escritos por sacerdotes cristianos, del enfoque teológico que durante la Alta Edad Media había impregnado todas las áreas del saber y según el cual el conocimiento de las cosas naturales solo tenía sentido en cuanto que mostraba las verdades ocultas que tenían que ver con Dios.

En cualquier caso, estos son dos de los ejemplos más impactantes de ideas que, surgidas en la mente de personas que vivieron en una época supuestamente oscura, anticipaban conocimientos o desarrollos tecnológicos increíblemente adelantados a su tiempo, indicándonos que, después de todo, quizás la Edad Media fuese una época bastante más luminosa de lo que puede parecer.

¡Hasta la semana que viene!