sábado, 27 de febrero de 2016

Anclas atrapadas y hombres flotadores

Página del Konungs skuggsjá
 

Anclas atrapadas y hombres flotadores (*)


Pocas historias despiertan tanto interés y han sido objeto de tanta polémica como las que narran posibles avistamientos de objetos volantes no identificados en alguna época de nuestro lejano pasado. No obstante, si os da por investigar el asunto, andaos con ojo, ya que por internet circulan muchas referencias incorrectas, cuando no completamente falsas.
Sin embargo, una cuya autenticidad está fuera de duda es la que aparece en el capítulo XIII de la Otia Imperialia, la principal obra de Gervasio de Tilbury, en donde se relata un extraño incidente en el que se habría visto involucrada una nave aérea cuya ancla habría quedado atrapada. De acuerdo con el relato, el ocupante del barco que habría descendido para intentar liberar el ancla se habría asfixiado al respirar el aire de nuestra atmósfera. Por desgracia, y más allá de indicar que se produjo en un día festivo en Inglaterra, el autor no hace referencia ni al momento ni al lugar en el que se produjo el suceso. Sin embargo, otra versión de esta historia, que aparece en el Konungs skuggsjá (“Espejo del rey”), un texto educativo noruego de mediados de del siglo XIII, afirma que el incidente tuvo lugar en Irlanda, en un lugar identificado con las ruinas de la abadía de Clonmacnoise, en domingo. Allí, según el texto, la muchedumbre pudo observar atónita “…un barco con hombres a bordo flotando delante del cable del ancla…”, del cual descendió un hombre cuyos movimientos “…parecían los de un hombre nadando en el agua…” En esta versión la aventura termina felizmente,  ya que el obispo impide que los lugareños retengan al intruso, advirtiéndoles de que “…eso podría resultar fatal, como si a uno le mantuviesen bajo el agua…” Para no olvidar el prodigio, y al igual que se relata en el Otia imperialia, parece ser que los congregados se quedan con el ancla.
Pero sobre este curioso relato hay todavía una tercera versión, más antigua que las otras, que puede encontrarse en el Irish nennius, una de las versiones de la célebre Historia brittonum, escrita alrededor de 1100 y que tanta influencia tuvo en el desarrollo de las leyendas artúricas. En este caso, el evento habría tenido lugar en Teltown, también en Irlanda, y el principal testigo habría sido el rey Congalach, quien gobernó entre 944 y 956. Aquí no hay un ancla que se queda atrapada, sino un marinero que dispara un dardo contra un salmón desde el “barco volante”. Cuando uno de los ocupantes del navío baja a por el dardo, se encuentra con la oposición de un lugareño y se ve obligado a advertirle de que se está ahogando. Entonces el rey ordena que se le deje marchar, lo que el intruso hace nadando.
Parece probable que las versiones alemana y noruega de la historia, separadas por pocas décadas, se deriven de la primera versión británica, según la cual el suceso tuvo lugar en el siglo IX. En cualquier caso, todas ellas narran algo que habría tenido lugar cientos de años atrás, y difieren bastante en los detalles. Además, tanto el Konungs skuggsjá como la Otia Imperialia, sobre todo este último, recogen todo tipo de historias acerca de prodigios y otras maravillas, por lo que no conviene, ni mucho menos, tomarse las cosas al pie de la letra. De hecho, la obra de Tilbury, también conocida como el Libro de las maravillas del mundo, es una miscelánea enciclopédica que incluye desde apariciones de fantasmas a milagros, pasando por sirenas y hombres lobo, pues no en vano se trata de un libro destinado al entretenimiento del emperador Otón IV.
En cualquier caso, la verdadera relevancia de esta curiosa historia, que en muchos aspectos recuerda al célebre relato de Agobardo y los “magonianos”, es que muestra, una vez más, cómo la idea de la existencia de seres procedentes de “más allá de las nubes” estuvo presente en el imaginario de Occidente durante toda la Edad Media.
¡Hasta pronto!
(*) Esta entrada es un extracto de uno de los capítulos de nuestro próximo libro sobre la historia de la búsqueda de vida extraterrestre.

viernes, 12 de febrero de 2016

¿Mapas de los antíguos reyes del mar?


Portada del libro de Hapgood
 
 

¿Mapas de los antiguos reyes del mar?


 
En 1966, salía a la luz en los Estados Unidos un curioso libro firmado por Charles H. Hapgood, con el llamativo título Maps of the Ancient Sea Kings: Evidence of Advanced Civilization in the Ice Age (*) en el que este profesor universitario defendía que varios de los mapas más famosos de la historia, incluyendo, entre otros, los portulanos medievales, el mapa de 1531 de Oronce Finé,  el de 1559 de Hadji Ahmed,  el de De Caneiro de 1502, el de Zeno de 1308 y, sobre todo, el de Piri Reis de 1513, eran copia de uno o varios mapas perdidos de la época helenística que a su vez habrían estado inspirados en otros confeccionados por una civilización desaparecida al final de la Edad del Hielo, lo suficientemente avanzada como para cartografiar todo el planeta.
 
Hapgood basaba su hipótesis en que, según él, estos mapas mostraban, a menudo de forma distorsionada, detalles que no podían ser conocidos por los cartógrafos y exploradores de la época. Por ejemplo,  los mapas de Piri Reis, Oronce Finé y Zeno mostrarían las costas de la Antártida y de Groenlandia aparentemente libres de hielos, mientras que el de Ahmed señalaría detalles de la costa Oeste de Norteamérica completamente desconocidos por aquel entonces en Europa y en la zona del Mediterráneo. De igual forma, Hapgood argumentaba que la precisión alcanzada en la representación de las longitudes geográficas en los portulanos, en el mapa de De Caneiro y en el de Piri Reis, era sencillamente imposible sin ayuda de instrumentos sofisticados.
 
El heterodoxo profesor, que negaba la deriva continental, afirmaba que los polos habían sufrido un dramático desplazamiento de 15 grados hacia 9600 a.C. que habría terminado de golpe con la Edad de Hielo, acabando de paso con una civilización que pervivía en la memoria de los hombres con nombres como la Atlántida y Mú, y cuyas herederas habrían sido las primeras culturas de la historia. Fundamentaba además sus conclusiones en que los conocimientos de la época apoyaban que la Antártida y otras zonas polares habrían estado libres de hielos hace 10000 años y en que el análisis detallado de mapas como el de Piri Reis apuntaba a que habían sido confeccionados utilizando trigonometría esférica y utilizando como centro la ciudad de Alejandría.
 
Sin embargo, en los años que siguieron a la publicación del insólito best seller, casi todos los argumentos de Hapgood se vinieron abajo. Los estudios científicos demostraron, más allá de toda duda, que la Antártida nunca estuvo libre de hielos en una época tan tardía, que los supuestos conocimientos geográficos no pasaban de ser meras coincidencias, y que los análisis trigonométricos de Hapgood estaban sesgados para forzar la conclusión. De igual modo, la precisión (francamente chocante) en las longitudes de los portulanos era compatible con el trabajo cuidadoso y metódico de los cartógrafos y marineros de la época.
 
Hapgood, por lo demás un buen académico que dio clases de historia, antropología y economía, continuó toda su vida enganchado a las pseudociencias. Apoyó las fraudulentas figuras de Acambaro (en las que se muestra a los hombres manejando tecnología punta y conviviendo con dinosaurios) como auténticas, y trabajó con el médium Elwood Babbit, quien decía contactar con Jesús, Marc Twain y Vishnú. Sin embargo, su trabajo no cayó en saco roto. Maps of the Ancient Sea Kings se convirtió por derecho propio en una de las obras más emblemáticas de la pseudociencia del siglo XX, una cuyos argumentos y conclusiones han sido repetidos hasta la saciedad en libros, artículos y páginas web a lo largo y ancho del planeta durante los últimos cincuenta años.

¡Hasta pronto!
 
(*) Para aquellos que estéis interesados en echarle un vistazo a este más que curioso libro, se puede adquirir en internet en la edición revisada de 1997 de Adventure Unlimited (en inglés).