sábado, 15 de abril de 2017

Göring, la "selección inversa" y el retorno de los uros


Grabado decimonónico que muestra el aspecto del uro
 

Göring, la "selección inversa" y el retorno de los uros


Dicen que la realidad supera la ficción, y aunque esa aseveración se haya utilizado a veces alegremente, en pocas ocasiones lo ha sido de forma tan acertada como a la hora de describir las actividades de unos oscuros científicos alemanes con vistas a resucitar el uro, el antiguo y casi mítico bóvido salvaje que hace miles de años llenaba los bosques europeos y que el mismísimo Julio César describió como «no mucho más pequeño que un elefante, extraordinario en tamaño y fuerza, que no temía al hombre ni a bestia alguna». Un animal extinto a partir del siglo XVII, antepasado de todas las razas de bovinos que pululan por los campos de Europa y que, involuntariamente, protagonizaría una de la historias más extrañas de la Segunda Guerra Mundial.
 
Los hermanos Lutz y Heinz Heck, que eran hijos del que fuera prestigioso director del zoo de Berlín, se habían sentido fascinados desde pequeños por las historias de los viejos guerreros germanos, altos y de cabelleras rubias, quienes al estilo del mítico Sigfrido se habían enfrentado a aquellas legendarias bestias en el interior de los impenetrables bosques de la Alemania primitiva. Tras estudiar y convertirse en competentes zoólogos por derecho propio, en la década de los veinte los hermanos concibieron la posibilidad de recrear a los perdidos animales utilizando la ciencia moderna. Para ello, idearon un programa de «selección inversa», en el que cruzarían ejemplares que mostrasen alguna de las características de los enormes y agresivos bóvidos con vistas a terminar por reproducir la especie.
 
Decididos a resucitar el uro, los intrépidos hermanos recorrieron Europa desde Escocia hasta Cerdeña recolectando ejemplares de distinta razas, incluyendo por supuesto al toro de lidia, para a continuación poner en marcha su programa y llegar a obtener de esta manera una raza nueva, hoy conocida como «bovino de Heck», que recordaba en muchos aspectos al extinto animal, a pesar de ser mucho más pequeño, con los cuernos más cortos y menos agresivo. Animados por lo que ellos consideraban un completo éxito, los Heck ampliaron su catálogo intentando recrear al tarpan, un antiguo caballo de los tiempos ancestrales. Así, cuando los nazis llegaron al poder en 1933, se encontraron con una serie de experimentos biológicos que encajaban de forma espléndida en su propio sueño de recrear la pureza del mundo germánico, apoyando de forma entusiasta los esfuerzos de los dos hermanos, uno de los cuales, Lutz, se convirtió en un nazi convencido que pronto ingresó en las SS. Imbuido de fanatismo, el zoólogo del nacionalsocialismo se hizo íntimo amigo de Hermann Göring, figura prominente del nuevo régimen y amante de la caza y de la vida salvaje. A Göring, Hetz le suministró muchos animales de su zoológico hasta que, hacia 1938, los nuevos «uros» recreados pasaron a corretear por la reserva privada del megalómano comandante de la Luftwaffe.
 
Pero cuando estalló la guerra, Göring vió en el bosque polaco de Bialowieza la posibilidad de recrear los antiguos bosques germanos donde solo los arios de raza pura podrían cazar. Ni corto ni perezoso, hablo con su correligionario, el siniestro Heinrich Himmler, quien en julio de 1941 envió un batallón que arrasó 34 pueblos, deportó a siete mil personas y asesinó a varios cientos más con el único objeto de dejar el lugar despoblado, libre de presencia humana para que los cazadores arios de Göring pudiesen poner en práctica su sueño de perseguir al uro en sus bosques ancestrales. Naturalmente, Hetz suministró los «uros» y otros especímenes que hicieron las delicias de los animales de dos piernas.
 
Pero la historia no acabó mal ni para los Hetz ni para sus engendros. Para cuando Alemania hubo perdido la guerra, el bosque de Bialowieza había caído en poder del Ejército Rojo, el ganado de Lutz había perecido bajo las bombas aliadas y el zoo de Berlín había sido destruido, pero el ex-zoólogo nazi fue absuelto de crímenes de guerra y los ejemplares propiedad de su hermano fueron repartidos por zoológicos y granjas de Europa, donde décadas después sus descendientes siguen siendo objeto de estudio y de explotación turística*. Por desgracia, los bovinos de Heck están lejos de ser auténticos uros, ya que únicamente mediante selección artificial no es posible recuperar todos los genes silenciados o perdidos por el genuino ancestro, pero siguen siendo tan agresivos que requieren una vigilancia especial. Como les pasaba a sus valedores, los nazis.
 
¡Hasta pronto!

*No sin bastante polémica, los bovinos de Heck están siendo recientemente introducidos en reservas naturales de Alemania y los Países Bajos.