jueves, 24 de abril de 2014

Wi-fi, torpedos y una ingeniera en Hollywood

Mature y Lamarr en un fotograma de Sansón y Dalila
 

Wi-fi, torpedos y una ingeniera en Hollywood


Dirigida en 1949 por Cecil B. DeMille y protagonizada por Hedy Lamarr y Victor Mature, Sansón y Dalila es una de esas películas que se proyectan todos los años durante la Semana Santa. Sin embargo, pocos conocen los detalles de la increíble historia de la protagonista, una de las mujeres más inteligentes y de más talento de todo el siglo XX.
Nacida en Viena en 1914, Hedwig Eva Maria Kiesler era la hija superdotada de un banquero y una pianista de origen judío. Había empezado la carrera de ingeniería con 16 años pero, siendo su auténtica pasión la interpretación, pasó acto seguido a convertirse en actriz. La que, en palabras del director Max Reinhardt, era “la mujer más hermosa de Europa”, protagonizó en 1933 Éxtasis, considerada la primera película no pornográfica del mundo donde la protagonista simulaba un orgasmo de forma explícita y aparecía completamente desnuda enfrente de la cámara.
Locamente enamorado de ella, Fritz Mandl, un riquísimo magnate del armamento amigo de Hitler y Mussolini, arregló con los padres de la Kiesler un matrimonio en contra de su voluntad. Extremadamente celoso, Mandl mantenía a la bella austriaca enclaustrada en su castillo casi como una prisionera, interrumpiendo su carrera cinematográfica e intentando por todos los medios secuestrar todas las copias existentes de Éxtasis. Obligada a asistir a cenas con los jerarcas fascistas y a reuniones con científicos e ingenieros, la más que inteligente señora Mayer se hizo pasar por tonta, aprovechando la ocasión para recopilar información privilegiada sobre la más avanzada tecnología militar de la época, cuyos detalles transmitió con posterioridad al gobierno norteamericano. Finalmente, harta de su marido y de los nazis, protagonizó una huida rocambolesca haciéndose pasar por una sirvienta a la que sedujo y, al parecer, escapando de los guardaespaldas de Mandl por la ventana del baño de un restaurante. Una vez libre, desde Austria viajó a Paris y después a Londres, donde conoció a Louis B.Mayer, dueño de la Metro Goldwyn Mayer, al que convenció con facilidad de estar ante la próxima estrella del séptimo arte. A partir de 1938, y ya bajo el nombre por el que es recordada, la formidable Hedy Lamarr se convirtió en una de las actrices más famosas del Hollywood dorado de la década de los 40. Con su exótica belleza protagonizó casi 30 películas, convirtiéndose en una celebridad y cautivando a una generación entera de hombres. Muchos fueron los soldados aliados que llevaron su foto o su nombre tatuado durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, ya fuese en las trincheras europeas o en los archipiélagos del Océano Pacífico.
Pero además, y por increíble que parezca, mientras actuaba y se convertía en madre de dos niños la antifascista Lamarr se dedicó nada menos que a pensar en cómo los aliados podían eludir las contramedidas electrónicas que usaban los alemanes para bloquear los torpedos controlados por radio. Con ayuda de un vecino que era compositor de vanguardia y que había experimentado con un mecanismo automático para las teclas del piano, la genial ingeniera de telecomunicaciones desarrolló la crucial idea del “salto de frecuencias”, basada en suministrar al torpedo una secuencia establecida por el emisor de manera que para el enemigo resultase poco menos que imposible escanearla (1).
El asombroso invento fue inmediatamente catalogado como “secreto” por el gobierno norteamericano, pero las dificultades para ponerlo en marcha con la tecnología disponible en los años 40 hicieron que su utilización se postergase hasta 1962, durante la crisis de los misiles en Cuba, cuando, por desgracia para ella, la patente registrada por la antigua actriz ya había expirado. Con posterioridad, su sistema de “salto de frecuencias” ha sido uno de los fundamentos del desarrollo de toda la moderna tecnología de comunicaciones en banda ancha, incluyendo el Bluetooth y el COFDM, el método de codificación utilizado en las redes Wi-fi, la televisión digital, el acceso ADSL a Internet o los móviles 4G. En 1997, la “Electronic Frontier Foundation” concedió un premio especial a la bella ingeniera por su descubrimiento de juventud. En los países de habla germana, el día del inventor se celebra en su fecha de nacimiento.
Tras una larga vida en la que, entre otras cosas, trabajó en inventos de cosmética, collares para perros, semáforos o cambios del diseño del Concorde, Hedy Lamarr falleció en el año 2000, después de años de litigar por la protección de sus derechos de imagen y para defenderse de acusaciones de cleptomanía. Estuvo casada seis veces, pero nunca fue feliz del todo. Como dijo en una ocasión, “tengo que dejar de casarme con hombres que se sientan inferiores a mí”.
Así que la próxima vez que veáis Sansón y Dalila mientras chateais por Internet, mostrad un poco de respeto. Después de todo, la morena explosiva que le toma el pelo a Sansón es la responsable de que os estéis conectando a la Wi-fi…
¡Hasta la semana que viene!
(1)      Lamarr ofreció sus servicios como ingeniera a su país adoptivo en repetidas ocasiones, pero el gobierno norteamericano prefirió utilizar su belleza y popularidad, ofreciendo, por ejemplo, un beso de la hermosa actriz por la compra de 25,000 $ en bonos de guerra. En una sola noche se recaudaron siete millones…

viernes, 11 de abril de 2014

Vidocq, el legendario


Retrato de Vidocq, el primer detective privado
 

Vidocq, el legendario

Si hay un nombre asociado con la ciencia y envuelto en las brumas de la leyenda, es sin duda el de Eugène François Vidocq, el enigmático espía, policía y detective francés que inspiró a Victor Hugo para crear los personajes principales de Los Miserables, a Edgar Allan Poe para dar forma a su detective Auguste Dupin y a Sir Arthur Conan Doyle para desarrollar la personalidad del más famoso investigador de ficción de todos los tiempos, el célebre Sherlock Holmes.
 
Nacido poco antes de la Revolución Francesa, Vidocq tuvo una vida de película en una época extremadamente turbulenta. Maestro consumado del disfraz, camorrista y mujeriego, en su juventud se alistó como soldado, cambiando de uniforme como quien cambia de camisa (*). Fue encarcelado varias veces por contrabando, deserción, comportamiento incívico y espionaje, pero siempre eludió la guillotina consiguiendo indultos o huyendo disfrazado de cualquier cosa, desde oficial de marina a monja. Finalmente, para escapar de una condena a galeras se ofreció a la policía francesa como informante y espía.
 
A partir de 1811, y ya desde el bando legal, Vidocq empezó a desarrollar las técnicas de criminalística que le harían célebre en el mundo entero. En una época en donde la investigación se basaba todavía en gran medida en delaciones y confesiones, muchas de ellas falsas, el genial detective francés introdujo meticulosas técnicas de análisis que revolucionaron para siempre la disciplina. Para empezar, elaboraba detallados informes de los rasgos físicos y modus operandi de los sospechosos y de sus acompañantes, inflitrándose entre ellos mediante asombrosas técnicas de caracterización. Cuando llegaba a la escena de un crimen, ordenaba que nadie tocase nada hasta que se hubiese realizado un examen exhaustivo y una recogida de pruebas, incluyendo moldes de pisadas, objetos manchados de sangre y fragmentos de todo tipo. Si el crimen lo había producido un arma de fuego, daba orden de extraer la bala del cadáver para cotejarla con los proyectiles de otras pistolas.
 
Tal fue el éxito de sus novedosas técnicas, que el gobierno francés amplió sus competencias y le dotó de todo tipo de medios, organizando bajo su mando la “Brigade de la Sûreté”, la primera agencia de seguridad del mundo propiamente dicha, germen de la policía y de los servicios de espionaje modernos. Admirado y temido por igual, a lo largo de su carrera recibió tantos elogios como despertó envidias y resentimientos. Además de para descubrir y arrestar a criminales, los gobernantes de Francia utilizaron sus servicios para combatir a los insurgentes y a la disidencia, lo cual le acarreó no pocas críticas.
 
Algunos de sus métodos, como el empleo de ex-convictos para que le ayudasen, forzaron su dimisión en 1832, pero eso no terminó con la carrera de Vidocq, quien acto seguido fundó la primera agencia privada de detectives de la historia. A partir de ese momento, sus brillantes intervenciones se vieron entorpecidas por continuos problemas con la policía, harto de los cuales se retiró de la investigación activa, dedicando sus últimos años a escribir.
 
Cuando falleció en 1857, el mundo de la investigación criminal había cambiado para siempre, y ya nunca abandonaría el enfoque cuyas técnicas y procedimientos desembocaron más adelante en lo que ha venido a denominarse como “policía científica”. A pesar de lo mucho que se ha exagerado escribiendo sobre él, puede decirse que los modernos archivos policiales,  la toma de huellas dactilares, la balística, la antropología forense o las modernas técnicas de identificación por ADN tienen su origen en este antiguo soldado de fortuna que hizo del disfraz un arte y que metió de lleno la ciencia en la investigación policial.
 
¡Hasta la semana que viene!
 
(*) Hay evidencias de que Vidocq militó  tanto en el ejército francés como en el austríaco, utilizando identidades distintas.