lunes, 24 de octubre de 2016

El astrólogo omeya que pudo volar

Representación figurada del "vuelo" de ibn-Firnas


El astrólogo omeya que pudo volar

 


La Córdoba de los siglos IX y X debió ser, sin duda, un lugar fascinante, lleno de tipos extraordinarios que se afincaron allí atraídos por la reputación de la brillante capital de al-Andalus, por aquel entonces una de las cuatro ciudades mayores y más avanzadas del planeta. Uno de esos personajes fabulosos fue Abbas ibn Firnas (Abbas Abu al-Qasim ibn Firnas ibn Wirdas al-Takurini), un auténtico Leonardo que, si atendemos a todo lo que se dice de el, practicaba con maestría la medicina, la alquimia, la ingeniería, la astrología, la prestidigitación, la música y la poesía.
 
Nacido en lo que hoy es Ronda, en la provincia de Málaga, se sabe que Abbas era un mawlá omeya de origen bereber que trabajó al servicio de tres emires cordobeses, incluido Abderramán II, hasta 887, que fue el año en el que murió. Su gran habilidad como poeta y como astrólogo le valió el aprecio de los gobernantes cordobeses durante muchas décadas, pero ha pasado a la historia sobre todo por sus inventos y sus contribuciones a la ciencia. Una de las principales fue el traerse desde Irak las tablas astronómicas indias del Sind Hind, que con el tiempo resultarían fundamentales para el desarrollo de la ciencia en Europa. Entre los muchos artilugios que inventó, es célebre un “simulacro del cielo” que montó en una habitación de su casa para solaz de sus invitados, en el que se representaban los astros y las nubes y hasta se simulaban con luz y sonido los relámpagos y los truenos. También diseñó y construyó una magnífica esfera armilar, así como la primera clepsidra de flujo constante conocida hasta la fecha en al-Andalus. Según parece, descubrió asimismo un novedoso método para tallar el cristal de cuarzo que permitió a los andalusíes el no tener que importarlo, lo que supuso un gran impulso económico para los hornos cordobeses.
 
Pero la principal hazaña que se recuerda del extraordinario sabio andalusí es su supuesto intento de volar, algo que perduró en la memoria colectiva durante siglos, sirviendo de inspiración a romances y relatos a lo largo de la España hispano-musulmana. En efecto, y según una de las dos únicas fuentes conocidas, el Nafh at-tib del argelino Al-Maqqari, escrito a principios del siglo XVII:
 
«Se las ingenió para que su cuerpo volara. Se revistió con plumas y se colocó dos alas. Voló por el aire una gran distancia; pero el ingenio no le sirvió en la caída, ya que se daño el trasero. No tuvo en cuenta que el ave solamente cae sobre el arranque de su cola y no se fabricó ninguna» (Al-Maqqari, 1986: IV, 348-349)
 
Parece claro que Al-Maqqari se inspiró en el Mugrib, un texto del siglo XIII del historiador ibn Sa´id, quien apunta a que el intrépido aeronauta dió «...un salto en el cielo de la zona de Ruşãfa, alzarse por el aire y planear sobre él hasta que cayó a una considerable distancia» (Ibn Sa´id, 1953-55: 333)
 
Por lo que se vé, el “vuelo” debió ser algo parecido a un salto con ala delta empleando un artilugio construido con madera y tela, aunque los historiadores no mencionan cuanta distancia recorrió el bueno de Abbas. Por otra parte, algunas fuentes secundarias indican que el sabio cordobés se inspiró en el salto previo de un tal Armen Firman, quien se habría tirado desde una torre cordobesa unos veinte años antes utilizando un armazón de madera, pero la mayoría de los especialistas creen que el tal Firman no sería otro que el propio ibn Firnas, ya que no solo ambos nombres son muy parecidos sino que Abbas, del que se dice que fue un “joven” testigo del salto de Armen, habría tenido en realidad por aquel entonces no menos de cuarenta años, lo que parece apuntar hacia una confusión.
 
Fuesen cuales fuesen los auténticos detalles del extraordinario suceso, la fama de Abbas ibn Firnas ha trascendido el tiempo y el espacio para convertirle en uno de los símbolos más queridos de la luminosa Córdoba del siglo IX, así como en uno de los héroes favoritos de las modernas historiografía y literatura musulmanas. No en vano, en su honor hoy en día se han bautizado un centro astronómico en su ciudad natal, Ronda, un puente en la Córdoba de sus amores y hasta un cráter de la Luna. Por no hablar de las muchas representaciones figuradas del famoso “vuelo” que jalonan varios museos y edificios a lo largo del mundo islámico, ese que se enorgullece de contar entre sus antepasados nada menos que con un legendario pionero de la aviación.
 
¡Hasta pronto!

domingo, 9 de octubre de 2016

Ovnis, cosmonautas, y la invasión de la prensa amarilla

El astronauta L. Gordon Cooper Jr., antes del lanzamiento del Mercury
 

Ovnis, cosmonautas, y la invasión de la prensa amarilla

 
Es un hecho que por internet circulan innumerables bulos que narran los extraños avistamientos de los que, supuestamente, fueron testigo los astronautas de los años sesenta del siglo pasado durante el transcurso de la carrera espacial, incluyendo el célebre alunizaje de 1969. Ciertamente, muchos de los astronautas de los proyectos Gemini y Apollo se tropezaron con objetos que a la postre no resultaron ser sino satélites artificiales, piezas de sus cohetes propulsores y cosas por el estilo pero, a lo largo de los años, muchas revistas de temática ufológica o sensacionalista han publicado informes falsos, fotografías retocadas y conversaciones tergiversadas o que nunca llegaron a ocurrir como si hubiesen sido ciertas, alimentando la leyenda de que los cosmonautas de los años sesenta trabajaban literalmente rodeados de extraterrestres.
 
Sin embargo, es menos conocido que, por extraño que pueda parecer, algunos de los héroes que protagonizaron aquella época llegaron a ser firmes partidarios de los extraterrestres. Es el caso de Gordon Cooper, uno de los miembros originales del proyecto Mercury, quien se pasó media vida asegurando que el gobierno americano estaba ocultando información. Aunque a menudo hacía referencia a «cientos» de avistamientos realizados tanto por él como por otros pilotos, su principal argumento era que, en 1957, unos trabajadores de su equipo que hacían un seguimiento de los aviones que aterrizaban en la base Edwards de la fuerza aérea en California le entregaron una película y varias fotografías de un extraño objeto con pinta de platillo que había aterrizado a menos de cincuenta metros de ellos antes de volver a despegar. Según Cooper, el Pentágono le reclamó el asombroso material y él nunca llegó a volver a verlo. Por el contrario, la versión oficial de este incidente es que lo que se observó y fotografió fue un globo meteorológico. En cualquier caso, Cooper tardó veinte años en relatar lo sucedido en una entrevista, lo que sin duda restó precisión a sus recuerdos.
 
Otros astronautas, como Donald “Deke” Slayton, o el ruso Vladimir Kovalenok (este último ya en 1981) declararon en su día haber visto cosas raras, y según una leyenda urbana Joe Walker habría admitido que tenía instrucciones de detectar ovnis. También Edgar Mitchell, uno de los tripulantes del Apollo 14, aseguró durante una entrevista telefónica en el año 2008 que el gobierno norteamericano estaba ocultando que los extraterrestres nos habían visitado. Mitchell llevaba ya mucho tiempo denunciando una conspiración al respecto, aunque el hecho de que el antiguo héroe creyese en la telepatía y en otros fenómenos paranormales, así como que hubiese fundado en su día el “Instituto de Estudios Noéticos”, no ayudó demasiado a que le tomasen en serio. Además, Mitchell siempre reconoció no haber sido nunca un testigo presencial en un incidente ovni, estando su convicción más basada en el testimonio de terceras personas que en el suyo propio.
 
Por supuesto, estas cosas encantaban a la prensa, que siempre que pudo intentó sacarles partido. Prueba de ello es una anécdota relatada por Frank Borman, uno de los tripulantes de la Gemini 7, que al ofrecerse en 1997 para acudir al programa de televisión Unsolved Mysteries con objeto de desmentir que hubiese visto un ovni en 1965, se encontró con la impagable respuesta: “Bueno, no estamos seguros de quererle en el programa”. Y años más tarde, “Buzz” Aldrin, uno de los dos astronautas que pisaron la Luna por primera vez en 1969, fue objeto de una mala pasada cuando su explicación de como un objeto misterioso que observaron él y sus compañeros no era a su juicio más que uno de los pequeños paneles que se habían desprendido de la nave, fue suprimida a propósito en la entrevista publicada por el Science Channel para dar la impresión de que la tripulación del Apollo 11 se había topado con un objeto de naturaleza desconocida. Bastante molesto, Aldrin se puso en contacto con los gestores del programa para que rectificasen su postura, pero, como era de esperar, no le hicieron ni el más mínimo caso.
 
Después de todo, ¿a quién le importa una verdad prosaica si puede ganarse audiencia vendiendo una noticia sensacional?
 
¡Hasta pronto!
 
Nota: Este artículo es una adaptación ampliada del texto incluido en uno de los capítulos del libro "Los vikingos de Marte", obra del autor del blog.