jueves, 2 de mayo de 2013


Lysenko y Stalin en el Kremlin , en 1935. Lysenko es el que habla...
 

Algunas décadas en la agricultura del “más allá”

 
Por extraño que pueda parecer, muchos de los primeros dirigentes soviéticos rechazaban las ideas de Mendel y de Darwin y abrazaban las obsoletas ideas de Lamarck acerca de la herencia de los caracteres adquiridos. Además, y por razones tanto ideológicas como pragmáticas, hombres como Stalin o Nikita Khrushchev desconfiaban de ciertos aspectos de la “ciencia burguesa”, alentando alternativas que sirvieron de caldo de cultivo para el advenimiento de algunos charlatanes tan estrafalarios como peligrosos.

Sin duda, el más dañino de estos personajes fue Trofim D. Lysenko, un antiguo campesino con estudios de ingeniero agrónomo quién, tras la política de colectivización de las granjas decretada por Stalin en 1929, en la que millones de personas murieron de hambre como consecuencia del irresponsable cambio en los métodos de cultivo, progresó hasta llegar a dirigir la Academia de Ciencias Agrícolas de la Unión Soviética. El bueno de Lysenko denunció la genética moderna como una impostura, hasta el punto de convertir la biología de su país en una especie de pseudociencia que defendía una confusa mezcla de ideas lamarquianas y darwinistas, oponiéndose virulentamente a la genética de Mendel. Apoyado por Stalin, y convertido en el “gurú” de la agricultura soviética, intentó aplicar el materialismo a la biología, promoviendo en toda la URSS una serie de extravagantes prácticas agrícolas.

Lysenko aseguraba que era posible tratar las semillas para provocar cambios que luego se transmitían entre generaciones, una extraña reminiscencia de las viejas ideas de Lamarck. Además, opinaba que los experimentos de laboratorio eran inútiles, y que sus teorías había que ponerlas en práctica en cosechas enteras para mejorar la producción agrícola. Embaucando al campesinado por medio de la propaganda oficial, afirmaba ser capaz de obtener prodigiosos resultados para la agricultura soviética, multiplicando las cosechas y reduciendo su periodo de maduración. De esta forma, en una curiosa mezcla de tecnología y magia, las granjas colectivas experimentaron un incremento fenomenal del número de tractores (*) al mismo tiempo que recibían instrucciones para, por ejemplo, enfriar las semillas antes de plantarlas como método de mejorar la producción.
Como efecto colateral, los científicos “mendelianos” fueron perseguidos por todo el país (incluyendo al gran biólogo Nikolái Vavílov, que fue asesinado por la NKVD), de manera que en el país del ¨Sputnik¨ y la bomba de hidrógeno el nivel de la biología retrocedió varias décadas. No fue sino después de la muerte de Khrushchev cuando la situación cambió. Tras tres décadas de dominar la agricultura y la genética en el imperio soviético, Lysenko fue desacreditado y destituido de todos sus cargos a mediados de la década de los 60.

Entonces, y solo entonces, la agricultura soviética regresó del "más allá".

¡Hasta dentro de dos semanas!

(*) El nº de tractores en la URSS pasó de tan solo unos 66.000 en 1930 a más de 483.000 en 1939.

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