La inmortal Agatha Christie
El talio, la enfermera y El misterio de Pale Horse
La enfermera Marsha Maitland estaba
sentada al lado de la cama en una de las habitaciones del hospital de
Hammersmith, en Londres, contemplando en silencio a la pequeña que respiraba
con dificultad. La niña, de diecinueve meses, había llegado desde Qatar
acompañada por sus padres, en estado de semi-inconsciencia y con la presión
sanguínea en descenso. Los médicos habían intentado estabilizarla, pero nada
parecía poder detener el proceso de deterioro que la estaba condenando. Simplemente,
se moría. Y, lo que era más embarazoso, nadie sabía por qué.
Marsha Maitland no tenía en ese
momento mucho que hacer, así que echó mano de la novela de Agatha Christie que
estaba leyendo últimamente, El misterio
de Pale Horse. Mientras lo hacía, sus pensamientos a menudo volvían al
extraño caso de la niña, a cuyo misterioso mal nadie en todo el hospital
parecía capaz de ponerle nombre. Los médicos se estaban devanando los sesos intentando
averiguar de qué enfermedad se trataba, pero lo único que sabían con certeza es
que la vida de la pequeña se apagaba poco a poco, que su respiración se volvía
cada vez más débil y que empezaba a perder el pelo.
Marsha, de repente, dio un respingo.
Acababa de leer en la novela que a una de las víctimas del asesino se le estaba
cayendo el pelo… ¡y empezó a caer en la cuenta de que otros síntomas también
encajaban! Agatha Christie era una autora con buenos conocimientos sobre
toxicología… ¿Sería posible que la pequeña que yacía postrada en la cama de al
lado estuviese sufriendo un envenenamiento por talio, la mortal sustancia con
la que se cometían los asesinatos en El
misterio de Pale Horse?
Inquieta y esperanzada, la intrépida
enfermera compartió sus sospechas con Victor Dubowitz, el médico encargado del
caso. Aunque incrédulo en un principio, Dubowitz se dio cuenta de que ante lo
desesperado del caso había poco que perder. Entró en contacto con Scotland
Yard, que le puso en contacto con un laboratorio capaz de analizar el talio y
también con un delincuente que estaba en la cárcel por envenenar a su familia y
a sus colegas de trabajo, y que conservaba un cuaderno de notas con los
síntomas detallados del envenenamiento.
El resultado de la pintoresca
investigación fue espectacular. Los atribulados padres no tenían la menor idea de cómo podía haberse intoxicado su hija, pero el hecho es que en la sangre de la niña había una
cantidad de talio diez veces superior a la normal. Tras una serie de pesquisas, resultó evidente que la pequeña había ingerido un pesticida habitualmente utilizado en su barrio natal para combatir a
las cucarachas y a los roedores. Al gatear por el suelo, la pequeña lo tocaba
con los dedos y a continuación se lo llevaba a la boca. Una vez dentro del
organismo, el ponzoñoso elemento se cuela por los canales celulares que utiliza
el potasio e interfiere con un gran número de sistemas enzimáticos. Y lo peor
es que no te enteras, porque el veneno tarda semanas en hacer efecto. Las
disoluciones de sus sales son incoloras, inodoras e insípidas, y los síntomas
que provoca pueden confundirse con los de muchas enfermedades, por lo que pasa
prácticamente desapercibido. Es el veneno perfecto, y ha protagonizado muchas
historias rocambolescas de asesinato.
El equipo de Dubowitz empezó a tratar
a la niña con azul de Prusia, un agente químico que “secuestra” el talio,
enlazándolo fuertemente y evitando que sea absorbido. A las pocas semanas la pequeña
se había recuperado considerablemente y a los cuatro meses se le dio el alta.
El extraordinario caso fue incluido en la edición de junio de 1977 del British Journal of Hospital Medicine y a
partir de ahí dio la vuelta al mundo. Por desgracia, Agatha Christie había
fallecido el año anterior, de modo que la inmortal escritora no pudo llegar a
ver como su talento y su fabuloso conocimiento de los venenos había salvado la
vida de una persona de verdad, una pequeña de poco más de año y medio que, a la
postre, resultó ser una de las pocas supervivientes de El misterio de Pale Horse. Para que luego digan que la realidad no
supera a la ficción...
¡Hasta pronto!
Nota- Texto adaptado del libro del autor: Esto no estaba en mi libro de historia de la química
Nota- Texto adaptado del libro del autor: Esto no estaba en mi libro de historia de la química
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