lunes, 9 de octubre de 2017


Imagen del Japón en el cambio de siglo

El valle del Jinzü y la maldición del "itai-itai"


La historia de las intoxicaciones masivas por sustancias químicas vertidas al medio ambiente está íntimamente ligada al desarrollo industrial, y entre todos los casos registrados hasta la fecha, quizá uno de las más emblemáticos haya sido el sufrido por los habitantes de la cuenca del río Jinzü, en la prefectura de Toyama, en Japón. La razón de ello es que no solo estamos ante uno de los envenenamientos en los que más tiempo se tardó en descubrir la causa, sino que se trató de la primera, y única hasta la fecha, intoxicación colectiva por cadmio que registra la historia.

La cuenca del Jinzü venía siendo objeto de actividades mineras desde el s VIII, aunque la producción no comenzó a aumentar en serio hasta el s XVII, primero con la extracción de plata y luego con la de cobre y de zinc. A finales del XIX, la explotación se volvió industrial, con grandes hornos que permitieron hacer frente a la mayor demanda de materias primas como consecuencia de la Guerra Ruso-Japonesa y de la Primera Guerra Mundial. A partir de entonces, la producción no paró de aumentar. Aunque la obtención industrial de cadmio no comenzó hasta 1944, la extracción descuidada del zinc tuvo como consecuencia la contaminación de los suelos con grandes cantidades de aquel. El cadmio pasaba al rio, cuya agua, entre otras cosas, se utilizaba para beber y para regar los campos de arroz a lo largo de su recorrido. El arroz acumulaba el ponzoñoso metal, que pasaba al organismo de las personas que lo consumían.

Pero, una vez dentro del cuerpo, el cadmio es químicamente tan parecido al zinc que lo sustituye en los sistemas enzimáticos que precisan de este último. De hecho, la razón de que el arroz de la ribera del río Jinzü absorbiese cadmio no era otra que el haberlo «confundido» con el zinc. En los humanos, el cadmio se concentra sin parar en órganos como el hígado o los riñones, comenzando a dar síntomas de envenenamiento crónico. Entre sus principales efectos, los huesos se vuelven débiles y quebradizos, dando lugar a deformidades y fracturas, aparecen patologías del sistema inmunitario y también insuficiencia renal. Los niveles elevados de cadmio en el organismo están incluso asociados con el cáncer de pulmón, no en vano la concentración de este metal en la planta del tabaco hace que los fumadores empedernidos pueden llegar a absorber una dosis diaria de cadmio muy superior a la de una persona normal.

         El gran parecido entre el cadmio y el zinc en cuanto a su comportamiento químico es también una de las principales razones de que la minería de este último pueda dar lugar a la contaminación por el primero. De hecho, el cadmio no fue descubierto hasta 1817 porque siempre se encuentra tan asociado al zinc que los científicos tardaron mucho tiempo en darse cuenta de que los minerales de este metal contenían también un elemento diferente.

Los primeros casos de intoxicación en la prefectura de Toyama aparecieron hacia 1912, sin que llegase a conocerse la causa. El dolor que sufrían los afectados llegaba a ser incapacitante, como demuestra el hecho de que a la enfermedad se la bautizase como «itai-itai» (algo así como «¡ay, ay!).  Afectaba principalmente a mujeres, pero hasta finales de la Segunda Guerra Mundial no comenzaron las pruebas médicas para determinar la causa de la enfermedad. En 1955 comenzó a sospecharse del cadmio y seis años más tarde se concluyó que una explotación minera gestionada por la empresa Mitsui Mining and Smelting era la principal responsable de la contaminación. Las subsiguientes acciones legales desembocaron en indemnizaciones para las víctimas, que llegaron a contarse por cientos. La mala noticia es que el proyecto de limpieza de las áreas contaminadas finalizó en 2012 después de haber costado una auténtica fortuna. La buena, que desde 1946 no se ha producido ningún nuevo caso de itai-itai, lo cual no es solo un alivio, sino que demuestra lo importante que es el control de las autoridades sobre una industria que, muchas veces, primero dispara y luego pregunta.

En cuanto a la minería del zinc y del cadmio, hoy en día está mucho más controlada en cualquier parte del mundo, a pesar de lo cual la OMS sigue incluyendo a este último en el “top10” de asesinos sigilosos. No vaya a ser que alguien, en algún lugar del planeta, vuelva a gritar desconsoladamente «itai-itai».

¡Hasta pronto!

Nota- Texto adaptado del libro del autor: Esto no estaba en mi libro de historia de la química

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