Representación de la fisión del núcleo del átomo de uranio-235
La fugitiva, su sobrino, y el amanecer de la Era Atómica
Nacida
en Austria, Lise Meitner fue una auténtica lumbrera que llevaba varias décadas
trabajando en Alemania con su colega Otto Hahn cuando tras el Anschluss de 1938 se vio obligada a salir corriendo
para evitar que los nazis la detuviesen por ser de ascendencia judía. Por
suerte, consiguió escapar cruzando la frontera holandesa equipada con un anillo
de la madre de Hahn que éste le regaló para que pudiese sobornar a los guardias
fronterizos, y llegar hasta Suecia, donde entró a trabajar en un inhóspito
laboratorio de un instituto adjunto a la Universidad de Estocolmo. Desde allí
se carteaba con Hahn, quien procuraba ponerle al tanto de las investigaciones
que había iniciado con ella y que ahora llevaba a cabo junto a Fritz Strassman,
y que consistían en bombardear uranio con neutrones para ver lo que pasaba.
En
diciembre de aquel año, la brillante fugitiva llevaba meses intrigada por los
extraños resultados de los alemanes, que creían haber identificado isótopos de
radio como consecuencia del bombardeo. Esto era muy raro, porque el átomo de
radio tiene cinco protones menos que el de uranio y tanto las predicciones
teóricas como los experimentos llevados a cabo hasta la fecha indicaban que en
las colisiones de partículas fundamentales con núcleos atómicos solo podían
producirse elementos con dos protones menos o bien con uno más. Entonces la exiliada
Lise recibió una nueva carta de Hahn en la que este le explicaba que lo que en
realidad habían encontrado era bario, un elemento químicamente parecido al
radio pero con la mitad de tamaño del átomo de uranio. Esto ya era el colmo. ¿Podía
tratarse de un error? Meitner lo dudaba, porque sus colegas alemanes eran dos
químicos excelentes, pero los resultados eran tan extravagantes que el propio
Hahn le rogaba a la genial austriaca «... quizá tú puedas sugerir alguna
explicación fantástica. Nosotros nos damos cuenta de que esto no puede
realmente producir bario».
A
Meitner no se le ocurría nada, pero tenía un sobrino, Otto Robert, de apellido
Frisch, que era muy inteligente y también se dedicaba a la física. Robert tenía
la costumbre de pasar las navidades con su tía, y aunque estaba a punto de
trasladarse a Inglaterra, trabajaba todavía en Copenhague, por lo que no le
costó gran cosa visitarla en la pequeña ciudad de Kungälv, donde estaba
descansando con unos amigos. Allí la encontró reflexionando sobre la carta de
Hahn, y se sintió intrigado de inmediato. Meitner, por su parte, agradeció de
veras el poder charlar con alguien que pudiese
entender el problema. Un día, caminando por el bosque nevado (Frisch
equipado con sus esquíes), los dos familiares se pusieron a especular sobre el
tema hasta que, estimulados el uno por el otro, se les ocurrió la por aquel entonces totalmente descartada posibilidad de que un núcleo atómico pudiera partirse. Entonces, se sentaron en un tronco y, por increíble que pueda parecer,
calcularon rápidamente que uno de los isótopos del uranio podía ser lo suficientemente inestable como
para que su núcleo se rompiese en dos pedazos al recibir el impacto de un neutrón. Lise también calculó la masa
de los hipotéticos productos de la rotura, encontrando con asombro que había una
diferencia de masa con respecto al átomo original que, de acuerdo con la célebre ecuación de Einstein, equivalía a la energía
que adquirían los primeros al separarse.
Preso
de la excitación que todo científico experimenta cuando presiente que ha
descubierto algo verdaderamente extraordinario, el inquieto sobrino regresó a
Copenhague y habló de sus especulaciones al gran físico Niels Böhr, quien al
escucharle no pudo menos que exclamar: «¡Qué idiotas hemos sido todos! ¡Esto es
maravilloso!»
Antes de escribir el artículo que les haría célebres tanto a él
como, sobre todo, a su tía, Frisch también le preguntó a un biólogo del
laboratorio cómo se llamaba el proceso por el que una célula se dividía en dos.
A los pocos segundos, el sobrino más listo de Lise Meitner había bautizado el mecanismo
descubierto por los dos químicos alemanes con el nombre de fisión nuclear,
cambiando el mundo para siempre e inaugurando una nueva etapa en la historia de la humanidad.
¡Hasta
pronto!
Nota- Texto adaptado del libro del autor: Esto no estaba en mi libro de historia de la química
Nota- Texto adaptado del libro del autor: Esto no estaba en mi libro de historia de la química
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