jueves, 21 de noviembre de 2013

Pons (izda.) y Fleischmann (dcha.)
 

El fiasco de la energía barata

 
Hambrienta de energía y acosada por el cambio climático, la humanidad lleva décadas esperando el advenimiento de la fusión nuclear, la fuente de energía definitiva, inagotable y limpia, que nos libre para siempre del temor al agotamiento de los recursos naturales. Los innumerables problemas técnicos y la gigantesca inversión necesaria para confinar el deuterio a temperaturas similares a las del sol hacen que la espera resulte larga y difícil de asumir. Por eso, cuando ocasionalmente sale a la palestra alguna noticia sobre la “fusión fría” una supuesta forma de obtener la conversión del deuterio en helio a bajas temperaturas, a los devotos de las pseudociencias se les hace la boca agua, al menos durante el tiempo que dura la, por descontado, falsa alarma.
 
El más famoso incidente relacionado con la llamada “fusión fría” tuvo lugar en 1989, cuando los electroquímicos de la Universidad de Utah, Martin Fleischmann y Stanley Pons, creyeron genuinamente haberla encontrado. Mientras trabajaban en su laboratorio,  Fleischman y Pons detectaron una misteriosa emisión de energía en forma de calor, que incluso llegó a agujerear  la mesa, cuando se llevaba a cabo la electrólisis del agua pesada en presencia de electrodos de paladio. Espoleados por la perspectiva de hacerse ricos y pasar a la posteridad, y sin haber sometido sus resultados a revisión alguna, los dos intrépidos científicos anunciaron imprudentemente que habían encontrado un procedimiento mediante el que el deuterio se convertía en helio nada menos que a temperatura ambiente. La prensa mundial, siempre ávida de descubrimientos sensacionales, recogió la noticia, y Fleischmann y Pons se convirtieron de la noche a la mañana en celebridades.
 
Sin embargo, los descubrimientos “sensacionales” suelen mosquear bastante a los científicos más rigurosos. Desconcertados por el increíble resultado, varios grupos intentaron repetirlo con resultados nulos. Al poco tiempo, se organizó un congreso extraordinario en donde los dos electroquímicos quedaron desacreditados, al demostrarse que habían cometido todo un cúmulo de errores tanto en el desarrollo del experimento como en las técnicas de medición. A la misma conclusión llegó una comisión del gobierno estadounidense tras más de 5 meses de trabajo. En realidad, lo que sucede es que el paladio tiene una asombrosa capacidad para absorber el hidrógeno, en un proceso que todavía no se entiende del todo, pero que en modo alguno genera helio. Al parecer de la comunidad científica, las misteriosas emisiones de energía detectadas por Fleischmann y Pons no eran otra cosa que pequeñas explosiones químicas ocasionadas por la acumulación de hidrógeno, tal y como le había sucedido, por ejemplo, a los globos dirigibles tiempo atrás, o bien consecuencia de reacciones químicas provocadas por impurezas. Los dos electroquímicos simplemente se habían dejado llevar por sus sueños de gloria.
 
El inmediato descrédito de la “fusión fría”(*), un ejemplo paradigmático de “ciencia patológica”, no es más que otro recordatorio de lo importante que es el rigor para la mayor aventura de nuestra especie. Por lo demás, tendremos que esperar un poco más a que la auténtica fusión termonuclear llegue a tiempo de solucionar nuestros muchos problemas.
 
¡Hasta pronto!
 
(*) Desde el incidente descrito, se han producido y se siguen produciendo otros intentos de llevar a cabo la "fusión fría", aunque con el nuevo nombre de LENR (reacción nuclear de baja energía) con objeto de sortear la mala fama del nombre original. De momento, ninguno de ellos ha funcionado, aunque la utilización de láseres de alta potencia para provocar la ignición del deuterio podría resultar viable.

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