viernes, 2 de diciembre de 2016

Los orígenes enigmáticos del primer portulano de Occidente

La Carta Pisana en el pergamino original
 

Los orígenes enigmáticos del primer portulano de Occidente

 
En la Biblioteca Nacional de París se conserva desde 1839 una legendaria carta náutica, la Carta Pisana, sobre la que se han vertido auténticos ríos de tinta. Y no es para menos. Supuestamente confeccionada en la segunda mitad del siglo XIII (no puede ser anterior a 1256 ni posterior a 1290 debido a ciertos detalles de la información que proporciona), es el primer ejemplo que se conserva de los llamados portulanos medievales, una colección de extraordinarios mapas en los que se representan por primera vez las costas del Mediterráneo y del Mar Negro, así como parte del Océano Atlántico, con un aspecto extrañamente moderno, muy alejado de las rudimentarias representaciones hasta entonces habituales en la cartografía medieval.
 
El sorprendente mapa, bautizado con ese nombre debido a que fue encontrado en Pisa, en Italia, muestra con todo lujo de detalle los accidentes costeros así como muchos de los puertos que en aquella época jalonaban los mares mencionados, pero carece de información alguna acerca del interior, lo que prueba que se trata con toda probabilidad de una carta de navegación, la primera conocida en Occidente. Es también el primer mapa que se conserva en el que se introducen los círculos de rumbos, en concreto dos, con dieciséis divisiones correspondientes a las direcciones de la rosa de los vientos, algo que, junto con su orientación, parece estar relacionado con la difusión del uso de la brújula en la zona del Mediterráneo.
 
Tradicionalmente, se cree que la Carta Pisana y sus posibles predecesoras fueron desarrolladas en el área de influencia genovesa, entre otras cosas porque la densidad de puertos que muestra es mayor en la zona del Mar Tirreno, difundiéndose después la nueva cartografía hacia Venecia y Mallorca, donde se confeccionaron muchos de los ejemplares de los siglos XIV y XV que guardan un estrecho parecido tanto entre sí como con su ilustre precursor de Génova. Pero el verdadero misterio reside en saber cuales pudieron ser las fuentes originales de este extraordinario mapa, cuya precisión, especialmente en lo tocante a las longitudes geográficas, hace que no se encuentre nada ni remotamente parecido entre el resto de la cartografía antigua o medieval.
 
Por un lado, es evidente que gran parte de la información reflejada en la carta es de carácter eminentemente práctico, probablemente obtenida a través de la experiencia de los marineros. Además, el uso de dialectos en los nombres de algunos lugares apunta a que los detalles fueron recopilados a partir de diversas fuentes regionales. Sin embargo, a lo largo del tiempo se han sugerido otras alternativas, como la posible influencia sobre la carta de la antigua cartografía grecorromana, o como la propuesta por parte del geógrafo y explorador sueco Otto Nordenksjöld acerca de la supuesta existencia de un original perdido de origen español, posiblemente obra de Ramón Llull. También existen hipótesis más especulativas e incluso disparatadas, como la que asegura que la carta es copia de un mapa muy antiguo y extraordinariamente preciso, en el que algunos han visto la huella de una civilización desaparecida.
 
La idea de Nordenksjöld partía de la base de que todos los portulanos posteriores no eran sino copias retocadas de la Carta Pisana o de un ejemplar anterior que, según los partidarios del origen antiguo del mapa, podría haber llegado hasta Italia procedente de los archivos bizantinos tras el saqueo de Constantinopla en 1204. Sin embargo, y a pesar del indudable parecido entre todas ellas, un examen detallado de las cartas náuticas de los dos siglos posteriores muestra una cierta evolución que hace pensar en un desarrollo paulatino de la idea original a partir de su origen incierto, no existiendo prueba alguna que relacione a la Carta Pisana con las vicisitudes de la Cuarta Cruzada ni con ninguno de los cartógrafos de la antigüedad. Bien es verdad que algunos estudiosos han respaldado con ciertos argumentos que los artesanos que la confeccionaron pudieron haberse visto influenciados por los trabajos del geógrafo fenicio Marino de Tiro, esto último probablemente a través de fuentes musulmanas, o por los viejos mapas de la red de calzadas costeras del Imperio romano que se conservaban en los archivos de Constantinopla. En este último caso, una vez más sería el célebre saqueo la fuente del enigmático mapa.
 
Sea cual sea la respuesta, lo cierto es que la Carta Pisana es, por derecho propio, uno de los trabajos de cartografía más influyentes de la historia y, al mismo tiempo, uno de los que más controversias ha despertado. Desde los que no ven en el más que la cristalización de las nuevas ideas acerca de la navegación y la cartografía que se desarrollaron en el área del Mediterráneo durante el transcurso de la Baja Edad Media hasta los que piensan que se trata de un documento de origen templario que contiene instrucciones secretas, pasando por los que opinan sin ningún tipo de prueba que el mapa es copia de un original mucho más completo y confeccionado por una misteriosa civilización perdida de la edad del Hielo que algunos identifican con la Atlántida, nadie parece indiferente a la fascinación que suscita uno de los documentos más extraordinarios de toda la ciencia medieval.
 
¡Hasta pronto!

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