viernes, 11 de septiembre de 2015

El "platillo volante" que apenas llegó a volar

El Avrocar S/N 58-7055
 

El "platillo volante" que apenas llegó a volar

 
Para asombrarnos con historias extraordinarias, no hace falta recurrir a las pseudociencias, sino que basta con echarle un vistazo a la realidad. Y como ejemplo de ello, nada más adecuado que recordar el frustrado alumbramiento del  Avrocar, el ultrasecreto “platillo volante” proyectado por la US Air Force al comienzo de la Guerra Fría.
Los “platillos volantes” forman parte de la mitología colectiva de la humanidad desde que la prensa norteamericana bautizase de esta forma a los objetos no identificados avistados por el piloto Kenneth A. Arnold cerca del Mount Rainier, el 24 de junio de 1947. Para el gran público, estos “platillos” siempre han estado asociados a supuestas visitas de extraterrestres, por lo que muchos se sorprenderían al comprobar que las grandes potencias llegaron a experimentar muy en serio durante décadas con naves de forma discoidal, un diseño que fue finalmente abandonado debido a sus problemas de estabilidad y gobernabilidad. De entre todos estos proyectos, el más célebre es el del VZ-9 Avrocar.
El Avrocar fue desarrollado por la compañía canadiense Avro Aircraft Limited, como parte de un proyecto secreto del ejército del aire de Estados Unidos cuya finalidad era la fabricación de un caza que pudiese alcanzar velocidades y altitudes hasta entonces inimaginables. El hecho de que su diseñador original, Jack Frost, concibiese la idea poco después de unirse a la firma también en junio de 1947, ha hecho pensar a muchos que Frost se vio influido de alguna manera por el relato de Arnold. Frost, que había trabajado para los ingleses durante la Segunda Guerra Mundial en el diseño de los primeros aviones supersónicos, pensó en utilizar el llamado “efecto Coandă” para generar el despegue vertical de un vehículo en forma de disco, en el que el empuje lo proporcionaría un nuevo motor de forma también discoidal que el ingeniero británico había desarrollado.
Desde muy pronto, el ejército norteamericano se mostró interesado por las ideas de Frost, ya que los aviones con despegue vertical podían ser muy útiles en el contexto de una entonces previsible guerra nuclear, en la que era de esperar que las bases aéreas convencionales quedasen pronto inutilizadas. Además, los diseños más avanzados de Frost parecían prometer un buen rendimiento tanto a velocidades supersónicas como subsónicas, algo que hasta entonces no ofrecía ninguna de las ideas alternativas. Si bien al principio los costes del proyecto crecieron tan rápidamente que el gobierno llegó a desvelar el secreto a la prensa con objeto de recaudar fondos adicionales, tanto la empresa canadiense como el gobierno norteamericano terminaron por financiarlo con grandes cantidades de dinero. Se llegaron a estudiar una gran variedad de diseños y se pusieron en marcha prototipos cuyos detalles se filtraron a la prensa, que llegó a decir que los OVNIs eran, en realidad, "platillos" fabricados por los rusos.
Tras varios incidentes de gravedad en las pruebas con los motores, en 1958 se abandonó la idea del “gran platillo volante” y Frost propuso diseñar un vehículo más pequeño, una especie de “jeep volador” que podría sustituir eventualmente a los helicópteros, al que bautizó como Avrocar. El ejército norteamericano volvió a comprar la idea y ordenó la fabricación de dos prototipos. Sin embargo, el proyecto afrontó un sinfín de problemas de índole tanto burocrática como técnica, estos últimos debidos fundamentalmente a la imposibilidad práctica de hacer despegar correctamente y después gobernar a los prototipos en vuelo. Los aparatos mostraban defectos aerodinámicos y problemas técnicos de toda índole, de modo que el más avanzado de ellos apenas se levantaba del suelo, era muy lento y, además desprendía cantidades inaceptables de calor y de ruido. Finalmente, el proyecto fue cancelado en diciembre de 1961 y los dos célebres prototipos terminaron en museos. Así terminó la historia de uno de los más extraordinarios proyectos de ingeniería aeronáutica de todos los tiempos, un costoso fiasco cuyos detalles técnicos, sin embargo, inspiraron a los ingenieros para la posteridad. Con el tiempo, los aviones convencionales de despegue vertical (VTOL en siglas) se convirtieron en un hecho, y la NASA ha retomado la vieja idea de Frost para desarrollar algunos prototipos con vistas a un futuro aterrizaje en Marte aunque, de momento, parece que siguen sin resolverse los muchos problemas técnicos asociados al vuelo de aparatos con forma circular.
¿Será que los extraterrestres lo saben hacer mejor? (*)
¡Hasta pronto!
(*)La historia del Avrocar es una prueba más de lo inconsistentes que resultan las teorías de la conspiración según las cuales los gobiernos conservan desde hace décadas restos de platillos volantes estrellados de origen extraterrestre. Si fuese así, ¿no veríamos platillos americanos y rusos por todas partes? ¿O es que acaso los ingenieros humanos son tontos?

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