jueves, 10 de octubre de 2013



Catedral de San Carlos de Bariloche
 

Perón, la fusión atómica

y los nazis de la Patagonia

Envuelta en un aura de misterio, la localidad de San Carlos de Bariloche, en la Patagonia argentina, siempre ha estado ligada a leyendas relativas a nazis escondidos (*) que han derivado en todo tipo de fantasías y especulaciones acerca del desarrollo de tecnologías revolucionarias (ovnis, propulsión anti-gravedad, etc…) en secretos laboratorios ubicados tanto en la misma Patagonia como en la vecina Antártida. Sin embargo, muchos de estos delirios tienen su origen en un pintoresco suceso que, por increíble que pueda parecer, es absolutamente verídico.
 
En la isla Huemul, situada en el lago Nahuel Huapi, al lado de esta famosa localidad, hay unas curiosas ruinas que todos los años atraen a cientos de turistas. Se trata de los restos del muy secreto “Proyecto Huemul”, en el que el gobierno de Juan Domingo Perón despilfarró el equivalente a 300 millones de dólares americanos durante la década de los 50 del pasado siglo intentando obtener energía barata mediante la fusión nuclear.
 
A finales de la II Guerra Mundial, algunos científicos alemanes habían llevado a cabo experimentos para estudiar la posibilidad de inducir reacciones termonucleares mediante el empleo de ondas de choque. De entre todos ellos, quizás el  más heterodoxo fuese Ronald Richter, de origen austriaco, quien propuso como método para conseguirlo el lanzamiento de partículas de alta velocidad sobre un plasma de deuterio, sin que ni el gobierno alemán ni sus colegas le hiciesen demasiado caso.
 
Pero, al acabar la guerra, entre los muchos nazis que se exiliaron a Argentina se encontraban tanto Richter como Kurt Tank, el prestigioso diseñador de aviones de la Luftwaffe. Por alguna razón, Tank creyó las afirmaciones de Richter acerca de la viabilidad de la fusión, y se lo recomendó al general Perón, quien creía a cierra ojos que cualquier científico procedente de Alemania debía ser una lumbrera, tipo Heisenberg o Von Braun. De esta forma, el populista presidente aprobó los fondos para la construcción, a partir de 1949, de un reactor experimental de fusión en la isla, en la confianza de que Richter le proporcionaría en breve una fuente de energía barata e inagotable con la que Argentina se pondría a la cabeza del mundo en materia de tecnología nuclear.  Por lo demás, el proyecto se desarrolló bajo un ocultismo absoluto, no pudiendo los científicos argentinos tener acceso a ningún aspecto del mismo.
 
Por desgracia, Richter no tenía ni mucho menos el genio que se le suponía. De hecho,  era poco más que un científico extravagante con delirios de grandeza. Los conceptos, métodos y tecnologías que utilizaba no podían en modo alguno proporcionarle las temperaturas necesarias para alcanzar la ignición del deuterio, lo cual no fue obstáculo para que, en Marzo de 1951, informase al gobierno de que había alcanzado el éxito. Entusiasmado, el crédulo Perón comunicó a la opinión pública mundial que pronto distribuiría al pueblo argentino energía de fusión dentro del equivalente a las botellas del reparto de la leche.
 
Sin embargo, al ver que el tiempo pasaba y la prometida energía no llegaba, Perón comenzó a preocuparse y envió a la isla una comisión fiscalizadora que destapó el fiasco, mostrando la inviabilidad del proyecto y el fraude al que había sido sometido el gobierno de la nación. El proyecto fue inmediatamente cancelado, con Richter y Perón convirtiéndose en el hazmerreir de la comunidad científica internacional, no obstante lo cual hay que decir que parte de la maquinaria utilizada por el alemán fue posteriormente empleada por los físicos argentinos para trabajar de forma más seria en el desarrollo de reactores nucleares.
 
Curioso, ¿verdad?
 
¡Hasta la semana que viene!
 
(*) El antiguo Hauptsturmführer de las SS, Erich Priebke, tristemente célebre por su participación en la Masacre de las Fosas Ardeatinas, residió en esta localidad desde el final de la guerra y hasta 1994, fecha en la que fue detenido. Otros supuestos casos de nazis ocultos en la zona han sido muy controvertidos, habiéndose llegado a afirmar que el lugar sirvió de refugio... ¡al mismísimo Hitler!.

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