miércoles, 16 de marzo de 2016

La "teoría" de la correlación de Orión

A la izquierda las estrellas del Cinturón. A la derecha las pirámides de Gizeh
 
 

La "teoría" de la correlación de Orión


En 1989, en la revista Discussions in Egyptology, el ingeniero Robert Bauval adelantaba por primera vez una hipótesis que en la década siguiente levantaría una gran polémica en el mundo de la arqueología.  Desarrollada ampliamente por Bauval y su amigo Alan Gilbert en el best seller The Orion Mystery, Unlocking the Secrets of the Pyramids ("El Misterio de Orión, descubriendo los secretos de las pirámides"), la llamada Teoría de la Correlación de Orión afirmaba la existencia de una relación directa entre el emplazamiento de las tres grandes pirámides de la meseta de Gizeh y la posición relativa de las tres estrellas principales del cinturón de Orión: Alnitak, Alnilam y Mintaka.
Según Bauval y Gilbert, los constructores de las pirámides intentaron deliberadamente  plasmar sobre la Tierra una imagen de las estrellas a las que el alma inmortal del faraón debía viajar. Para sustentar su teoría, los heterodoxos autores aportaban como prueba principal el evidente parecido visual entre la disposición de las pirámides respecto a la de las estrellas pero, siendo conscientes de algunas ligeras diferencias, aseguraron que la coincidencia perfecta se producía nada menos que en 10.500 a.C., momento en que según Bauval las tres estrellas estuvieron alineadas en relación a la Vía Láctea exactamente igual que las pirámides con respecto al Nilo. En su libro, el ingeniero especulaba con que pudo ser en esa época cuando se concibió el proyecto de las pirámides, que además formaría parte de un plan más ambicioso que prácticamente incluía a todas las principales construcciones del antiguo Egipto.
La "Teoría" de la Correlación de Orión alcanzó gran repercusión en 1994, cuando la BBC emitió el documental The Great Pyramid: Gateway to the Stars, pero fue casi unánimemente rechazada por los especialistas. Ciertamente Orión era una constelación bien conocida en el antiguo Egipto, que ya aparece mencionada en los Textos de las Pirámides con el nombre de Sha y que estaba relacionada con el dios Osiris, pero el problema no era únicamente la extravagante fecha propuesta por Bauval y Gilbert, sino el hecho de que la posición de las pirámides tiene otra explicación mucho mejor. Resulta que las pirámides están construidas a lo largo del borde de un acantilado que va del noreste al sudoeste y cada una de ellas está orientada hacia el norte, lo cual explica su disposición. Además, el trabajo del famoso egiptólogo Mark Lehner sugiere que la ligera compensación de la tercera pirámide (la de Micerinos) se debe a la alineación de las esquinas que miran al sudoeste con el borde del acantilado.
Esto no desvirtúa el hecho de que la orientación estelar era realmente importante para los constructores de la meseta de Gizeh. De hecho, las tres pirámides están orientadas hacia los puntos cardinales con mucha precisión, y cada vez hay más egiptólogos que aceptan que los llamados “canales de ventilación” de la Gran Pirámide, cuatro pequeños huecos de unos 20 cm que parten de las paredes de la Cámara del Rey y de la llamada “Cámara de la Reina”, apuntan directamente a las estrellas, algo que Bauval también señala como argumento a su favor.  En concreto, las pequeñas aberturas estarían alineadas con los puntos de culminación de las estrellas Sirio, Alnitak, Thuban (en la constelación del Dragón, la estrella más cercana al polo norte en la época del faraón Kéops) y Kochab, en la Osa Menor.
Pero el mayor inconveniente de la hipótesis de Bauval, por atractiva que resulte, es que para que la correlación encaje con cierta precisión (aunque no del todo, entre otras cosas porque no está clara cuál era la posición del Nilo hace doce mil años) tiene que retrasar el diseño de las pirámides hasta una fecha en la que no solo faltaban milenios para que la civilización egipcia apareciese, sino que el mundo se encontraba todavía en plena Edad de Piedra. Si los primitivos habitantes de la zona soñaron con construir las pirámides ya en 10.500 a.C., ¿cómo consiguieron mantener vivo el proyecto durante más de ocho mil años hasta que a los faraones les dio por ejecutarlo? Más probable parece que los arquitectos de la IV dinastía se congratulasen al comprobar que una vez terminadas las tres pirámides de la meseta, junto con todo el complejo que las rodea (no olvidemos las pequeñas pirámides, los templos y la esfinge) el conjunto guardaba cierto parecido con la disposición de uno de sus grupos favoritos de estrellas imperecederas. Esas a las que el faraón se marcharía una vez se viese obligado a abandonar la Tierra.
¡Hasta pronto!

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