El dios Thoth (a la derecha), señor de la ciencia y de la magia egipcias
Recetas para “duplicar oro” en el país de la tierra negra
Tal
y como es sabido, es probable que la palabra “química” proceda originariamente
de “kmt”, que según Plinio y otras fuentes clásicas es el nombre que los
antiguos egipcios daban a su propio país, y que hace referencia a la “tierra
negra”, es decir, al limo fértil y de color oscuro que el Nilo regalaba a los
mortales después de su crecida anual. Y ello es así porque la tradición griega
señala al país de los faraones como el lugar de origen de las prácticas
alquímicas, con sus procedimientos para embalsamar a los cadáveres, fabricar
vidrio y tintes o manipular los metales.
Con
respecto a esto último, los griegos estaban fascinados con los misteriosos
textos egipcios que parecían aludir a la transformación de metales inferiores
en oro, textos cuya influencia se encuentra sin duda detrás de la expansión que
experimentó la alquimia en la zona del Mediterráneo oriental a partir del siglo
II a.c. Como ejemplo de ello, y aunque casi no se conservan documentos egipcios
sobre manipulaciones alquímicas, los papiros llamados “de Leyden” y “de
Estocolmo”, probablemente escritos en el siglo II o III de nuestra era, contienen curiosas fórmulas que confirman la
existencia en aquella época de considerables conocimientos químicos de naturaleza práctica y de
origen tan incierto como posiblemente remoto.
En
concreto, merece la pena echar un vistazo al siguiente procedimiento para “aumentar
el oro” (sic) que se describe en el
Papiro X de Leyden, siguiendo la traducción que el químico Marcellin Berthelot expuso
en su obra “Les origines de L’alchimie”
publicada en 1885:
“Para aumentar el oro, toma cadmia de
Tracia, haz una mezcla con la cadmia en mendrugos, o cadmia de Gaul, junto con misy
y rojo sinopia, a partes iguales a la del oro. Cuando el oro ha sido puesto en
el horno y ha tomado buen color, echa estos ingredientes. Luego remueve el oro
y déjalo enfriar. El oro se habrá duplicado.”
En cristiano, esto significa mezclar el oro con
un óxido de cinc con impurezas procedente de la fundición de cobre o de bronce
(cadmia), una pirita (misy) y
hematita (rojo sinopia). Por efecto del calor, esto da una aleación de oro y
cinc con algunas impurezas, fundamentalmente algo de cobre, obviamente de peso
mucho mayor que el oro original (“duplicado”) y con un aspecto muy similar al
auténtico metal noble…
Visto
lo visto, ¡cualquiera compraba oro en una tienda de Alejandría en el siglo III!
No es de extrañar que, en el año 290, Diocleciano promulgase un decreto que
ordenaba quemar “los antiguos escritos de
los egipcios que tratan sobre el arte de fabricar oro y plata”, por si
acaso alguien se hacía lo suficientemente rico como para desafiar el poder del
emperador…
¡Hasta
la semana que viene!
Nota- Texto adaptado del libro del autor: Esto no estaba en mi libro de historia de la química
Nota- Texto adaptado del libro del autor: Esto no estaba en mi libro de historia de la química