viernes, 25 de septiembre de 2015


Una espada con señales de corrosión tan solo en la empuñadura

El misterio de las espadas del ejército de terracota

Desde que en 1974 saliese a la luz el fantástico ejército de terracota, cerca de Xi’an, en China, se han escrito ríos de tinta sobre esta auténtica maravilla de la antigüedad, catalogada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde finales de los años ochenta del pasado siglo. Sin embargo, y a pesar de las décadas transcurridas desde el descubrimiento, hay rompecabezas que todavía los científicos no han sido capaces de resolver. Uno de los más enigmáticos es el de las espadas de bronce que forman parte del equipamiento de los guerreros.
Pero, ¿qué tienen de enigmáticas unas vulgares espadas de bronce? Pues que, después de más de dos milenios, lejos de estar completamente corroídas y cubiertas de la típica pátina de color verdoso, las espadas de los soldados de terracota están fundamentalmente intactas, conservando tanto su filo como el gris metalizado del metal original. ¿El motivo? La presencia de un revestimiento de óxido de cromo de entre 10 y 15 micrones que ha protegido el bronce a través de los siglos. Si tenemos en cuenta que las propiedades del cromo como aditivo protector contra la corrosión no se descubrieron hasta finales del s XIX (el propio elemento no fue identificado como tal hasta 1798), la cuestión de la procedencia del que se encuentra en las célebres espadas no es en absoluto baladí.
Una posible explicación es que el cromo provenga de la contaminación accidental del bronce durante el proceso de forjado. En efecto, algunos investigadores piensan que la fundición del metal pudo llevarse a cabo en presencia o en la cercanía de minerales con un cierto contenido de cromo, cuyos átomos habrían emigrado a la superficie de las espadas en el ambiente reductor de las fraguas. Una vez en su sitio, y como es sabido, el cromo captura todo el oxígeno que entra en contacto con la superficie del metal, formando una capa protectora de óxido. El problema de esta explicación es que no da cuenta de por qué la empuñadura de las armas está corroída. ¿Cómo podrían migrar los átomos de cromo solamente hasta el cuerpo de la espada, eludiendo el mango? ¿Quizás las empuñaduras se forjaron en un ambiente diferente?
Ante estas cuestiones, un sector todavía minoritario de expertos, entre los que se encuentran los propios encargados de cuidar y restaurar al ejército de terracota, opina que tal vez los antiguos metalúrgicos chinos desarrollaron algún tipo de técnica de cromado, al descubrir, puede que por casualidad, que al mezclar ciertos minerales con el bronce los objetos metálicos quedaban protegidos contra la corrosión. Por último, hay quien piensa que el porcentaje de cromo es demasiado bajo como para proporcionar una protección tan efectiva, de modo que el motivo por el que las espadas se han conservado de la forma en que lo han hecho hay que buscarlo en otra parte.
¿Cuál es el secreto que se esconde detrás de este misterio? Probablemente aun tardaremos tiempo en saberlo, y es posible que nunca lo averigüemos con certeza. La hipótesis de la contaminación accidental parece factible, pero la ausencia de cromo en las empuñaduras apunta hacia un tratamiento deliberado, algo que de confirmarse implicaría que unos desconocidos pioneros de la metalurgia descubrieron un formidable  tratamiento anticorrosión más de dos mil años antes que sus colegas occidentales.
¡Hasta pronto!
Nota- Texto adaptado del libro del autor: Esto no estaba en mi libro de historia de la química

viernes, 11 de septiembre de 2015

El "platillo volante" que apenas llegó a volar

El Avrocar S/N 58-7055
 

El "platillo volante" que apenas llegó a volar

 
Para asombrarnos con historias extraordinarias, no hace falta recurrir a las pseudociencias, sino que basta con echarle un vistazo a la realidad. Y como ejemplo de ello, nada más adecuado que recordar el frustrado alumbramiento del  Avrocar, el ultrasecreto “platillo volante” proyectado por la US Air Force al comienzo de la Guerra Fría.
Los “platillos volantes” forman parte de la mitología colectiva de la humanidad desde que la prensa norteamericana bautizase de esta forma a los objetos no identificados avistados por el piloto Kenneth A. Arnold cerca del Mount Rainier, el 24 de junio de 1947. Para el gran público, estos “platillos” siempre han estado asociados a supuestas visitas de extraterrestres, por lo que muchos se sorprenderían al comprobar que las grandes potencias llegaron a experimentar muy en serio durante décadas con naves de forma discoidal, un diseño que fue finalmente abandonado debido a sus problemas de estabilidad y gobernabilidad. De entre todos estos proyectos, el más célebre es el del VZ-9 Avrocar.
El Avrocar fue desarrollado por la compañía canadiense Avro Aircraft Limited, como parte de un proyecto secreto del ejército del aire de Estados Unidos cuya finalidad era la fabricación de un caza que pudiese alcanzar velocidades y altitudes hasta entonces inimaginables. El hecho de que su diseñador original, Jack Frost, concibiese la idea poco después de unirse a la firma también en junio de 1947, ha hecho pensar a muchos que Frost se vio influido de alguna manera por el relato de Arnold. Frost, que había trabajado para los ingleses durante la Segunda Guerra Mundial en el diseño de los primeros aviones supersónicos, pensó en utilizar el llamado “efecto Coandă” para generar el despegue vertical de un vehículo en forma de disco, en el que el empuje lo proporcionaría un nuevo motor de forma también discoidal que el ingeniero británico había desarrollado.
Desde muy pronto, el ejército norteamericano se mostró interesado por las ideas de Frost, ya que los aviones con despegue vertical podían ser muy útiles en el contexto de una entonces previsible guerra nuclear, en la que era de esperar que las bases aéreas convencionales quedasen pronto inutilizadas. Además, los diseños más avanzados de Frost parecían prometer un buen rendimiento tanto a velocidades supersónicas como subsónicas, algo que hasta entonces no ofrecía ninguna de las ideas alternativas. Si bien al principio los costes del proyecto crecieron tan rápidamente que el gobierno llegó a desvelar el secreto a la prensa con objeto de recaudar fondos adicionales, tanto la empresa canadiense como el gobierno norteamericano terminaron por financiarlo con grandes cantidades de dinero. Se llegaron a estudiar una gran variedad de diseños y se pusieron en marcha prototipos cuyos detalles se filtraron a la prensa, que llegó a decir que los OVNIs eran, en realidad, "platillos" fabricados por los rusos.
Tras varios incidentes de gravedad en las pruebas con los motores, en 1958 se abandonó la idea del “gran platillo volante” y Frost propuso diseñar un vehículo más pequeño, una especie de “jeep volador” que podría sustituir eventualmente a los helicópteros, al que bautizó como Avrocar. El ejército norteamericano volvió a comprar la idea y ordenó la fabricación de dos prototipos. Sin embargo, el proyecto afrontó un sinfín de problemas de índole tanto burocrática como técnica, estos últimos debidos fundamentalmente a la imposibilidad práctica de hacer despegar correctamente y después gobernar a los prototipos en vuelo. Los aparatos mostraban defectos aerodinámicos y problemas técnicos de toda índole, de modo que el más avanzado de ellos apenas se levantaba del suelo, era muy lento y, además desprendía cantidades inaceptables de calor y de ruido. Finalmente, el proyecto fue cancelado en diciembre de 1961 y los dos célebres prototipos terminaron en museos. Así terminó la historia de uno de los más extraordinarios proyectos de ingeniería aeronáutica de todos los tiempos, un costoso fiasco cuyos detalles técnicos, sin embargo, inspiraron a los ingenieros para la posteridad. Con el tiempo, los aviones convencionales de despegue vertical (VTOL en siglas) se convirtieron en un hecho, y la NASA ha retomado la vieja idea de Frost para desarrollar algunos prototipos con vistas a un futuro aterrizaje en Marte aunque, de momento, parece que siguen sin resolverse los muchos problemas técnicos asociados al vuelo de aparatos con forma circular.
¿Será que los extraterrestres lo saben hacer mejor? (*)
¡Hasta pronto!
(*)La historia del Avrocar es una prueba más de lo inconsistentes que resultan las teorías de la conspiración según las cuales los gobiernos conservan desde hace décadas restos de platillos volantes estrellados de origen extraterrestre. Si fuese así, ¿no veríamos platillos americanos y rusos por todas partes? ¿O es que acaso los ingenieros humanos son tontos?