Busto de Juanelo Turriano, obra de Berruguete
Juanelo Turriano y la leyenda del autómata
En
la mágica ciudad de Toledo, yendo desde la plaza del Ayuntamiento hacia la de Zocodover
a través del arco de Palacio, el caminante se encuentra con una vía cuyo nombre
hace referencia a un extraño episodio del pasado: la calle del “hombre de
palo”.
Las
primeras noticias de este suceso que se mueve entre las brumas de la leyenda parecen
datar de finales del siglo XVI o principios del XVII, cuando empezaron a
circular escritos acerca de la presencia de un curioso autómata de madera que
recogía limosnas y que supuestamente había estado situado en dicha calle. Como
no podría ser de otra manera, existen varias versiones acerca de las
características del artefacto, pues si bien algunos lo describen como un muñeco
de madera estático, para el cronista Horozco se trataba de un «hombre de
palo armado con un escudo en el lado izquierdo y en el brazo derecho una
talega, hincado en un madero, y andábase alrededor y en tocando en el escudo
volvía y daba con la talega de arena a quien pasaba y le daba». Según él, el
autómata servía para conmemorar la vuelta de Inglaterra al catolicismo,
mientras que otros cronistas lo consideraban destinado a recaudar fondos para
la construcción de un hospital cercano.
Sin
embargo, otras versiones menos verosímiles de la historia parecen salidas de la
película Ex machina. En estos casos estaríamos hablando de un autómata que
recorría las calles pidiendo limosna o comida para su creador y que era
capaz hasta de hacer reverencias y emitir sonidos. ¿Y quién habría sido el
creador? Nada menos que Giovanni Torriani, más conocido como Juanelo Turriano,
relojero de la corte del emperador Carlos V y matemático mayor del rey Felipe
II, un Leonardo da Vinci que construía relojes astronómicos (como el
famoso cristalino, considerado el mecanismo más preciso de la época),
máquinas de diversa índole y, por supuesto, autómatas, aunque estos últimos solían
tener más bien el tamaño de pequeñas marionetas.
Como a tantos inventores que se han movido entre
la historia y la leyenda, a Turriano, uno de esos personajes fabulosos que
produjo el Renacimiento, se le han atribuido quizá demasiadas cosas, entre
ellas el diseño de una ametralladora y de varios artefactos voladores, aunque
está fuera de duda que llegó a viajar al Vaticano para participar en la reforma
del calendario, que diseñó las campanas del Monasterio del Escorial y que fue
el responsable del célebre Artificio, una extraordinaria máquina compuesta
de aparatos de madera engranados que conseguía elevar el agua del río Tajo
hasta el Alcázar, salvando un desnivel de más de 100 metros y de la que tuvo
que fabricar dos ejemplares, una para el ejército y otra para el abastecimiento
de la ciudad.
Según
la leyenda, es aquí donde está la conexión entre el genio de Cremona y el enigmático
autómata, ya que al dejar de funcionar la primera de las dos máquinas el
ejército requisó la segunda y ni el rey ni las autoridades locales le pagaron
el encargo, arruinando a Turriano y condenándolo a la más absoluta miseria. Es
en ese contexto en el que el gran ingeniero renacentista habría construido el
“hombre de palo”, con vistas a que recorriese a diario el camino que iba desde
su casa hasta el palacio arzobispal para recoger comida y después regresar.
Sin embargo, y dada la nueva situación de indigencia del otrora acomodado inventor y relojero,
para muchos el célebre autómata no habría sido sino el propio Juanelo, siendo
su fama de constructor de marionetas el origen de la curiosa leyenda.
Sea
como fuere, se dice que el autómata fue destruido poco antes de la muerte de Turriano
en 1585, según algunos por causa de la inquisición, que veía en el artefacto un
engendro del averno, y según otros por orden del mismísimo rey, molesto por el
continuo recordatorio de haber abandonado a su antiguo protegido en la miseria.
En ese sentido, circula una curiosa historia ocultista de acuerdo con la cual el Greco,
que era un gran amigo del prodigioso inventor, dejó reflejadas en El
entierro del conde de Orgaz las pistas que delatarían a los responsables
del triste final del infortunado robot, protagonista de una extraña leyenda
urbana que ha sobrevivido a través de los siglos en esa antigua ciudad imperial
por cuyas calles uno parece transportarse hacia otra realidad.
¡Hasta
pronto!
Hay un libro que narra estos hechos que acabas de describir. Se llama Memorias de un Hombre de Palo. Y es fantástico...
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