Caballeros de la quinta cruzada llegan al fuerte de Damieta
La medicina de los frany
Tomando en
consideración el nivel de la medicina occidental en el siglo XXI resulta
sorprendente contemplar el desastroso nivel de conocimientos existente en la
cristiandad hace unos mil años, en plena época de las cruzadas. Es sabido que
por aquel entonces la medicina y, en general, la ciencia y la tecnología,
estaban infinitamente más avanzadas en el mundo árabe, una zona donde, a
diferencia de lo que sucedía en el bando cristiano, el ardor guerrero y el
fanatismo religioso convivían con un nivel intelectual relativamente alto por
parte de las élites y de los ambientes académicos.
Así, mientras los
sabios musulmanes se esforzaban por estudiar la naturaleza con un criterio que
podríamos calificar de pre-científico, utilizando como base los antiguos
escritos de griegos y romanos que habían sido traducidos al árabe desde hacía
siglos y haciendo gala de una observación cuidadosa y unos diagnósticos a
menudo sorprendentemente precisos, los cristianos de los siglos XI y XII
navegaban todavía entre las sombras de la brujería y la superstición,
encomendándose a Dios y a los santos para que curasen sus enfermedades y
empleando prácticas tan ridículas como a veces espantosas con vistas a lograr
la sanación.
Entre los
innumerables ejemplos de la lamentable situación de la medicina occidental en
la época de las cruzadas, ninguno mejor que la anécdota narrada en su día por
Usama Ibn Munqidh, el perspicaz emir sirio que nos legó inolvidables
testimonios de la época de los frany (francos),
así llamados por los musulmanes en referencia al país de origen del que
procedían la mayoría de los invasores cristianos, y que recoge el gran escritor
libanés Amin Maalouf en su excelente obra de imprescindible lectura, Las cruzadas vistas por los árabes. En
ella, Usama nos cuenta cómo un galeno de la zona estaba curando con cierto
éxito a un caballero que tenía un absceso en una pierna y a una mujer que se
encontraba enferma, cuando apareció un médico franco que le acusó de no saber tratarlos,
tras lo cual,
<<…dirigiéndose al caballero le
preguntó: “¿Qué prefieres, vivir con una sola pierna o morir con las dos?” Como
el paciente contestó que prefería vivir con una sola pierna, el médico ordenó:
“Traedme un caballero fuerte con un hacha bien afilada.” Pronto vi llegar al
caballero con el hacha. El médico franco colocó la pierna en un taco de madera,
diciéndole al que acababa de llegar: “¡Dale un buen hachazo para cortársela de
un tajo!” Ante mi vista, el hombre le asestó a la pierna un primer hachazo y,
luego, como la pierna seguía unida, le dio un segundo tajo. La médula de la
pierna salió fuera y el herido murió en el acto. En cuanto a la mujer, el
médico franco la examinó y dijo: “Tiene un demonio en la cabeza que está
enamorado de ella. ¡Cortadle el pelo!” Se lo cortaron. La mujer volvió a
empezar entonces a tomar las comidas de los francos con ajo y mostaza, lo que
agravó su estado. “Eso quiere decir que se ha metido el demonio en la cabeza”,
afirmó el médico. Y, tomando una navaja barbera, le hizo una incisión en forma
de cruz, dejó al descubierto en hueso de la cabeza y lo frotó con sal. La mujer
murió en el acto. Entonces yo pregunté: "¿Ya no me necesitáis?” Me dijeron
que no y regresé tras haber aprendido muchas cosas que ignoraba de la medicina
de los frany>>
Sin
comentarios.
¡Hasta pronto!
Nota- Texto adaptado del libro del autor: Esto no estaba en mi libro de historia de la química
Nota- Texto adaptado del libro del autor: Esto no estaba en mi libro de historia de la química