Grabado que representa a Areteo de Capadocia
Areteo, el litio, y los orígenes del tratamiento del trastorno bipolar
El litio es
un metal extraordinario. Su átomo es
muy pequeño, pues
tan solo cuenta
con tres protones, lo
que le convierte en el único elemento químico que, junto
con el hidrógeno y el helio, se produjo durante el Big
Bang. Es también el elemento sólido
más ligero y, junto al sodio, el único metal que flota en el agua.
Además, el
tamaño de su átomo le confiere propiedades eléctricas muy
especiales. Por ejemplo, las baterías de iones de litio son ligeras,
potentes y resistentes, además de recargables un gran número de
veces, resultando ideales para equipos portátiles como teléfonos
móviles, tabletas y otros objetos imprescindibles en la vida
moderna. De hecho, el
consumo de litio
ha aumentado tanto que asegurar su suministro en el futuro es fuente
de preocupación, sobre todo porque el 85% de la producción mundial
procede de una única región, compartida por Argentina, Bolivia y
Chile y conocida como el “Triángulo del Litio”.
Sin embargo,
y por extraño que pueda parecer, una
de las principales aplicaciones del pequeño metal alcalino tiene que
ver con nuestro cerebro, y más concretamente con el tratamiento de
mentes enfermas. En un tiempo tan lejano como el siglo I de nuestra
era, Areteo de Capadocia, un notable médico del que se sabe muy
poco, fue quizá el primero en percatarse de que los episodios
intensos de manía y de depresión que afectaban a algunas personas
eran dos manifestaciones de una misma enfermedad. Además, era tan
observador que notó que beber ciertas aguas con fama de medicinales
ayudaba a mejorar a estos enfermos. Aunque él no lo sabía, ni que
decir tiene que se trataba de aguas con alto contenido en litio. Con
esta y otras
muchas observaciones,
el genial galeno del mundo grecorromano escribió un tratado titulado
Sobre las causas y los síntomas de las
enfermedades, el cual se convirtió,
por derecho propio, en uno de los mejores manuales clínicos de la
antigüedad, en
el que se describen, entre otros males, la epilepsia, la
melancolía y la locura. El
de Capadocia estaba convencido de que las enfermedades mentales
obedecían a causas físicas, y así se propuso tratarlas.
Aunque
seguramente en su época se trató de un médico bien valorado, los
extraordinarios conocimientos de Areteo se perdieron en las brumas de
los siglos, hasta que a
finales del siglo XIX se reconoció la
eficacia de ciertas sales de litio
para calmar a los maníaco-depresivos y estabilizar sus estados de
ánimo, sin tener la menor idea de por qué esto funcionaba. Con
el tiempo, se ha descubierto que este
ligero metal ejerce su acción
estabilizante a través de varios mecanismos, uno de los cuales
consiste en reemplazar al sodio en los canales sinápticos de las
neuronas, pues tiene sus mismas propiedades químicas pero es más
pequeño y, por tanto, se cuela. El pequeño
intruso también activa la despolarización
de las membranas pero, al hacerlo
más lentamente que el sodio, la tormenta eléctrica desencadenada
por el trastorno bipolar no puede tener lugar. Parece ser que el
litio también
bloquea otros mecanismos neuronales importantes, tales como el bombeo
de calcio, habiéndose convertido en un fármaco completamente
imprescindible en la psiquiatría de hoy en día.
Sin
duda todo un homenaje a Areteo de Capadocia, ese
contemporáneo de Nerón y Vespasiano del
que puede decirse que fundó el estudio sistemático de las
enfermedades neurológicas en un tiempo en que la medicina, todavía
impregnada de magia y superstición, trataba las enfermedades
mentales mediante conjuros y purificaciones.
¡Hasta
pronto!
(*) Adaptado y ampliado a partir de un extracto de El secreto de Prometeo y otras historias sobre la tabla periódica de los elementos.