Pons (izda.) y Fleischmann (dcha.)
El fiasco de la energía barata
Hambrienta de energía y acosada por el cambio climático, la humanidad lleva
décadas esperando el advenimiento de la fusión nuclear, la fuente de energía
definitiva, inagotable y limpia, que nos libre para siempre del temor al
agotamiento de los recursos naturales. Los innumerables problemas técnicos y la
gigantesca inversión necesaria para confinar el deuterio a temperaturas similares
a las del sol hacen que la espera resulte larga y difícil de asumir. Por eso,
cuando ocasionalmente sale a la palestra alguna noticia sobre la “fusión fría”
una supuesta forma de obtener la conversión del deuterio en helio a bajas
temperaturas, a los devotos de las pseudociencias se les hace la boca agua, al menos
durante el tiempo que dura la, por descontado, falsa alarma.
El más famoso incidente relacionado con la llamada “fusión fría” tuvo lugar
en 1989, cuando los electroquímicos de la Universidad de Utah, Martin
Fleischmann y Stanley Pons, creyeron genuinamente haberla encontrado. Mientras
trabajaban en su laboratorio, Fleischman
y Pons detectaron una misteriosa emisión de energía en forma de calor, que
incluso llegó a agujerear la mesa, cuando
se llevaba a cabo la electrólisis del agua pesada en presencia de electrodos de
paladio. Espoleados por la perspectiva de hacerse ricos y pasar a la posteridad,
y sin haber sometido sus resultados a revisión alguna, los dos intrépidos
científicos anunciaron imprudentemente que habían encontrado un procedimiento
mediante el que el deuterio se convertía en helio nada menos que a temperatura
ambiente. La prensa mundial, siempre ávida de descubrimientos sensacionales,
recogió la noticia, y Fleischmann y Pons se convirtieron de la noche a la mañana
en celebridades.
Sin embargo, los descubrimientos “sensacionales” suelen mosquear bastante a
los científicos más rigurosos. Desconcertados por el increíble resultado, varios grupos intentaron repetirlo con resultados nulos. Al poco tiempo, se
organizó un congreso extraordinario en donde los dos electroquímicos quedaron
desacreditados, al demostrarse que habían cometido todo un cúmulo de errores
tanto en el desarrollo del experimento como en las técnicas de medición. A la misma conclusión llegó una comisión del gobierno estadounidense tras más de 5 meses de trabajo. En
realidad, lo que sucede es que el paladio tiene una asombrosa capacidad para
absorber el hidrógeno, en un proceso que todavía no se entiende del todo, pero
que en modo alguno genera helio. Al parecer de la comunidad científica, las
misteriosas emisiones de energía detectadas por Fleischmann y Pons no eran otra
cosa que pequeñas explosiones químicas ocasionadas por la acumulación de
hidrógeno, tal y como le había sucedido, por ejemplo, a los globos dirigibles tiempo
atrás, o bien consecuencia de reacciones químicas provocadas por impurezas. Los dos electroquímicos simplemente se habían dejado llevar por sus
sueños de gloria.
El inmediato descrédito de la “fusión fría”(*), un ejemplo paradigmático de “ciencia
patológica”, no es más que otro recordatorio de lo importante que es el rigor
para la mayor aventura de nuestra especie. Por lo demás, tendremos que esperar un
poco más a que la auténtica fusión termonuclear llegue a tiempo de solucionar nuestros
muchos problemas.
¡Hasta pronto!
(*) Desde el incidente descrito, se han producido y se siguen produciendo otros intentos de llevar a cabo la "fusión fría", aunque con el nuevo nombre de LENR (reacción nuclear de baja energía) con objeto de sortear la mala fama del nombre original. De momento, ninguno de ellos ha funcionado, aunque la utilización de láseres de alta potencia para provocar la ignición del deuterio podría resultar viable.