Los miembros del equipo de Scott en el Polo Sur, el 18 de enero de 1912.
Scott, Napoleón, y la leyenda de la maldición del estaño
En
el mundo de los metales el estaño es un caso muy raro. No solo se
funde a una temperatura bastante reducida (232ºC), sino que cuando
se enfría por debajo de 13,2ºC su estructura cristalina cambia,
haciendo que el material engorde, se vuelva frágil y acabe por
desmenuzarse en una especie de polvo blanco. Además, y por si esto
fuera poco, cuando se dobla una barra de estaño el metal produce un
chirrido característico causado por el rozamiento interno, que
parece literalmente un grito.
Estas
curiosas propiedades del estaño nunca impidieron que en la
antigüedad fuese un auténtico material estratégico, buscado por
todas partes para fabricar el omnipresente bronce -los fenicios se
atrevieron a cruzar el estrecho de Gibraltar y llegar hasta las islas
Casitéridas (¿Gran Bretaña?) - ni que haya sido utilizado durante
milenios para fabricar todo tipo de objetos, desde juguetes hasta
latas de conserva. La razón de esto último tiene que ver con su
resistencia a la corrosión, una propiedad que, como hemos visto,
desaparece sin embargo por completo en cuanto hace un poco de frío.
La
extraña tendencia de este metal a descomponerse a temperaturas
bajas, en lo que ha venido a conocerse como la “peste del estaño”,
ha ocasionado todo tipo de problemas a lo largo de la historia,
alguno de los cuales ha llegado a convertirse en célebre. En ese
sentido, entre los más comentados en libros, artículos de
divulgación y páginas web, se encuentran los acaecidos al
infortunado capitán Scott y a su condenada expedición al Polo Sur
de 1912, así como los que supuestamente habrían aquejado al
ejército de Napoleón unos cien años antes, durante la desastrosa
campaña de Rusia del invierno de 1812. Ahora bien, ¿sucedieron de
verdad ambos incidentes o se trata más bien de leyendas urbanas?
En
el caso de la frustrada hazaña del explorador británico, la
desafortunada intervención del estaño habría tenido que ver con
las soldaduras de las latas que contenían el queroseno que servía
para alimentar el motor de dos trineos, además de para calentarse y
preparar la comida. En su diario, el capitán Scott revela como en el
último tramo de su viaje se encontraron con varias latas vacías,
algo que durante mucho tiempo ha sido atribuido a que la “peste del
estaño” destruyó las soldaduras hechas a base del metal y
sometidas a temperaturas de muchos grados bajo cero. Sin embargo, no
existen pruebas concluyentes de que esto fuese así. Algunas de las
latas supervivientes tienen los sellos intactos y un análisis de las
mismas ha mostrado que el combustible no estaba contaminado por el
estaño, algo a lo que también se atribuyó en su día el mal
comportamiento de los motores. De hecho, las soldaduras podrían no
haberse estropeado de forma significativa, ya que el estaño
utilizado probablemente no fuese de gran pureza. No obstante, lo
relatado en el diario del infortunado explorador deja la puerta
abierta a que la corrosión de las soldaduras pudiese haber
intervenido de alguna manera en el desastre.
Por el contrario, caben pocas dudas de que la historia de lo sucedido
a la Grande Armeé de Napoleón sea poco más que una leyenda
urbana. Aunque es muy posible que los botones de estaño de las
guerreras de los soldados franceses se viesen afectados por las
inclementes temperaturas del terrible invierno ruso, hay muchas
formas de atar, coser o mantener cerrada una prenda de tela, por lo
que no parece probable que la fragilidad del estaño fuese demasiado
responsable de las congelaciones. No está claro cual es el origen de
este mito, que ha sido repetido hasta la saciedad en las últimas
décadas, pero probablemente su veracidad sea similar a la de los
relatos que circulan en algunos países nórdicos – de modo
particular en Noruega – acerca de cómo los órganos de las
iglesias se desmenuzaban literalmente en invierno por culpa de esta
peculiaridad. En cualquier caso, es una realidad que la insólita
capacidad del estaño para estropearse a bajas temperaturas ha
ocasionado tantos problemas que su famosa “peste” ha dañado
irremediablemente la imagen de este sorprendente metal, pagado en la
antigüedad a precio de oro y que convive con nosotros a diario en
forma de hoja de lata.
¡Hasta pronto!
Nota- Texto adaptado del libro del autor: Esto no estaba en mi libro de historia de la química
Nota- Texto adaptado del libro del autor: Esto no estaba en mi libro de historia de la química
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