Retrato de Vidocq, el primer detective privado
Vidocq, el legendario
Si hay un nombre asociado con la ciencia y envuelto en las brumas de la
leyenda, es sin duda el de Eugène François Vidocq, el enigmático espía, policía
y detective francés que inspiró a Victor Hugo para crear los personajes principales de Los Miserables, a Edgar Allan Poe para dar
forma a su detective Auguste Dupin y a Sir Arthur Conan Doyle para
desarrollar la personalidad del más famoso investigador de ficción de todos los
tiempos, el célebre Sherlock Holmes.
Nacido poco antes de la Revolución Francesa, Vidocq tuvo una vida de película
en una época extremadamente turbulenta. Maestro consumado del disfraz, camorrista y mujeriego, en su juventud se
alistó como soldado, cambiando de uniforme como quien cambia de camisa (*). Fue
encarcelado varias veces por contrabando, deserción, comportamiento incívico y
espionaje, pero siempre eludió la guillotina consiguiendo indultos o huyendo
disfrazado de cualquier cosa, desde oficial de marina a monja. Finalmente, para
escapar de una condena a galeras se ofreció a la policía francesa como
informante y espía.
A partir de 1811, y ya desde el bando legal, Vidocq empezó a
desarrollar las técnicas de criminalística que le harían célebre en el mundo
entero. En una época en donde la investigación se basaba todavía en
gran medida en delaciones y confesiones, muchas de ellas falsas, el genial
detective francés introdujo meticulosas técnicas de análisis que revolucionaron
para siempre la disciplina. Para empezar, elaboraba detallados informes de los
rasgos físicos y modus operandi de
los sospechosos y de sus acompañantes, inflitrándose entre ellos mediante asombrosas
técnicas de caracterización. Cuando llegaba a la escena de un crimen, ordenaba
que nadie tocase nada hasta que se hubiese realizado un examen exhaustivo y una
recogida de pruebas, incluyendo moldes de pisadas, objetos manchados de sangre
y fragmentos de todo tipo. Si el crimen lo había producido un arma de fuego,
daba orden de extraer la bala del cadáver para cotejarla con los proyectiles de
otras pistolas.
Tal fue el éxito de sus novedosas técnicas, que el gobierno francés amplió
sus competencias y le dotó de todo tipo de medios, organizando bajo su mando la
“Brigade de la Sûreté”, la primera agencia de seguridad del mundo propiamente
dicha, germen de la policía y de los servicios de espionaje modernos. Admirado
y temido por igual, a lo largo de su carrera recibió tantos elogios como despertó
envidias y resentimientos. Además de para descubrir y arrestar a criminales, los gobernantes de Francia utilizaron sus servicios
para combatir a los insurgentes
y a la disidencia, lo cual le acarreó no pocas críticas.
Algunos de sus métodos, como el empleo de ex-convictos para que le ayudasen, forzaron su
dimisión en 1832, pero eso no terminó con la carrera de Vidocq, quien acto
seguido fundó la primera agencia privada de detectives de la historia. A partir
de ese momento, sus brillantes intervenciones se vieron entorpecidas por continuos
problemas con la policía, harto de los cuales se retiró de la investigación
activa, dedicando sus últimos años a escribir.
Cuando falleció en 1857, el mundo de la investigación criminal había
cambiado para siempre, y ya nunca abandonaría el enfoque cuyas técnicas y
procedimientos desembocaron más adelante en lo que ha venido a denominarse como
“policía científica”. A pesar de lo mucho que se ha exagerado escribiendo sobre
él, puede decirse que los modernos archivos policiales, la toma de huellas dactilares, la balística,
la antropología forense o las modernas técnicas de identificación por ADN tienen
su origen en este antiguo soldado de fortuna que hizo del disfraz un arte y que
metió de lleno la ciencia en la investigación policial.
¡Hasta la semana que viene!
(*) Hay evidencias de que Vidocq militó tanto en el ejército francés como en el
austríaco, utilizando identidades distintas.
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