El USS Eldridge en 1944
El bulo del destructor “teletransportado”
Si hay una leyenda urbana grabada a fuego en los corazones de los
partidarios de las teorías de la conspiración, es la del “Experimento Filadelfia”
(también llamado “Proyecto Rainbow”), el supuesto intento, por parte de la
marina norteamericana, de dotar de invisibilidad a los destructores de escolta
con vistas a protegerlos de los submarinos alemanes durante la Segunda Guerra
Mundial.
La historia es hoy en día célebre. Sometido a la acción de potentes campos
electromagnéticos producidos por unas enormes bobinas instaladas siguiendo las
supuestas investigaciones secretas de Albert Einstein, Nikola Tesla y otros
destacados científicos, a finales de octubre de 1943 el destructor USS Eldridge (DE-173) y los escasos
tripulantes destacados a bordo no solo se habrían vuelto completamente invisibles
durante unos minutos, sino que habrían sido teletransportados desde el puerto de Filadelfia en el que se
encontraban hasta el de Norfolk, situado a más de 350 kilometros de distancia,
para también desvanecerse allí y volver a aparecer en Filadelfia poco después.
Según la leyenda, el resultado del experimento habría sido catastrófico para la
tripulación, con varios de los hombres literalmente “fundidos” con la
estructura del barco, otros enloquecidos, o posteriormente desmaterializados
durante una trifulca en un bar. Como consecuencia de las aterradoras
consecuencias, la marina habría decidido suspender el proyecto.
A pesar de que la única fuente original conocida que describe el suceso fue
la carta que un supuesto testigo, Carlos Miguel Allende, hizo llegar en 1955 a Morris
K. Jessup, un astrónomo y escritor aficionado a los ovnis, la leyenda del experimento
se extendió como la pólvora, pasando a convertirse en uno de los relatos más
divulgados de la segunda mitad del siglo XX. A ello contribuyeron la
sorprendente reacción de la Oficina de Investigación Naval en Washington D.C.,
al decidir interrogar a Jessup tras recibir por correo una copia de uno de sus
libros sobre ovnis con unas delirantes anotaciones hechas a mano por Allende u
otras personas, y la posterior muerte del astrónomo, que se suicidó
en extrañas circunstancias.
Sin embargo, todo el asunto quedó pronto en evidencia. En primer lugar (y muy fundamentalmente), aunque
es cierto que Einstein colaboró con su gobierno en varios proyectos, la supuesta
aplicación en el experimento de la "teoría del campo unificado" en la que
trabajaba es completamente falsa, ya que dicha teoría no ha sido desarrollada con
éxito todavía ni existe ninguna ley física conocida que permita utilizar
campos de fuerza para volver invisibles o teletransportar a las personas o a las cosas. Asimismo,
en 1943 Nikola Tesla era ya tan solo un anciano de 87 años a punto de fallecer,
por lo que su supuesta intervención en el proyecto no resulta creíble.
En segundo lugar, los archivos de la marina donde se conserva la hoja de
servicios del Eldridge muestran que
el destructor nunca estuvo en Filadelfia en 1943. Todos los que sirvieron en él
durante la Segunda Guerra han declarado que jamás participaron en un asunto semejante,
ni oyeron hablar de él. Lo mismo han declarado los tripulantes del Andrew Furuseth, el mercante desde el que,
según la leyenda, Allende fue testigo de la desmaterialización temporal del Eldridge.
Por último, Allende resultó ser Carl M. Allen, un aficionado a los ovnis bastante
trastornado y que en alguna ocasión confesó haberse inventado la historia.
Jessup, por su parte, se suicidó probablemente como consecuencia de su reciente
divorcio y de sus constantes depresiones, tal y como su propia hija ha
declarado. En cuanto a la peculiar reacción de la Oficina de Investigación Naval,
resulta menos extraña si tenemos en cuenta que a mediados de los 50 el gobierno
norteamericano investigaba de forma rutinaria cualquier rumor sobre tecnologías
avanzadas, incluyendo los ovnis o la alquimia (*)
Para muchos investigadores, Allen simplemente sacó la idea del “barco
invisible” del proceso de desmagnetización al que se sometía a los navíos para
volverlos inmunes a las minas magnéticas, lo mezcló todo con algunos recuerdos
personales (hay testigos de la pelea del bar que relatan que, por supuesto,
nadie desapareció) e intentó darle credibilidad al asunto recurriendo a
Einstein. Después, otras personas han continuado alimentando el mito con falsas declaraciones. Sin embargo, y a pesar de sus evidentes inconsistencias, lo sugestivo del relato y los extraños detalles que rodearon su divulgación han hecho que, casi 60 años
después de salir a la luz, el bulo del “experimento Filadelfia” siga teniendo
una significativa legión de seguidores, habiéndose convertido en una de las
leyendas urbanas de más éxito de toda la historia de la ciencia. La que ha
convertido a un oscuro destructor de escolta que nunca llegó a entrar en
combate en el protagonista de una extraña y terrorífica historia de viajes por el
tiempo y el espacio.
¡Hasta pronto!
(*) Aunque parezca increíble, existen algunos
indicios de que a mediados de los años 40 militares norteamericanos llegaron
a emplear tiempo y dinero en rastrear posibles indicios de tecnología atómica
en documentos sobre alquimia.
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