Diagrama de la célebre máquina de Orffyreus
Orffyreus y el "movimiento perpetuo"
Desde el principio de los tiempos, las personas de mente despierta observaron con curiosidad el movimiento sin descanso de los ríos, de las nubes o de los astros. El Sol, por ejemplo, salía y se ponía todos los días, sin excepción, una y otra vez, desde tiempo inmemorial, sin que nadie pareciese empujarle. Este aparente “movimiento perpetuo natural” no parecía ser obra de los dioses, sino de algún tipo de mecanismo intrínseco a las cosas naturales. ¿No sería posible remedar este mecanismo de algún modo? ¡Qué fácil sería la vida si las máquinas se pudiesen mantener siempre en movimiento, sin necesidad de hacer ningún esfuerzo!
El más notorio de los defensores del movimiento perpetuo fue Johann Ernst Elias Bessler, más conocido como Orffyreus (1680-1745). Aunque había estudiado teología y medicina, Orffyreus era un apasionado de la mecánica y, en concreto, de los mecanismos de relojería. Parece ser que experimentó durante años con cientos de modelos de móvil perpetuo, y aseguraba haber construido al menos cuatro que funcionaban perfectamente. En 1717 publicó un panfleto titulado Perpetuum Mobile Triumphans by Orffyreus, donde afirmaba haber conseguido que “un material muerto no solamente se mueva a si mismo, sino que levante peso y haga trabajo”. Sus máquinas tuvieron tanto éxito que legiones de curiosos pagaban por verlas en funcionamiento, aunque se dice que el bueno de Orffyreus empleaba a menudo el dinero en obras de caridad. En una ocasión, llegó a poner su secreto a la venta por el equivalente a unos 25,000 Euros. Al enterarse de lo lucrativo del negocio, el Príncipe de Hessen-Kassel, del que llegó a ser consejero, estableció un impuesto sobre el dinero recolectado, lo cual se dice que enfadó tanto a Bessler que en un arranque de cólera destrozó uno de sus fascinantes modelos.
Pero el mayor éxito de Bessler, y quizás el más enigmático de todos los intentos de construir un móvil perpetuo, tuvo lugar el 12 de Noviembre de 1717, cuando bajo los auspicios del Landgrave de Hessen el mecánico aficionado construyó una rueda de buen tamaño que fue puesta en movimiento y encerrada en una habitación sellada. Según las crónicas, el 26 de Noviembre y posteriormente el 4 de Enero de 1718, la habitación fue abierta, encontrándose, para sorpresa de todos, que la misteriosa rueda parecía seguir girando a la misma velocidad que al principio. Sin embargo, solamente algunas personas tuvieron ocasión de examinar el mecanismo en secreto, y solo lo hicieron en parte. En verdad impresionado, el Landgrave envió al filósofo y matemático holandés Willem Gravesande a examinar el artefacto, y el profesor quedó igualmente convencido de estar ante un ejemplo genuino de movimiento perpetuo. Por desgracia, el Landgrave no había informado a Orffyreus acerca de este examen, y éste, montando de nuevo en cólera, destruyó el mecanismo.
De hecho, la explicación del misterio podría ser sencilla. Como excelente relojero que era, Orffyreus había desarrollado un mecanismo de engranajes capaz de mantener el movimiento durante un tiempo prolongado, algo nada extraordinario ya en aquella época. Por descontado, si la rueda se hubiese dejado funcionar durante el tiempo suficiente, habría terminado por pararse. Otra posibilidad nada desdeñable es que se tratase de un fraude, ya que el hecho de que la habitación estuviese cerrada impedía observar lo que sucedía en su interior. De hecho, el intrépido relojero fue acusado de ello en muchas ocasiones, llegando a decirse que había otras personas que manipulaban los instrumentos.
En cualquier caso, Orffyreus, que había destruido todos sus dibujos y modelos cuando pensó que iba a ser arrestado por este motivo, murió en 1745 al caerse de uno de sus aparatos, llevándose a la tumba su secreto para siempre. En las décadas que siguieron, la creencia en la posibilidad de que existiese el movimiento perpetuo languideció, hasta que el desarrollo de la nueva ciencia de la termodinámica durante la primera mitad del siglo XIX enterró el sueño para siempre.
¡Hasta pronto!
*Extractado y adaptado de El científico que derrotó a Hitler
Interesante artículo. Estudiando la historia de la academia de las ciencias de San Petersburgo, me he encontrado con que el Zar Pedro el grande, hizo averiguaciones al respecto de la existencia de un móvil perpetuo. El Zar, que era un gran aficionado a diferentes artes mecánicas, parece que se sintió animado ante la perspectiva de poseer algo tan milagroso, sobre todo después de conocer la seductora opinión de Leibnitz sobre este supuesto invento en una carta del 3 de agosto de 1710 al archiólogo Erskine. Un informe sobre una nueva máquina de movimiento perpetuo del mismo inventor, apareció en el Actis Eruditorum de Leipzig en noviembre de 1718, lo que parece que despertó de nuevo el interés en el Zar, sobre todo porque esa revista había sido fundada por inspiración de Leibnitz y porque era colaborador asiduo precisamente Christian Wolff. En enero de 1719, Laurentius Blumentrost, su médico personal y que luego se convertiría en el primer presidente de la Academia, se dirigió a Wolff con petición de información más detallada. Finalmente el Zar se olvidó del asunto
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