jueves, 22 de mayo de 2014


Estela de Necao II, en el museo del Louvre
 
 

El extraño viaje de los fenicios del faraón


Necao II fue un notable faraón de la dinastía XXVI que gobernó en el antiguo Egipto durante unos 15 años, hacia el 600 a.c. Tomó partido por los asirios en su guerra contra Babilonia, y cuando sus aliados fueron aplastados se las vio y se las deseó para evitar la invasión de su país. Finalmente, salió victorioso y consiguió asegurar la zona de influencia de Egipto sobre las provincias fenicias al menos durante algún tiempo. Era un hombre emprendedor, que ordenó construir un canal para comunicar el brazo oriental del rio Nilo con el mar Rojo  y que creó una gran flota utilizando para ello los servicios de artesanos griegos.
Pero si se recuerda a Necao no es tanto por las vicisitudes de su reinado como por el extraño viaje que, a decir del célebre historiador Heródoto, fue ordenado por el faraón con el fin de conectar el mar Rojo con occidente. Al parecer, las obras para construir el canal fracasaron, ya que hay evidencias de que fue terminado más tarde por los persas. Entonces, según Heródoto, al faraón se le ocurrió la idea de conectar el mar Rojo con el Mediterráneo recorriendo la costa africana y regresando a través de las Columnas de Hércules, para lo que utilizó naves y tripulaciones fenicias bajo el mando de oficiales egipcios.
De acuerdo con el relato del padre de la historia, varias naves fenicias salieron por el Mar de Eritrea y circunnavegaron el continente africano tras un penoso viaje de casi tres años en el que tuvieron que desembarcar al menos en dos ocasiones para hacerse con provisiones a través de la siembra y la cosecha. El relato de Heródoto no menciona si el faraón le dio continuidad al viaje o qué otras consecuencias tuvo, pero el autor insiste en su relato en que este fue el momento en que se descubrió que África (entonces llamada Libia) estaba rodeada por el mar.
La supuesta hazaña de los fenicios de Necao ha sido cuestionada durante siglos, sobre la base de la gran dificultad de la empresa y de que no existen documentos contemporáneos que la mencionen. Cuando Heródoto describió el viaje en Los nueve libros de la Historia, habían transcurrido unos 150 años desde los hechos que se relatan, y es bien sabido que las fuentes del historiador de Halicarnaso no siempre eran fiables. De hecho, el propio escritor deja entrever sus dudas de que semejante hazaña sea cierta. Sin embargo, Heródoto menciona algo verdaderamente insólito que le da credibilidad a la historia. Según el escritor griego, los fenicios “referían lo que a mí no se me hará creíble, aunque acaso lo sea para algún otro, a saber, que navegando alrededor de la Libia tenían el sol a mano derecha”, lo que puede interpretarse como que al cruzar el cabo de Buena Esperanza veían el sol del mediodía al norte, tal y como sucede en realidad.
Aunque muchos filósofos griegos creían que la tierra era redonda, e incluso algunos, como Aristarco de Samos, estaban convencidos de que giraba alrededor del sol, la mayoría de ellos vivieron siglos después de Heródoto, de forma que en su época es difícil de imaginar que alguien interpretase de forma correcta la posición aparente del sol en el hemisferio austral. Tampoco parece verosímil que el escritor acertase por casualidad. Por otro lado, recorrer los 26,000 kmts de costa del enorme continente negro en menos de tres años y asumiendo dos largas paradas de varios meses requiere cubrir unos 50 kmts de media diaria, eso sin contar con los efectos del viento, las corrientes y las tormentas que dificultan enormemente la circunnavegación, tal y como los portugueses tuvieron la ocasión de comprobar 2,000 años después. A modo de ejemplo, los vientos alisios que soplan en sentido contrario al de la supuesta expedición probablemente impedirían que los fenicios pudiesen llegar más allá del cabo Bojador, casi a la altura de las Canarias, aunque se ha propuesto como alternativa que los expedicionarios podrían haber continuado desde allí por tierra, a través de las rutas comerciales saharianas que llegaban hasta las colonias fenicias del norte de África.
¿Circunnavegaron África los navegantes fenicios seiscientos años antes de nuestra era? ¿Fué la insólita expedición del faraón Necao la primera exploración a gran escala del globo terrestre? Hay argumentos a favor y en contra. A pesar de la enorme dificultad de acometer semejante empresa con la tecnología disponible a mediados del primer milenio antes de Cristo, la referencia al “sol a la derecha” en el viejo texto de Heródoto permanece como uno de esos enigmas de la historia de la ciencia que carecen totalmente de respuesta.
¡Hasta pronto!

jueves, 8 de mayo de 2014


Retrato de Robert Grosseteste
 

Profetas del mañana en la Inglaterra medieval


«Las máquinas para navegar pueden ser hechas sin remeros, de manera que los grandes barcos serán movidos por un solo hombre con mayor velocidad que si estuvieran llenos de hombres. También se pueden fabricar carros de modo que, sin animales, puedan moverse con increíble rapidez…; también pueden construirse máquinas voladoras de forma que un hombre sentado en la mitad de la máquina maneje algún motor que accione alas artificiales que batan el aire como un pájaro volador. También una máquina de tamaño pequeño para levantar o bajar pesos enormes…También se pueden hacer máquinas para pasear por el mar y los ríos, incluso por el fondo, sin ningún peligro…Y tales cosas pueden ser fabricadas casi sin límites, por ejemplo, puentes sobre los ríos sin columnas o soportes, y mecanismos y máquinas inauditas».

El autor de esta extraña profecía, en la que se deja entrever el advenimiento del automóvil, del avión, de las grúas modernas, del submarino y del puente colgante, no es otro que Roger Bacon, el enigmático filósofo y teólogo de la orden franciscana que vivió en el siglo XIII y que rechazó la corriente principal escolástica, proponiendo el uso de las matemáticas y el empirismo como las mejores formas de acceder al conocimiento. Bacon, que trasteó con la pólvora y con la óptica y de quién se dice que fabricaba autómatas, se enfrentó al establishment de la época, siendo acusado varias veces de herejía y de brujería. Según él, «la matemática es la puerta y la llave de toda ciencia».

Unos años antes, el erudito inglés Robert Grosseteste, amigo y protector de Bacon, había escrito en su obra De Luce que el universo se originó a partir de un solo punto de luz, y que «Al principio, la materia y la luz estaban vinculados entre sí. Pero la rápida expansión llevó finalmente a un 'estado perfecto', con la cristalización de la luz-materia y la formación de la esfera exterior -el llamado 'firmamento'- del cosmos», lo que resulta ser una descripción asombrosamente aproximada de lo que los científicos creen que sucedió inmediatamente después del  Big Bang. Grosseteste, obispo de Lincoln de la orden franciscana, no dudaba en considerar a las matemáticas como el código con el que Dios había escrito el universo pues, en palabras suyas, «es muy importante la utilidad de considerar el estudio de las líneas, de los ángulos y de las figuras, porque es imposible conocer la filosofía natural sin ellas: valen absolutamente para todo el universo y sus partes».

¿Fue la Inglaterra del siglo XIII el momento y el lugar en los que despertó el método científico, de la mano de grandes visionarios que, cual viajeros del tiempo, fueron capaces de vislumbrar el futuro? ¿Estuvieron algunas escuelas inglesas de la orden franciscana detrás de la corriente de pensamiento que con el tiempo desembocó en la llamada Revolución científica? Quizás se trate de una simplificación. Sin duda hubo otros personajes dentro y fuera de Inglaterra ajenos a la orden que tuvieron un papel relevante en el desarrollo del empirismo y del dominio de las matemáticas sobre el estudio de la naturaleza, pero la lectura de estos fragmentos no deja de sorprender por la completa ausencia, en textos escritos por sacerdotes cristianos, del enfoque teológico que durante la Alta Edad Media había impregnado todas las áreas del saber y según el cual el conocimiento de las cosas naturales solo tenía sentido en cuanto que mostraba las verdades ocultas que tenían que ver con Dios.

En cualquier caso, estos son dos de los ejemplos más impactantes de ideas que, surgidas en la mente de personas que vivieron en una época supuestamente oscura, anticipaban conocimientos o desarrollos tecnológicos increíblemente adelantados a su tiempo, indicándonos que, después de todo, quizás la Edad Media fuese una época bastante más luminosa de lo que puede parecer.

¡Hasta la semana que viene!

jueves, 24 de abril de 2014

Wi-fi, torpedos y una ingeniera en Hollywood

Mature y Lamarr en un fotograma de Sansón y Dalila
 

Wi-fi, torpedos y una ingeniera en Hollywood


Dirigida en 1949 por Cecil B. DeMille y protagonizada por Hedy Lamarr y Victor Mature, Sansón y Dalila es una de esas películas que se proyectan todos los años durante la Semana Santa. Sin embargo, pocos conocen los detalles de la increíble historia de la protagonista, una de las mujeres más inteligentes y de más talento de todo el siglo XX.
Nacida en Viena en 1914, Hedwig Eva Maria Kiesler era la hija superdotada de un banquero y una pianista de origen judío. Había empezado la carrera de ingeniería con 16 años pero, siendo su auténtica pasión la interpretación, pasó acto seguido a convertirse en actriz. La que, en palabras del director Max Reinhardt, era “la mujer más hermosa de Europa”, protagonizó en 1933 Éxtasis, considerada la primera película no pornográfica del mundo donde la protagonista simulaba un orgasmo de forma explícita y aparecía completamente desnuda enfrente de la cámara.
Locamente enamorado de ella, Fritz Mandl, un riquísimo magnate del armamento amigo de Hitler y Mussolini, arregló con los padres de la Kiesler un matrimonio en contra de su voluntad. Extremadamente celoso, Mandl mantenía a la bella austriaca enclaustrada en su castillo casi como una prisionera, interrumpiendo su carrera cinematográfica e intentando por todos los medios secuestrar todas las copias existentes de Éxtasis. Obligada a asistir a cenas con los jerarcas fascistas y a reuniones con científicos e ingenieros, la más que inteligente señora Mayer se hizo pasar por tonta, aprovechando la ocasión para recopilar información privilegiada sobre la más avanzada tecnología militar de la época, cuyos detalles transmitió con posterioridad al gobierno norteamericano. Finalmente, harta de su marido y de los nazis, protagonizó una huida rocambolesca haciéndose pasar por una sirvienta a la que sedujo y, al parecer, escapando de los guardaespaldas de Mandl por la ventana del baño de un restaurante. Una vez libre, desde Austria viajó a Paris y después a Londres, donde conoció a Louis B.Mayer, dueño de la Metro Goldwyn Mayer, al que convenció con facilidad de estar ante la próxima estrella del séptimo arte. A partir de 1938, y ya bajo el nombre por el que es recordada, la formidable Hedy Lamarr se convirtió en una de las actrices más famosas del Hollywood dorado de la década de los 40. Con su exótica belleza protagonizó casi 30 películas, convirtiéndose en una celebridad y cautivando a una generación entera de hombres. Muchos fueron los soldados aliados que llevaron su foto o su nombre tatuado durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, ya fuese en las trincheras europeas o en los archipiélagos del Océano Pacífico.
Pero además, y por increíble que parezca, mientras actuaba y se convertía en madre de dos niños la antifascista Lamarr se dedicó nada menos que a pensar en cómo los aliados podían eludir las contramedidas electrónicas que usaban los alemanes para bloquear los torpedos controlados por radio. Con ayuda de un vecino que era compositor de vanguardia y que había experimentado con un mecanismo automático para las teclas del piano, la genial ingeniera de telecomunicaciones desarrolló la crucial idea del “salto de frecuencias”, basada en suministrar al torpedo una secuencia establecida por el emisor de manera que para el enemigo resultase poco menos que imposible escanearla (1).
El asombroso invento fue inmediatamente catalogado como “secreto” por el gobierno norteamericano, pero las dificultades para ponerlo en marcha con la tecnología disponible en los años 40 hicieron que su utilización se postergase hasta 1962, durante la crisis de los misiles en Cuba, cuando, por desgracia para ella, la patente registrada por la antigua actriz ya había expirado. Con posterioridad, su sistema de “salto de frecuencias” ha sido uno de los fundamentos del desarrollo de toda la moderna tecnología de comunicaciones en banda ancha, incluyendo el Bluetooth y el COFDM, el método de codificación utilizado en las redes Wi-fi, la televisión digital, el acceso ADSL a Internet o los móviles 4G. En 1997, la “Electronic Frontier Foundation” concedió un premio especial a la bella ingeniera por su descubrimiento de juventud. En los países de habla germana, el día del inventor se celebra en su fecha de nacimiento.
Tras una larga vida en la que, entre otras cosas, trabajó en inventos de cosmética, collares para perros, semáforos o cambios del diseño del Concorde, Hedy Lamarr falleció en el año 2000, después de años de litigar por la protección de sus derechos de imagen y para defenderse de acusaciones de cleptomanía. Estuvo casada seis veces, pero nunca fue feliz del todo. Como dijo en una ocasión, “tengo que dejar de casarme con hombres que se sientan inferiores a mí”.
Así que la próxima vez que veáis Sansón y Dalila mientras chateais por Internet, mostrad un poco de respeto. Después de todo, la morena explosiva que le toma el pelo a Sansón es la responsable de que os estéis conectando a la Wi-fi…
¡Hasta la semana que viene!
(1)      Lamarr ofreció sus servicios como ingeniera a su país adoptivo en repetidas ocasiones, pero el gobierno norteamericano prefirió utilizar su belleza y popularidad, ofreciendo, por ejemplo, un beso de la hermosa actriz por la compra de 25,000 $ en bonos de guerra. En una sola noche se recaudaron siete millones…

viernes, 11 de abril de 2014

Vidocq, el legendario


Retrato de Vidocq, el primer detective privado
 

Vidocq, el legendario

Si hay un nombre asociado con la ciencia y envuelto en las brumas de la leyenda, es sin duda el de Eugène François Vidocq, el enigmático espía, policía y detective francés que inspiró a Victor Hugo para crear los personajes principales de Los Miserables, a Edgar Allan Poe para dar forma a su detective Auguste Dupin y a Sir Arthur Conan Doyle para desarrollar la personalidad del más famoso investigador de ficción de todos los tiempos, el célebre Sherlock Holmes.
 
Nacido poco antes de la Revolución Francesa, Vidocq tuvo una vida de película en una época extremadamente turbulenta. Maestro consumado del disfraz, camorrista y mujeriego, en su juventud se alistó como soldado, cambiando de uniforme como quien cambia de camisa (*). Fue encarcelado varias veces por contrabando, deserción, comportamiento incívico y espionaje, pero siempre eludió la guillotina consiguiendo indultos o huyendo disfrazado de cualquier cosa, desde oficial de marina a monja. Finalmente, para escapar de una condena a galeras se ofreció a la policía francesa como informante y espía.
 
A partir de 1811, y ya desde el bando legal, Vidocq empezó a desarrollar las técnicas de criminalística que le harían célebre en el mundo entero. En una época en donde la investigación se basaba todavía en gran medida en delaciones y confesiones, muchas de ellas falsas, el genial detective francés introdujo meticulosas técnicas de análisis que revolucionaron para siempre la disciplina. Para empezar, elaboraba detallados informes de los rasgos físicos y modus operandi de los sospechosos y de sus acompañantes, inflitrándose entre ellos mediante asombrosas técnicas de caracterización. Cuando llegaba a la escena de un crimen, ordenaba que nadie tocase nada hasta que se hubiese realizado un examen exhaustivo y una recogida de pruebas, incluyendo moldes de pisadas, objetos manchados de sangre y fragmentos de todo tipo. Si el crimen lo había producido un arma de fuego, daba orden de extraer la bala del cadáver para cotejarla con los proyectiles de otras pistolas.
 
Tal fue el éxito de sus novedosas técnicas, que el gobierno francés amplió sus competencias y le dotó de todo tipo de medios, organizando bajo su mando la “Brigade de la Sûreté”, la primera agencia de seguridad del mundo propiamente dicha, germen de la policía y de los servicios de espionaje modernos. Admirado y temido por igual, a lo largo de su carrera recibió tantos elogios como despertó envidias y resentimientos. Además de para descubrir y arrestar a criminales, los gobernantes de Francia utilizaron sus servicios para combatir a los insurgentes y a la disidencia, lo cual le acarreó no pocas críticas.
 
Algunos de sus métodos, como el empleo de ex-convictos para que le ayudasen, forzaron su dimisión en 1832, pero eso no terminó con la carrera de Vidocq, quien acto seguido fundó la primera agencia privada de detectives de la historia. A partir de ese momento, sus brillantes intervenciones se vieron entorpecidas por continuos problemas con la policía, harto de los cuales se retiró de la investigación activa, dedicando sus últimos años a escribir.
 
Cuando falleció en 1857, el mundo de la investigación criminal había cambiado para siempre, y ya nunca abandonaría el enfoque cuyas técnicas y procedimientos desembocaron más adelante en lo que ha venido a denominarse como “policía científica”. A pesar de lo mucho que se ha exagerado escribiendo sobre él, puede decirse que los modernos archivos policiales,  la toma de huellas dactilares, la balística, la antropología forense o las modernas técnicas de identificación por ADN tienen su origen en este antiguo soldado de fortuna que hizo del disfraz un arte y que metió de lleno la ciencia en la investigación policial.
 
¡Hasta la semana que viene!
 
(*) Hay evidencias de que Vidocq militó  tanto en el ejército francés como en el austríaco, utilizando identidades distintas.

viernes, 28 de marzo de 2014


Imagen de los muros vitrificados
 

Las extrañas fortalezas vitrificadas 

Entre los años 700 y 300 antes de nuestra era fueron construidos en Escocia un gran número de fuertes, muchos de ellos en lo alto de colinas, con muros hechos de piedras apiladas sin mortero. Hasta aquí, nada extraordinario. Sin embargo, la impresión cambia por completo cuando un examen detenido revela que muchas de las piedras que constituyen los muros están fundidas entre ellas, con zonas convertidas en una especie de asfalto o vidrio, donde los restos de lo que sin duda fueron burbujas de aire y gotas de roca fundida dan fe de que las piedras fueron sometidas a temperaturas que dieron lugar a un proceso de vitrificación. Durante los últimos 3 siglos, los arqueólogos han tratado de dar respuesta a los interrogantes que suscitan las murallas de las antiguas fortalezas escocesas. ¿Quién las construyó? ¿Cómo consiguieron vitrificar la piedra?
La datación de los fuertes los sitúa en mitad de la Edad del Hierro británica, una época en la que los métodos de fundición de los metales, que requieren altas temperaturas, ya eran bien conocidos. Por tanto, las tecnologías básicas para provocar la vitrificación estaban sin duda disponibles. Además, con posterioridad se han encontrado fortalezas de aspecto similar datadas en la Edad Media e incluso algunas en otras partes de Europa. Experimentos realizados en los años 30 del siglo pasado han demostrado que la base de murallas confeccionadas siguiendo el modelo de la antigüedad presenta vitrificación cuando se queman madera y arbustos a su alrededor durante varias horas. Bajo el influjo del fuego, la roca se funde parcialmente al alcanzar temperaturas de hasta 1200 ºC. No obstante, ninguno de los experimentos llevados a cabo hasta la fecha ha conseguido reproducir con exactitud el modelo y pautas de vitrificación que muestran los fuertes escoceses, por lo que siguen sin conocerse los detalles del procedimiento utilizado.
Algunos investigadores han propuesto la utilización de algo parecido al famoso “fuego griego” para provocar el proceso, pero no hay indicio alguno de que se utilizasen hidrocarburos (*) en Escocia en aquella época y, tal como hemos visto, había disponibles tecnologías más sencillas y seguramente más eficaces para fundir la roca. Por su parte, medios pseudocientíficos llevan décadas afirmando que los fuertes se fundieron como consecuencia de explosiones atómicas, cuando lo cierto es que no se han encontrado en la zona niveles de radiación superiores a los normales ni las rocas vitrificadas (que tampoco son todas) muestran en su composición o su forma las señales de haber sido sometidas a temperaturas miles de veces superiores a las necesarias para desencadenar la vitrificación.
Por tanto, aunque todavía desconocemos el procedimiento exacto que utilizaron, no parece haber ningún misterio en cuanto a la tecnología empleada por los antiguos habitantes de Escocia.  Por el contrario, el verdadero enigma que se esconde detrás de estas murallas es el motivo por el que se vitrificaron los fuertes. Podría pensarse que las murallas se quemaron como consecuencia de un ataque, pero la vitrificación no las rompió ni las hizo más fáciles de escalar, por lo que no parece que fuese de ninguna utilidad para un supuesto atacante. Tampoco pueden ser consecuencia de incendios fortuitos, porque casi todas las fortalezas están localizadas en un espacio limitado, lo que parece delatar un esfuerzo premeditado para vitrificarlas. Además, se han encontrado evidencias de que, al menos en algunos casos, la vitrificación se produjo desde el interior, probablemente durante la construcción de los muros. Sin embargo, el tratamiento tampoco hace a las murallas más fuertes o más difíciles de superar, por lo que la auténtica razón de haberlas sometido a este proceso continúa siendo un misterio. Se ha propuesto que pudo tratarse de una práctica ceremonial, o incluso del intento deliberado de destruirlas una vez conquistadas, pero no se han presentado pruebas de ello.
¿Hay algo que se nos escapa en las enigmáticas fortalezas vitrificadas de Escocia? El tiempo lo dirá. Mientras tanto, si viajáis a este país no dejéis de visitarlas.
¡Hasta la semana que viene!
(*) Aunque fundamentalmente utilizado por los bizantinos en la Edad Media, hay indicios de que los antiguos atenienses pudieron emplear algo parecido al "fuego griego", una mezcla de hidrocarburos probablemente procedente de pozos naturales de Oriente Medio. La gran distancia a la que se encuentra Escocia hace poco probable que se produjese una transferencia de esta tecnología.

jueves, 13 de marzo de 2014


Srinavasa A. Ramanujan
 

El mutante matemático


A principios del siglo XX, una especie de “mutante” de las matemáticas que vivió poco más de 32 años cruzó el ámbito de las ciencias exactas como un meteoro, dejando un asombroso legado que viene siendo estudiado desde hace más de 100 años.
Hijo de un contable y de un ama de casa brahmines de origen tamil, Srinivasa Aiyangar Ramanujan (1887-1920) se topó con las matemáticas a la edad de 10 años y, a partir de entonces, las puso patas arriba como pocas veces se ha hecho a lo largo de la historia. Comparado por muchos con genios del calibre de Gauss o Euler, con solo 13 años el pequeño hindú autodidacta comenzó a desarrollar asombrosos teoremas, terminó sus exámenes escolares de matemáticas en menos de la mitad del tiempo disponible y en sus ratos libres ayudó a su colegio a diseñar un complejo sistema de asignación de alumnos, décadas antes de que se empleasen los ordenadores. Cuando en 1902 le enseñaron a resolver ecuaciones de tercer grado, desarrolló su propio método para resolver las de cuarto y demostró por su cuenta que era imposible resolver las de quinto mediante el empleo de radicales, algo que ya se sabía pero que nadie le había dicho. A los 16 años le prestaron una colección de 5000 teoremas, sin incluir las demostraciones, que suponían un compendio de la sabiduría matemática de la época… y Ramanujan se entretuvo demostrando todas las fórmulas.
Como solo le interesaban las matemáticas, no consiguió graduarse en ninguna institución y siguió trabajando en las ciencias exactas por su cuenta, a menudo pasando hambre. El fundador de la Sociedad Matemática de la India se negó a darle un trabajo de bajo nivel porque no quería que ello interfiriese en la extraordinaria creatividad de Ramanuján. Algunos de los grandes matemáticos hindúes a los que envió sus trabajos confesaban que no los entendían y creían que no eran suyos. Finalmente, consiguió un empleo y algo de financiación, empezando a publicar artículos. En ocasiones planteaba problemas a la comunidad matemática hindú que terminaba por solucionar él mismo después de que transcurriesen meses sin recibirse respuesta alguna, dada la dificultad que presentaban.
En 1913, sus amigos le ayudaron a entrar en contacto con los mejores matemáticos británicos de la época. Cuando Geoffrey Hardy (1877-1947) tuvo delante alguno de los increíbles teoremas del joven genio, confesó que “nunca antes había visto algo así”. Liderados por Hardy, los ingleses le concedieron una beca y lo convencieron para visitar Cambridge, dejando a su familia en la India. En Inglaterra, sus nuevos colegas mejoraron la formación académica de Ramanujan, mientras se asombraban de la increíble producción matemática del hindú, que rompía continuamente las barreras de la investigación entregando maravillas que abrían campos enteros del conocimiento. Tras doctorarse, Ramanujan fue elegido miembro de la “London Mathematical Society” y, acto seguido, de la “Royal Society”, siendo uno de los más jóvenes de su larga historia. Finalmente, y debido  en parte a su obsesión por las matemáticas, cayó enfermo y murió tras regresar a la India, en 1920.
Convertido en un símbolo de la ciencia y las matemáticas en su país, el talento de Ramanujan desafía toda descripción. Muchas de sus fórmulas tuvieron que ser investigadas en profundidad después de su muerte para entender lo que en ellas se proponía. Tenía una habilidad extraordinaria para solucionar problemas complicados casi de inmediato y sus memorables trabajos desembocaron en múltiples líneas de investigación, algunas de las cuales se encuentran hoy en día en la vanguardia del estudio de las ciencias exactas.
Como muestra del genio incomparable del hindú, Hardy relató en una célebre anécdota como durante una de sus visitas le comentó de pasada que el taxi que le había traído llevaba el número de registro 1729, a lo que Ramanujan contestó de inmediato:
“¡Qué número tan interesante! Es el más pequeño que se puede expresar como la suma de dos cubos de dos maneras diferentes” (*)

Hardy, que era un excelente matemático, necesitó 6 meses para demostrarlo…
¡Hasta la semana que viene!

(*) 1729 es igual a 13 + 123, y también a 93 + 103 siendo, efectivamente, el número más bajo que presenta esta propiedad.

jueves, 27 de febrero de 2014

Hans Hörbiger con su barba característica
 

El profeta del fuego y el hielo


Además de un buen ingeniero, el austríaco Hans Hörbiger fue un curioso pseudocientífico mesiánico que opinaba que “la ciencia objetiva es un invento pernicioso” o que “las matemáticas son una mentira sin ningún valor”. Luciendo una inmensa barba blanca que le daba el aspecto de un profeta furioso, en la década de los 20 del siglo pasado desató una auténtica yihad para defender su  extravagante “cosmogonía glacial”, una rara mezcla de ciencia y misticismo que, en una época donde la cosmología no estaba plenamente desarrollada, consiguió atraer la atención de millones de personas, incluyendo a lo más granado del movimiento nazi.
Al ser consecuencia de supuestas “visiones” y no de experimentos rigurosos,  la teoría de Hörbiger era un compendio de disparates. Según ella, el hielo es la sustancia básica responsable de todos los procesos del universo, encontrándose en lucha perpetua con el fuego. Esta lucha regiría no solo la física, sino también la vida y la historia de la humanidad. En el espacio, enormes bloques de hielo forman lo que llamamos Vía Láctea. El sistema solar se formó cuando uno de estos gigantescos bloques chocó contra nuestra estrella. La Luna es un bloque de hielo y nuestro planeta ha tenido antes otros satélites del mismo material, todos los cuales se han terminado estrellando contra él, dando lugar a catástrofes como el fin de la Atlántida y el Diluvio universal. Los movimientos de estos astros de hielo provocan mutaciones y nuevas razas, unas superiores y otras “inferiores” que se disputan la supremacía.
Por extraño que pueda parecer, muchos de los principales miembros del incipiente partido nazi abrazaron esta extravagante doctrina con entusiasmo, en parte porque concordaba con sus postulados racistas y en parte porque proporcionaba una alternativa a las teorías de lo que ellos consideraban como “ciencia judeo-liberal”. Hombres como Houston S. Chamberlain, que tuvo una enorme influencia sobre Alfred Rosenberg, Adolf Hitler y otros ideólogos tempranos del nazismo, la apoyaban con entusiasmo. Está documentado que Hitler sentía por Hörbiger una especie de veneración, y que muchos de los jerarcas nazis se referían a él abiertamente como “el Copérnico  del siglo XX”.
Contando con el respaldo de sus peligrosos amigos, el barbado profeta se embarcó en una política muy agresiva hacia la ciencia oficial. A los panfletos, libros y conferencias se unieron presiones y amenazas a los científicos ortodoxos, que se intensificaron después de la muerte de Hörbiger en 1931. Himmler, el jefe de las SS cuyo pensamiento estaba plagado de ocultismo, promocionó la doctrina del hielo de muy buen grado, y existen pruebas documentales de que la Oficina del Reich para el Servicio Meteorológico la utilizó sin reservas. En el colmo del desvarío, en pleno siglo XX y en un país desarrollado que supuestamente disfrutaba de una ciencia de vanguardia, los responsables de la sección de meteorología de la Ahnenerbe (*) opinaban que la “cosmogonía glacial” podía emplearse para hacer predicciones meteorológicas de largo alcance. De hecho, algunos estudiosos heterodoxos creen que cuando las tropas alemanas invadieron la URSS, la razón por la que no llevaban ropa de abrigo adecuada tenía que ver no solo con la confianza del Führer en que se alcanzaría una rápida victoria durante el verano sino también con la convicción, por parte de los jerarcas nazis, de que, llegado el caso, el invierno de 1941 sería muy suave, en línea con las predicciones Hörbigerianas. Por desgracia para ellos, ese invierno resultó ser uno de los más fríos que se habían registrado nunca en Rusia, por lo que, sea cual fuese el motivo de la negligencia, la falta de ropa de abrigo adecuada contribuyó en gran medida a una grave derrota de la Wehrmacht.
Aunque parezca increíble, las extrañas ideas de Hörbiger siguieron fascinando al mundo mucho después de terminar la Segunda Guerra Mundial. A raíz de una famosa encuesta llevada a cabo en 1953, el gran divulgador norteamericano Martin Gardner calculó que en esa fecha aún había más de un millón de discípulos del profeta austríaco en Alemania, Inglaterra y Estados Unidos. Con el paso del tiempo, esa cifra se ha reducido hasta un nivel residual, de modo que, afortunadamente, hoy en día la “cosmogonía glacial” no es más que otro recuerdo de una época en la que unos psicópatas iluminados hicieron dormir la razón y abrieron las puertas del infierno.

(*) Creada para el estudio de la historia de la raza aria, esta institución pseudocientífica adscrita a la Orden Negra se dedicaba a extravagantes actividades a lo largo del planeta. En una ocasión, se llegó a planificar una expedición a Bolivia para examinar ruinas que los estudiosos nazis atribuían a una raza de emigrantes nórdicos con millones de años de antigüedad…