El astronauta L. Gordon Cooper Jr., antes del lanzamiento del Mercury 9
Ovnis, cosmonautas, y la invasión de la prensa amarilla
Es un hecho que por internet circulan innumerables bulos que narran los extraños avistamientos de los que, supuestamente, fueron testigo los astronautas de los años sesenta del siglo pasado durante el transcurso de la carrera espacial, incluyendo el célebre alunizaje de 1969. Ciertamente, muchos de los astronautas de los proyectos Gemini y Apollo se tropezaron con objetos que a la postre no resultaron ser sino satélites artificiales, piezas de sus cohetes propulsores y cosas por el estilo pero, a lo largo de los años, muchas revistas de temática ufológica o sensacionalista han publicado informes falsos, fotografías retocadas y conversaciones tergiversadas o que nunca llegaron a ocurrir como si hubiesen sido ciertas, alimentando la leyenda de que los cosmonautas de los años sesenta trabajaban literalmente rodeados de extraterrestres.
Sin embargo, es menos conocido que, por extraño que pueda parecer, algunos de los héroes que protagonizaron aquella época llegaron a ser firmes partidarios de los extraterrestres. Es el caso de Gordon Cooper, uno de los miembros originales del proyecto Mercury, quien se pasó media vida asegurando que el gobierno americano estaba ocultando información. Aunque a menudo hacía referencia a «cientos» de avistamientos realizados tanto por él como por otros pilotos, su principal argumento era que, en 1957, unos trabajadores de su equipo que hacían un seguimiento de los aviones que aterrizaban en la base Edwards de la fuerza aérea en California le entregaron una película y varias fotografías de un extraño objeto con pinta de platillo que había aterrizado a menos de cincuenta metros de ellos antes de volver a despegar. Según Cooper, el Pentágono le reclamó el asombroso material y él nunca llegó a volver a verlo. Por el contrario, la versión oficial de este incidente es que lo que se observó y fotografió fue un globo meteorológico. En cualquier caso, Cooper tardó veinte años en relatar lo sucedido en una entrevista, lo que sin duda restó precisión a sus recuerdos.
Otros astronautas, como Donald “Deke” Slayton, o el ruso Vladimir Kovalenok (este último ya en 1981) declararon en su día haber visto cosas raras, y según una leyenda urbana Joe Walker habría admitido que tenía instrucciones de detectar ovnis. También Edgar Mitchell, uno de los tripulantes del Apollo 14, aseguró durante una entrevista telefónica en el año 2008 que el gobierno norteamericano estaba ocultando que los extraterrestres nos habían visitado. Mitchell llevaba ya mucho tiempo denunciando una conspiración al respecto, aunque el hecho de que el antiguo héroe creyese en la telepatía y en otros fenómenos paranormales, así como que hubiese fundado en su día el “Instituto de Estudios Noéticos”, no ayudó demasiado a que le tomasen en serio. Además, Mitchell siempre reconoció no haber sido nunca un testigo presencial en un incidente ovni, estando su convicción más basada en el testimonio de terceras personas que en el suyo propio.
Por supuesto, estas cosas encantaban a la prensa, que siempre que pudo intentó sacarles partido. Prueba de ello es una anécdota relatada por Frank Borman, uno de los tripulantes de la Gemini 7, que al ofrecerse en 1997 para acudir al programa de televisión Unsolved Mysteries con objeto de desmentir que hubiese visto un ovni en 1965, se encontró con la impagable respuesta: “Bueno, no estamos seguros de quererle en el programa”. Y años más tarde, “Buzz” Aldrin, uno de los dos astronautas que pisaron la Luna por primera vez en 1969, fue objeto de una mala pasada cuando su explicación de como un objeto misterioso que observaron él y sus compañeros no era a su juicio más que uno de los pequeños paneles que se habían desprendido de la nave, fue suprimida a propósito en la entrevista publicada por el Science Channel para dar la impresión de que la tripulación del Apollo 11 se había topado con un objeto de naturaleza desconocida. Bastante molesto, Aldrin se puso en contacto con los gestores del programa para que rectificasen su postura, pero, como era de esperar, no le hicieron ni el más mínimo caso.
Después de todo, ¿a quién le importa una verdad prosaica si puede ganarse audiencia vendiendo una noticia sensacional?
¡Hasta pronto!
Nota: Este artículo es una adaptación ampliada del texto incluido en uno de los capítulos del libro "Los vikingos de Marte", obra del autor del blog.
No hay comentarios:
Publicar un comentario