Representación figurada del "vuelo" de ibn-Firnas
El astrólogo omeya que pudo volar
La Córdoba de los siglos IX y X debió ser, sin duda, un lugar fascinante, lleno de tipos extraordinarios que se afincaron allí atraídos por la reputación de la brillante capital de al-Andalus, por aquel entonces una de las cuatro ciudades mayores y más avanzadas del planeta. Uno de esos personajes fabulosos fue Abbas ibn Firnas (Abbas Abu al-Qasim ibn Firnas ibn Wirdas al-Takurini), un auténtico Leonardo que, si atendemos a todo lo que se dice de el, practicaba con maestría la medicina, la alquimia, la ingeniería, la astrología, la prestidigitación, la música y la poesía.
Nacido en lo que hoy es Ronda, en la provincia de Málaga, se sabe que Abbas era un mawlá omeya de origen bereber que trabajó al servicio de tres emires cordobeses, incluido Abderramán II, hasta 887, que fue el año en el que murió. Su gran habilidad como poeta y como astrólogo le valió el aprecio de los gobernantes cordobeses durante muchas décadas, pero ha pasado a la historia sobre todo por sus inventos y sus contribuciones a la ciencia. Una de las principales fue el traerse desde Irak las tablas astronómicas indias del Sind Hind, que con el tiempo resultarían fundamentales para el desarrollo de la ciencia en Europa. Entre los muchos artilugios que inventó, es célebre un “simulacro del cielo” que montó en una habitación de su casa para solaz de sus invitados, en el que se representaban los astros y las nubes y hasta se simulaban con luz y sonido los relámpagos y los truenos. También diseñó y construyó una magnífica esfera armilar, así como la primera clepsidra de flujo constante conocida hasta la fecha en al-Andalus. Según parece, descubrió asimismo un novedoso método para tallar el cristal de cuarzo que permitió a los andalusíes el no tener que importarlo, lo que supuso un gran impulso económico para los hornos cordobeses.
Pero la principal hazaña que se recuerda del extraordinario sabio andalusí es su supuesto intento de volar, algo que perduró en la memoria colectiva durante siglos, sirviendo de inspiración a romances y relatos a lo largo de la España hispano-musulmana. En efecto, y según una de las dos únicas fuentes conocidas, el Nafh at-tib del argelino Al-Maqqari, escrito a principios del siglo XVII:
«Se las ingenió para que su cuerpo volara. Se revistió con plumas y se colocó dos alas. Voló por el aire una gran distancia; pero el ingenio no le sirvió en la caída, ya que se daño el trasero. No tuvo en cuenta que el ave solamente cae sobre el arranque de su cola y no se fabricó ninguna» (Al-Maqqari, 1986: IV, 348-349)
Parece claro que Al-Maqqari se inspiró en el Mugrib, un texto del siglo XIII del historiador ibn Sa´id, quien apunta a que el intrépido aeronauta dió «...un salto en el cielo de la zona de Ruşãfa, alzarse por el aire y planear sobre él hasta que cayó a una considerable distancia» (Ibn Sa´id, 1953-55: 333)
Por lo que se vé, el “vuelo” debió ser algo parecido a un salto con ala delta empleando un artilugio construido con madera y tela, aunque los historiadores no mencionan cuanta distancia recorrió el bueno de Abbas. Por otra parte, algunas fuentes secundarias indican que el sabio cordobés se inspiró en el salto previo de un tal Armen Firman, quien se habría tirado desde una torre cordobesa unos veinte años antes utilizando un armazón de madera, pero la mayoría de los especialistas creen que el tal Firman no sería otro que el propio ibn Firnas, ya que no solo ambos nombres son muy parecidos sino que Abbas, del que se dice que fue un “joven” testigo del salto de Armen, habría tenido en realidad por aquel entonces no menos de cuarenta años, lo que parece apuntar hacia una confusión.
Fuesen cuales fuesen los auténticos detalles del extraordinario suceso, la fama de Abbas ibn Firnas ha trascendido el tiempo y el espacio para convertirle en uno de los símbolos más queridos de la luminosa Córdoba del siglo IX, así como en uno de los héroes favoritos de las modernas historiografía y literatura musulmanas. No en vano, en su honor hoy en día se han bautizado un centro astronómico en su ciudad natal, Ronda, un puente en la Córdoba de sus amores y hasta un cráter de la Luna. Por no hablar de las muchas representaciones figuradas del famoso “vuelo” que jalonan varios museos y edificios a lo largo del mundo islámico, ese que se enorgullece de contar entre sus antepasados nada menos que con un legendario pionero de la aviación.
¡Hasta pronto!