La Carta Pisana en el pergamino original
Los orígenes enigmáticos del primer portulano de Occidente
En
la Biblioteca Nacional de París se conserva desde 1839 una
legendaria carta náutica, la Carta Pisana, sobre la que se han
vertido auténticos ríos de tinta. Y no es para menos. Supuestamente
confeccionada en la segunda mitad del siglo XIII (no puede ser
anterior a 1256 ni posterior a 1290 debido a ciertos detalles de la
información que proporciona), es el primer ejemplo que se conserva
de los llamados portulanos medievales, una colección de
extraordinarios mapas en los que se representan por primera vez las
costas del Mediterráneo y del Mar Negro, así como parte del Océano
Atlántico, con un aspecto extrañamente moderno, muy alejado de las
rudimentarias representaciones hasta entonces habituales en la
cartografía medieval.
El
sorprendente mapa, bautizado con ese nombre debido a que fue
encontrado en Pisa, en Italia, muestra con todo lujo de detalle los
accidentes costeros así como muchos de los puertos que en aquella
época jalonaban los mares mencionados, pero carece de información
alguna acerca del interior, lo que prueba que se trata con toda
probabilidad de una carta de navegación, la primera conocida en
Occidente. Es también el primer mapa que se conserva en el que se
introducen los círculos de rumbos, en concreto dos, con dieciséis
divisiones correspondientes a las direcciones de la rosa de los
vientos, algo que, junto con su orientación, parece estar
relacionado con la difusión del uso de la brújula en la zona del
Mediterráneo.
Tradicionalmente,
se cree que la Carta Pisana y sus posibles predecesoras fueron
desarrolladas en el área de influencia genovesa, entre otras cosas
porque la densidad de puertos que muestra es mayor en la zona del Mar
Tirreno, difundiéndose después la nueva cartografía hacia Venecia
y Mallorca, donde se confeccionaron muchos de los ejemplares de los
siglos XIV y XV que guardan un estrecho parecido tanto entre sí como
con su ilustre precursor de Génova. Pero el verdadero misterio
reside en saber cuales pudieron ser las fuentes originales de este
extraordinario mapa, cuya precisión, especialmente en lo tocante a
las longitudes geográficas, hace que no se encuentre nada ni
remotamente parecido entre el resto de la cartografía antigua o
medieval.
Por
un lado, es evidente que gran parte de la información reflejada en la
carta es de carácter eminentemente práctico, probablemente obtenida a través de
la experiencia de los marineros. Además, el uso de
dialectos en los nombres de algunos lugares apunta a que los detalles
fueron recopilados a partir de diversas fuentes regionales. Sin
embargo, a lo largo del tiempo se han sugerido otras alternativas,
como la posible influencia sobre la carta de la
antigua cartografía grecorromana, o como
la propuesta por parte del geógrafo y explorador sueco Otto
Nordenksjöld acerca de la supuesta existencia de un original
perdido de origen español, posiblemente obra de Ramón Llull. También existen hipótesis más especulativas e incluso disparatadas, como la que asegura que la carta es copia de un mapa muy antiguo y extraordinariamente preciso, en el que
algunos han visto la huella de una civilización desaparecida.
La
idea de Nordenksjöld partía de la base de que todos los portulanos
posteriores no eran sino copias retocadas de la Carta Pisana o de un
ejemplar anterior que, según los partidarios del origen antiguo del
mapa, podría haber llegado hasta Italia procedente de los archivos
bizantinos tras el saqueo de Constantinopla en 1204. Sin embargo, y
a pesar del indudable parecido entre todas ellas, un examen detallado
de las cartas náuticas de los dos siglos posteriores muestra una
cierta evolución que hace pensar en un desarrollo paulatino de la
idea original a partir de su origen incierto, no existiendo prueba
alguna que relacione a la Carta Pisana con las vicisitudes de la
Cuarta Cruzada ni con ninguno de los cartógrafos de la antigüedad.
Bien es verdad que algunos estudiosos han respaldado con ciertos argumentos que
los artesanos que la confeccionaron pudieron haberse visto
influenciados por los trabajos del geógrafo fenicio Marino de Tiro,
esto último probablemente a través de fuentes musulmanas, o por los viejos mapas de la red de calzadas costeras del Imperio romano que se conservaban en los archivos de Constantinopla. En este último caso, una vez más sería el célebre saqueo la fuente del enigmático mapa.
Sea
cual sea la respuesta, lo cierto es que la Carta Pisana es, por
derecho propio, uno de los trabajos de cartografía más influyentes
de la historia y, al mismo tiempo, uno de los que más controversias
ha despertado. Desde los que no ven en el más que la cristalización
de las nuevas ideas acerca de la navegación y la cartografía que se
desarrollaron en el área del Mediterráneo durante el transcurso de
la Baja Edad Media hasta los que piensan que se trata de un documento
de origen templario que contiene instrucciones secretas, pasando por los que opinan sin ningún tipo de prueba que el mapa es copia de un original mucho más completo y confeccionado por una misteriosa civilización perdida de la edad del Hielo que algunos identifican con la Atlántida, nadie
parece indiferente a la fascinación que suscita uno de los
documentos más extraordinarios de toda la ciencia medieval.
¡Hasta
pronto!
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