El Avrocar S/N 58-7055
El "platillo volante" que apenas llegó a volar
Para asombrarnos con historias extraordinarias, no hace falta recurrir a
las pseudociencias, sino que basta con echarle un vistazo a la realidad. Y como
ejemplo de ello, nada más adecuado que recordar el frustrado alumbramiento
del Avrocar,
el ultrasecreto “platillo volante” proyectado por la US Air Force al comienzo de la
Guerra Fría.
Los “platillos volantes” forman parte de la mitología colectiva de la
humanidad desde que la prensa norteamericana bautizase de esta forma a los
objetos no identificados avistados por el piloto Kenneth A. Arnold cerca del
Mount Rainier, el 24 de junio de 1947. Para el gran público, estos “platillos”
siempre han estado asociados a supuestas visitas de extraterrestres, por lo que
muchos se sorprenderían al comprobar que las grandes potencias llegaron a
experimentar muy en serio durante décadas con naves de forma discoidal, un
diseño que fue finalmente abandonado debido a sus problemas de estabilidad y
gobernabilidad. De entre todos estos proyectos, el más célebre es el del VZ-9 Avrocar.
El Avrocar fue desarrollado por
la compañía canadiense Avro Aircraft Limited, como parte de un proyecto secreto
del ejército del aire de Estados Unidos cuya finalidad era la fabricación de un
caza que pudiese alcanzar velocidades y altitudes hasta entonces inimaginables.
El hecho de que su diseñador original, Jack Frost, concibiese la idea poco
después de unirse a la firma también en junio de 1947, ha hecho pensar a muchos
que Frost se vio influido de alguna manera por el relato de Arnold. Frost, que
había trabajado para los ingleses durante la Segunda Guerra Mundial en el
diseño de los primeros aviones supersónicos, pensó en utilizar el llamado
“efecto Coandă” para generar el despegue vertical de un vehículo en forma de
disco, en el que el empuje lo proporcionaría un nuevo motor de forma también
discoidal que el ingeniero británico había desarrollado.
Desde muy pronto, el ejército norteamericano se mostró interesado por las
ideas de Frost, ya que los aviones con despegue vertical podían ser muy útiles
en el contexto de una entonces previsible guerra nuclear, en la que era de
esperar que las bases aéreas convencionales quedasen pronto inutilizadas.
Además, los diseños más avanzados de Frost parecían prometer un buen
rendimiento tanto a velocidades supersónicas como subsónicas, algo que hasta
entonces no ofrecía ninguna de las ideas alternativas. Si bien al principio los
costes del proyecto crecieron tan rápidamente que el gobierno llegó a desvelar
el secreto a la prensa con objeto de recaudar fondos adicionales, tanto la
empresa canadiense como el gobierno norteamericano terminaron por financiarlo con
grandes cantidades de dinero. Se llegaron a estudiar una gran variedad de
diseños y se pusieron en marcha prototipos cuyos detalles se filtraron a la
prensa, que llegó a decir que los OVNIs eran, en realidad, "platillos" fabricados
por los rusos.
Tras varios incidentes de gravedad en las pruebas con los motores, en 1958 se
abandonó la idea del “gran platillo volante” y Frost propuso diseñar un
vehículo más pequeño, una especie de “jeep volador” que podría sustituir
eventualmente a los helicópteros, al que bautizó como Avrocar. El ejército norteamericano volvió a comprar la idea y
ordenó la fabricación de dos prototipos. Sin embargo, el proyecto afrontó un
sinfín de problemas de índole tanto burocrática como técnica, estos últimos debidos
fundamentalmente a la imposibilidad práctica de hacer despegar correctamente y
después gobernar a los prototipos en vuelo. Los aparatos mostraban defectos
aerodinámicos y problemas técnicos de toda índole, de modo que el más avanzado
de ellos apenas se levantaba del suelo, era muy lento y, además desprendía
cantidades inaceptables de calor y de ruido. Finalmente, el proyecto fue
cancelado en diciembre de 1961 y los dos célebres prototipos terminaron en
museos. Así terminó la historia de uno de los más extraordinarios proyectos de
ingeniería aeronáutica de todos los tiempos, un costoso fiasco cuyos detalles
técnicos, sin embargo, inspiraron a los ingenieros para la posteridad. Con el
tiempo, los aviones convencionales de despegue vertical (VTOL en siglas) se
convirtieron en un hecho, y la NASA ha retomado la vieja idea de Frost para
desarrollar algunos prototipos con vistas a un futuro aterrizaje en Marte
aunque, de momento, parece que siguen sin resolverse los muchos problemas
técnicos asociados al vuelo de aparatos con forma circular.
¿Será que los extraterrestres lo saben hacer mejor? (*)
¡Hasta pronto!
(*)La historia del Avrocar es una prueba
más de lo inconsistentes que resultan las teorías de la conspiración según las
cuales los gobiernos conservan desde hace décadas restos de platillos volantes
estrellados de origen extraterrestre. Si fuese así, ¿no veríamos platillos
americanos y rusos por todas partes? ¿O es que acaso los ingenieros humanos son
tontos?
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