Henry Cavendish
Cavendish, el científico excéntrico
Henry Cavendish (1731-1810) fue, probablemente, uno de los mejores
científicos del siglo XVIII, conocido sobre todo por el descubrimiento del
hidrógeno y por su famoso experimento de la balanza de torsión, que le sirvió
para medir con gran precisión la densidad de la Tierra.
Sin embargo, la otra faceta por la que se ha hecho célebre tiene que ver
con su extraña personalidad, caracterizada por una mezcla de excentricismo, timidez y misoginia casi sin parangón en la
historia de la ciencia y que ha llevado a pensar a muchos que el genial
investigador británico era un autista de libro.
Cavendish, que era de familia noble, disponía de grandes recursos
económicos que le permitían dedicar su tiempo a la ciencia. Vivía casi solo en
una enorme mansión a las afueras de Londres, y, sin embargo, su vida social era
prácticamente inexistente. Tenía un terror casi patológico al contacto humano,
hasta el punto de entrar y salir por una puerta lateral e instalar una escalera
privada por la que no permitía transitar a nadie, con objeto de no tener que
encontrarse con ninguno de sus sirvientes cara a cara. Su ama de llaves tenía
prohibido verle, recibiendo las instrucciones diarias por escrito. Dueño de una
voz de timbre desagradable, evitaba por todos los medios a las mujeres, siendo
un misógino irredento que, por supuesto, nunca se casó. En las raras ocasiones
en que salía de casa, se vestía con ropas heredadas, la mayor parte pasadas de
moda desde hacía casi un siglo.
Las únicas personas con las que Cavendish se sentía algo más cómodo eran
otros científicos, pero su relación con ellos también estaba llena de rarezas y
excentricidades. Aunque asistía regularmente a las sesiones de la “Royal
Society”, nunca decía nada. Junto con hombres de la talla de Joseph Priestley,
James Watt o William Herschel, formó parte de un curioso club denominado
“Sociedad Lunar de Birmingham”, cuyos miembros se tachaban a sí mismos de
“lunáticos” y se reunían, cual si de licántropos se tratase, únicamente en las
noches de luna llena. Al margen de ello, el excéntrico científico experimentaba
con la electricidad casi en secreto, aplicándose corrientes a sí mismo para
estudiar cuales eran sus efectos.
El eminente astrónomo William Herschel nos ha dejado una muestra de primera
mano del extraño carácter de Cavendish a través de una anécdota que le contó a
su hijo y que se encuentra recogida en el excelente libro de Walter Gratzer, “Eurekas y Euforias” (*). Según ella, en una cena que tuvo lugar
en 1786, Herschel estaba sentado al lado de Cavendish. Por aquel entonces,
Herschel acababa de descubrir que las estrellas eran redondas, y toda la comunidad
científica británica hablaba de ello. Sin embargo, su retraído vecino
permaneció callado durante un buen rato, al cabo del cual le dijo
repentinamente: “Me han dicho que usted ve las estrellas redondas, doctor
Herschel”. “Redondas como un botón”, fue la respuesta del astrónomo. Siguió un
largo silencio hasta que, hacia el final de la cena, Cavendish volvió a abrir
sus labios para preguntar, con voz dubitativa: “¿Redondas como un botón?”. ”Exactamente,
redondas como un botón”, repitió Herschel, y así terminó toda la conversación.
¡Hasta la semana que viene!
(*) Editorial Crítica.
Nota- Texto adaptado del libro del autor: Esto no estaba en mi libro de historia de la química
Nota- Texto adaptado del libro del autor: Esto no estaba en mi libro de historia de la química
No hay comentarios:
Publicar un comentario