Equipo expedicionario de Marsh en 1870. Marsh es el del centro, con barba.
A tortas por los dinosaurios
Edward Drinker Cope (1840-1897) y
Othniel Charles Marsh (1831-1899) fueron dos extraordinarios naturalistas. Pero
también dos auténticos desaprensivos. En la segunda mitad del siglo XIX, llevaron
su profunda animadversión personal al extremo de desencadenar una auténtica
guerra que duró más de 30 años y que tuvo graves consecuencias para el
desarrollo de la paleontología.
Su trayectoria profesional está
íntimamente ligada a la “edad de oro” de dicha disciplina, una época en la que en los Estados
Unidos se descubrieron y catalogaron la
mayoría de las familias de dinosaurio conocidas, incluyendo los famosos Estegosaurio,
Brontosaurio (ahora llamado Apatosaurio) y Alosaurio. Cope y Marsh tuvieron
mucho que ver en este esfuerzo, ya que entre los dos catalogaron 136 especies
de dinosaurio, una cifra impresionante
si tenemos en cuenta que con anterioridad
a su particular disputa se conocían menos de 10.
El problema es que ambos eruditos
se odiaban terriblemente, entregándose a interminables peleas con objeto de
desprestigiarse mutuamente. En su afán por superar y ningunear al contrario, no
solamente criticaban ferozmente la calidad de los trabajos de su rival sino que
intentaban entorpecerlos por todos los medios, incluyendo el robo, el soborno y
la destrucción de materiales de gran valor científico. Por ejemplo, si uno de
los dos se enteraba de que el otro estaba recibiendo materiales de un
yacimiento, inmediatamente interfería enviando agentes que intentaban comprar a
los trabajadores para su causa y no les importaba acumular huesos que no tenían
tiempo de estudiar, o incluso eliminarlos, con tal de que no le llegasen a su
enemigo.
Para ilustrar el odio que se profesaban, valga la siguiente anécdota: Una noche que Marsh pernoctaba en Fort Laramie (Wyoming) durante un viaje en el que transportaba una de las colecciones que había conseguido, un intruso entro en la pensión donde se encontraba y registró cuidadosamente las cajas. Después se marchó sin darse cuenta de que un testigo le estaba observando. A la mañana siguiente, el testigo fue a contarle a Marsh el incidente, a lo que este respondió: “Oh, lo había previsto. Ese era Cope. A él le gustan los cráneos, y todos los buenos cráneos que he conseguido esta temporada los he escondido en la estufa”.
Cuando la guerra de los dinosaurios, conocida en el mundo anglosajón como “The Bone Wars”, finalizó debido a la muerte natural de Cope, ambos paleontólogos se habían quedado completamente arruinados y, lo que es peor, a pesar de todas sus contribuciones habían conseguido enmarañar esta rama de la ciencia con conceptos y conclusiones erróneas que generaron confusión durante décadas.
¡Hasta la semana que viene!
Para ilustrar el odio que se profesaban, valga la siguiente anécdota: Una noche que Marsh pernoctaba en Fort Laramie (Wyoming) durante un viaje en el que transportaba una de las colecciones que había conseguido, un intruso entro en la pensión donde se encontraba y registró cuidadosamente las cajas. Después se marchó sin darse cuenta de que un testigo le estaba observando. A la mañana siguiente, el testigo fue a contarle a Marsh el incidente, a lo que este respondió: “Oh, lo había previsto. Ese era Cope. A él le gustan los cráneos, y todos los buenos cráneos que he conseguido esta temporada los he escondido en la estufa”.
Cuando la guerra de los dinosaurios, conocida en el mundo anglosajón como “The Bone Wars”, finalizó debido a la muerte natural de Cope, ambos paleontólogos se habían quedado completamente arruinados y, lo que es peor, a pesar de todas sus contribuciones habían conseguido enmarañar esta rama de la ciencia con conceptos y conclusiones erróneas que generaron confusión durante décadas.
¡Hasta la semana que viene!
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