El objeto visto desde el "Endeavour"
El caso del "satélite alienígena"
Internet
está literalmente plagado de bulos sobre alienígenas que en su
mayoría, como no podía ser de otra manera, son absolutamente
infumables. Algunos, sin embargo, se han ido construyendo a lo largo
de los años, a partir de un puñado de hechos aparentemente
inquietantes obtenidos de aquí y de allá, hasta llegar a elevarse a
la categoría de mitos de la ufología. Dentro de este grupo de élite se
encuentran casos como el incidente de Roswell, la abducción del
matrimonio Hill o el mito del Caballero Negro. De acuerdo con este
último, habría un supuesto satélite alienígena, apodado como el
Black Knight, que llevaría orbitando alrededor de nuestro
planeta la friolera de 13.000 años.
Como
en tantos otros casos, la leyenda urbana del Black Knight
tiene su origen en una especulación muy poco rigurosa, en este caso
la del astrónomo aficionado escocés Duncan Lunan, quien en 1973
afirmó (aunque luego reconoció su error) que unos ecos de radio
detectados en 1928 por el también radioaficionado noruego Jorgen
Hals podían deberse a la presencia de una antigua sonda de
naturaleza extraterrestre situada en la constelación de Bootes, a
unos 210 años luz de la Tierra. Algunos ufólogos pronto
relacionaron estos ecos con los experimentos de radio de Nicola
Tesla, quien a finales del siglo XIX interpretó algunas señales
seguramente procedentes de fuentes naturales como si fuesen obra de
una civilización alienígena.
Con
el tiempo, a las supuestas «pruebas»
radiofónicas se les fue añadiendo un batiburrillo de hechos
que en realidad no solo no tienen nada de extraño, sino que tampoco
tienen ninguna conexión entre sí, a pesar de lo cual han ido
convirtiendo al Caballero Negro en una de las leyendas sobre ovnis
más conocidas del planeta. Entre las «evidencias»
presentadas, se cuentan las declaraciones sensacionalistas del
ufólogo Donald Keyhoe, quien en 1954 habría afirmado que la Fuerza
Aérea estadounidense había detectado dos satélites en órbita en
una época en la que nuestra especie todavía no había enviado
ninguno, o un artículo de 1960 de la revista Time informando
de que la armada norteamericana había localizado en una órbita
polar un enigmático objeto oscuro del que se sospechaba que podía
tratarse de un satélite espía. Hay que incluir también en la lista
de supuestos hechos intrigantes a un supuesto ovni que habría sido
avistado en 1963 por el astronauta Gordon Cooper desde el Mercury 9
y, por encima de todo, a las famosas imágenes tomadas en 1988 por el
transbordador espacial Endeavour, que mientras llevaba equipamiento
hasta la Estación Espacial Internacional llegó a fotografiar y
filmar un extraño objeto de color negro cuya naturaleza era
claramente artificial.
El
problema de esta supuesta colección de pruebas es que ninguna de
ellas es real. Dejando al margen las emisiones de radio, que con toda
seguridad se debían a causas naturales, las afirmaciones de Keyhoe
fueron desmentidas, el satélite de 1960 no era otro que los restos
del Discoverer VIII, un artefacto parte de un programa secreto de los
americanos que se había extraviado tras su lanzamiento, y el
supuesto avistamiento de Cooper nunca tuvo lugar. En cuanto al
misterioso objeto detectado por el transbordador durante la misión
STS-88, resultó ser una cubierta térmica que se había desprendido
de la nave durante unas operaciones, y que poco después quedó
desintegrada al entrar en contacto con la atmósfera terrestre.
¿Por
qué una historia construida de forma tan inconsistente y cuyos supuestas
pruebas han sido refutadas hace tiempo continúa dando que hablar a
los ufólogos y a muchos aficionados al fenómeno ovni? Porque
siempre queda el recurso de echar mano a la teoría de la
conspiración de turno, afirmando que la NASA y el ejército
norteamericano han ocultado las evidencias que respaldan la
existencia real del Caballero Negro, que no sería otra cosa que un
artefacto alienígena colocado en órbita por visitantes del espacio
hace miles de años con el objeto de vigilarnos y hacer un
seguimiento de nuestra civilización.
Una
propuesta tan atractiva, no tiene más remedio que dar lugar a un
gran número de creyentes y seguidores pues, ¿a quien le interesa
una verdad prosaica cuando se puede vender una mucho más sugestiva, ya sea mediante libros y revistas o a través de internet?
¡Hasta
pronto!
Nota- Este artículo es una adaptación del texto que aparece en "Los vikingos de Marte, y otras historias sobre la búsqueda de vida extraterrestre", obra del autor.
Nota- Este artículo es una adaptación del texto que aparece en "Los vikingos de Marte, y otras historias sobre la búsqueda de vida extraterrestre", obra del autor.