Soldados equipados con máscaras antigás
El bombardeo que fundó
la quimioterapia
Durante la Segunda Guerra
Mundial, ninguno de los bandos en conflicto llegó a desplegar armas químicas, aunque
ello se debió más al temor a las represalias del enemigo que a cualquier otra
cosa. Por ejemplo, los alemanes acumularon ingentes cantidades de
organofosforados que nunca utilizaron, mientras que los aliados dispusieron de
grandes reservas de sustancias como el gas mostaza. Por extraño que pueda
parecer, un incidente relacionado con este último se convirtió, por una de esas
curiosas carambolas del destino, en el acta fundacional de la quimioterapia
contra las células cancerosas.
A
principios de diciembre de 1943, el USS
Liberty, un carguero americano repleto de explosivos y de gas mostaza, se
encontraba en el puerto italiano de Bari junto con otros barcos que
transportaban suministros a las tropas aliadas cuando en la tarde del día 3 un
puñado de bombarderos alemanes atacaron por sorpresa, alcanzando al Liberty y haciéndolo explotar. Como
consecuencia, se desprendió una nube de gas mostaza que envolvió todo el
puerto, provocando el envenenamiento de un buen número de personas. Entre los
presentes, se encontraba el doctor Cornelius Rhoads, un destacado investigador
norteamericano en el campo de la anemia y de la leucemia que formaba parte de
la División de Armas Químicas del Ejército de Estados Unidos y que participó en
la tarea de prestar atención a los intoxicados.
Al
analizar las células de la sangre de los afectados, a Rhoads le llamó la
atención el hecho de que a los pocos días de la exposición al gas todos los
tipos de glóbulos blancos quedaban prácticamente aniquilados, dando un recuento
que se acercaba a cero, en tanto en cuanto el resto de las células y tejidos no
parecían estar dañados. ¿No sería el gas mostaza un tóxico específico para los
glóbulos blancos? De ser así, tal vez se pudiera estar frente a un tratamiento
eficaz contra la leucemia, una enfermedad caracterizada por una producción
excesiva de este tipo de células.
Puesto
manos a la obra, el oncólogo norteamericano llevó a cabo una serie de ensayos
clínicos secretos con la mecloretamina, un derivado de la mortal sustancia que
utilizaban los militares. A los pocos meses, tanto él como otros colegas
demostraron la eficacia del tratamiento con este fármaco en enfermos con
linfoma de Hodgkin y otros tipos de leucemia. Era la primera vez en la historia
de la medicina que un compuesto químico se mostraba efectivo para combatir el
cáncer, de manera que cuando los resultados de los ensayos se hicieron públicos
dieron lugar al comienzo del desarrollo de lo que más tarde sería conocido como
quimioterapia.
Durante
el resto de su vida, Rhoads se convirtió en una eminencia en la lucha contra el
cáncer, siendo también un pionero de la radioterapia y acumulando honores y
distinciones. Sin embargo, cierto incidente relacionado con varias cartas
desafortunadas de tintes racistas que envió en 1931 mientras trabajaba en
Puerto Rico dio lugar a una polémica que, con ciertos altibajos, le acompañó
durante el resto de su vida. Aunque las investigaciones que se llevaron a cabo
exoneraron al oncólogo de las sospechas de haber cometido crímenes durante sus
tratamientos de aquella época, nada pudo evitar que la American Association for
Cancer Research cambiase la denominación de un premio que llevaba su nombre.
Sin
duda toda una mancha en la reputación del hombre que convirtió un oscuro bombardeo
de la Segunda Guerra Mundial en el amanecer de una especialidad que ha salvado millones de vidas desde aquella lejana tarde de
1943.
¡Hasta pronto!
Nota- Texto adaptado del libro del autor: Esto no estaba en mi libro de historia de la química
Nota- Texto adaptado del libro del autor: Esto no estaba en mi libro de historia de la química