Eric Welsh (segundo por la derecha) en una reunión
Si envenenamos calcio con boro los rusos se quedan sin bomba
El comandante británico Eric Welsh fue uno de esos personajes fabulosos que
produjo la Segunda Guerra Mundial.
Químico de profesión y afincado en Noruega, al comienzo de la guerra
ingresó en el mítico SIS (*), precursor del célebre MI-6, para encargarse de la
rama noruega de dicha organización. Entre sus actividades, que incluyeron más
de cien acciones de inteligencia en la Noruega ocupada, destacan hazañas como
el haber sacado de Dinamarca en 1940 al gran físico atómico Niels Böhr,
poniéndolo fuera del alcance de los alemanes, o el haber sido el cerebro de la
operación de sabotaje que tuvo lugar en 1943 en la fábrica de agua pesada Norsk
Hydro, en Noruega, que supuso el golpe de gracia para el ya maltrecho programa
nuclear alemán. Pero, por encima de todo, fue el principal impulsor de la
Operación Spanner, una de las acciones fallidas de sabotaje más extraordinarias
de la historia.
En el otoño de 1945, alarmados por el éxito del Proyecto Manhattan y la
subsiguiente explosión de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, los
soviéticos aceleraron su propio programa nuclear con objeto de equilibrar la
balanza con los americanos en el terreno militar. Para ello, entre otras cosas,
se hicieron con los servicios de ilustres científicos alemanes que habían
participado en el fracasado proyecto nazi y con las instalaciones que se encontraban
distribuidas por toda la zona oriental de la Alemania ocupada. Así, desde
finales de 1946 tanto el OSS (desde 1947 la CIA) como el MI-6 empezaron a
recibir noticias de que en la fábrica alemana de Bitterfeld se estaban
produciendo grandes cantidades de calcio metálico que se exportaban a la URSS
para la obtención de uranio de gran calidad mediante la reducción de fluoruro
de uranio con calcio.
Pero químico como era, Welsh sabía que bastaba una pequeñísima cantidad de
boro (por encima de una parte por millón) para detener una reacción nuclear ya
que el isótopo de boro-10 tiende a absorber los neutrones para convertirse en
boro-11. Los americanos habían producido en secreto boro-10 de gran pureza en
el contexto del Proyecto Manhattan, y el legendario espía disponía de un agente
en Bitterfeld que podía contaminar el calcio. A pesar de arrostrar diversas
dificultades, el proyecto anglo-americano se puso en marcha a mediados de 1948,
pues los aliados opinaban que los soviéticos no disponían de la tecnología
necesaria para detectar cantidades ínfimas de boro en el calcio. Sin embargo,
el proyecto se malogró. El misterioso hombre de Welsh que trabajaba en la
factoría empezó a temer por su futuro al darse cuenta de que un simple test de
absorción de neutrones mostraría a los rusos que una partida entera de uranio
había sido inutilizada, lo que les haría sospechar inmediatamente de los trabajadores
de la fábrica alemana. Además, la producción se detuvo durante meses, pues los
rusos ya tenían suficiente. Finalmente, en Agosto de 1949 los soviéticos
hicieron explotar en secreto su primer artefacto de prueba, adelantándose en
casi un año a las estimaciones de los americanos, que habían infravalorado
claramente la capacidad tecnológica del Imperio soviético y el estatus de su
proyecto nuclear.
Como carecía ya de sentido, la Operación Spanner fue cancelada y el boro
devuelto a Estados Unidos vía Londres, donde fue reciclado en secreto. Los
rusos jamás tuvieron noticia alguna de la operación, a pesar de la presencia de
los famosos espías inmortalizados en las novelas de John LeCarré, Donald
McLean, por aquel entonces secretario del
U.S.-UK Atomic Policy Committee, y "Kim" Philby, el
representante del MI-6 en la CIA, ya que Welsh prefería despachar directamente
con el jefe del MI-6, el famoso “M” de las películas de James Bond.
Así terminó uno de los más ingeniosos y audaces intentos de sabotaje que
registra la historia, del que el mundo no supo nada durante décadas, hasta que
la CIA decidió desclasificar la documentación al respecto. La que revela que un
buen día de 1948, a un legendario agente secreto con 20 años de experiencia
como químico se le ocurrió estropear el programa nuclear ruso con tan solo un
poquito de boro.
¡Hasta la próxima!
(*) Secret Intelligence ServiceNota- Texto adaptado del libro del autor: Esto no estaba en mi libro de historia de la química